La procuradora general, Margarita Cabello, habla sin tapujos.
“Tengo que manifestar mi más profundo rechazo frente a la reciente designación de gestores de paz, especialmente en el caso del señor Hernán Giraldo Serna, un paramilitar condenado por casi todos los delitos sexuales que tipifica el Código Penal, siendo víctimas las niñas”.
¿Dónde están tantas y tantas ONG a las que se les llena la boca para hablar de la defensa de los derechos humanos, pero callan frente a estas designaciones?
¿Dónde están tantos líderes y lideresas de la elocuente izquierda que reclama airadamente por la vigencia de los derechos humanos, pero miran para otro lado a la hora en la que se requiere su voz para evitar la revictimización de las víctimas de Hernán Giraldo?
¿Y Unicef? ¿Y Naciones Unidas? ¿Y la OEA?
¿Y tantas ultraarchirrecontrafeministas de pacotilla que solo ven pecados en los políticos que no son de sus afectos, pero esconden la cabeza ante las monstruosidades de violadores en serie y reclutadores de niñas que sirven a sus intereses políticos? (Y advierto que iro a muchas feministas íntegras, coherentes y sólidas que han prestado grandes servicios a la causa de la equidad).
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Agregó la Procuradora:
“... Este señor no puede pasar de depredador sexual a gestor de paz. Una designación que revictimiza y ofende”.
Advierte bien la señora Procuradora cómo una exaltación, una promoción, una designación, un reconocimiento a su depredador sexual, al hombre que las maltrató, ultrajó y abusó es un acto de revictimización que las ofende hasta la entraña.
El crimen se premia. El delito se estimula. El abuso se normaliza. Las violaciones se vuelven paisaje, anécdota, simples referencias inanes ante el premio al violador.
Y las víctimas, abandonadas.
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Prosigue la Procuradora:
“Desde ya lo anticipo, esta designación no contribuye en forma alguna a la consecución de la paz”.
Los premios a los delincuentes no se han convertido en un motor de reconciliación sino en un validador de muchas formas de violencia que, al recibir un trofeo, estimula su repetición.
Cuando en cualquier sociedad se llena de beneficios a quienes quebrantan la ley y agreden a las más vulnerables, la manifestación de impunidad galardonada siembra crímenes futuros e impunidades por venir.
Los premios a los delincuentes no se han convertido en un motor de reconciliación sino en un validador de muchas formas de violencia que, al recibir un trofeo, estimula su repetición
Y tratándose de delitos sexuales contra niñas indefensas, aún más.
A este paso, nada tendrán que temer los reclutadores, abusadores y violadores de niñas... tarde o temprano podrá recaer en ellos una designación como gestores de paz.
No debería olvidar el Gobierno que los delitos sexuales contra los menores y especialmente cuando son derivados de reclutamiento forzado y/o secuestro tienen la categoría de delitos de lesa humanidad, crímenes contra toda la humanidad.
Tampoco debería olvidar el Gobierno que los derechos de las niñas deben prevalecer frente a los intereses políticos del Ejecutivo y frente a cualquier pretensión de los paramilitares. Más aún, los derechos de las niñas y los niños prevalecen frente a todos los derechos.
Y, finalmente, no deberían olvidar en el Gobierno el tratamiento penal excepcional de los delitos sexuales contra los niños y las niñas... son imprescriptibles. No prescriben nunca, ni en 10 ni en 100 años, ni en 1 ni en 10 procesos de paz.
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Remata la Procuradora:
“Sé que lo que estoy diciendo puede afectar mi propia seguridad, pero no podemos permitir que eso ocurra. Es mi responsabilidad como procuradora general en representación y voz de las víctimas hacer ese llamado”.
Gracias, Procuradora.
Por su valentía. Por su coherencia. Por su compromiso con las niñas violadas, con las víctimas olvidadas y con la defensa de los derechos prevalentes de los menores de edad y las mujeres.
Alguien tenía que decirlo. Gracias.
JUAN LOZANO