El decirlo así es un contrasentido, pues la cultura en su expresión pura implica echar raíces y apropiarse de la acción que se hace. De esto quisiera comentarles, de esa sensación que sentimos a diario al ver lo que ocurre a nuestro alrededor.
Hay una tendencia creciente de habitantes de ciudad, a quienes han sabido llamarlos nómadas digitales: son aquellos profesionales que ejercen su oficio, conectados a través de un computador y/o internet. Ellos se van desplazando por habitaciones, lugares y diferentes sitios, trabajando desde donde les plazca y moviéndose de ciudad en ciudad y/o de país en país.
En este proceder, al que no me atrevo llamar moda, ofrecen cursos de formación para las personas que quieren dedicarse a ello. "Hágase nómada digital" es el mensaje que promueven, e imagino que son las ofertas que hoy promueven de manera remota, aquellas que invaden los comerciales brindando trabajo.
Esta forma de vivir puede parecer interesante, pues sienten que no necesitan salir de su hábitat, se ahorran el vestir y no gastan o sufren en desplazamientos diarios. Lo que ocurre con esto es que puede acarrear efectos indeseados.
Escuchamos con frecuencia que estas personas evitan la sociedad, se vuelven solitarias, tienen poca capacidad de adaptación frente a situaciones adversas, tanto sencillas como complejas.
Considero que podríamos llegar a un diagnóstico claro y lo podemos expresar con un juego sutil de palabras: entramos en una era dominada por la "cultura del desarraigo", aquella que no deja raíces en donde están. Y me preocupa aún más que celebremos esta manera de vivir, como si esta fuera una cualidad del hombre.
Es cierto que las nuevas tecnologías nos ayudan a resolver problemas, nos hacen más eficientes y nos facilitan la vida. Otra cosa es que estas herramientas determinen la cualidad de la humanidad.
La cultura humana es un producto complejo que no se da en condiciones de desarraigo.
Lo digo con claridad: resulta problemático que el desarraigo se convierta en un rasgo invasor de nuestros tiempos.
¡Son tan altas las expectativas de los jóvenes hoy, sobre cómo funciona el mundo y lo fácil que creen que es todo! Craso error. Recordemos que construir las cosas toma tiempo y mucho esfuerzo. El atractivo del desarraigo es simple y por eso tan tentador: nada de lazos, nada de compromisos, solo el porvenir en el frente. Una falsa sensación de libertad que nadie puede experimentar de manera permanente.
Adquirir habilidades, competencias, dominar una técnica exige días, meses y años de dedicación. En pocas palabras, de sacrificio. Y en esa “cultura del desarraigo” que es el nomadismo digital no veo que se pueda cultivar nada de eso. ¿Cuál es el tipo de relaciones que se construyen así?
No creo que sea un motivo de orgullo no sentirse vinculado a nada. La condición humana exige el compromiso, la compañía y el apoyo. Estos jóvenes nómadas modernos pueden estar expuestos a grandes frustraciones cuando adviertan que no obstante haber viajado, de haber conocido muchas regiones del mundo, no establecen un hogar.
La cultura humana (ese tejido de creencias, prácticas, relaciones, costumbres y hábitos) es un producto complejo que no se da en condiciones de desarraigo. Debemos estar pendientes de esta nueva tendencia antes de que nos tome ventaja.
Posdata: a propósito, les recomiendo dos exposiciones maravillosas que hay actualmente en Bogotá. La primera, 'Paraísos y jardines: la naturaleza representada', es una exposición curada por Luis Fernando Ramírez Celis, que muestra 147 obras originales de la colección de arte del Banco de la República y está en el Museo de Arte Miguel Urrutia.
Y la segunda, 'Signos de los tiempos', en el Claustro de San Agustín, es un contrapunteo entre obras de artistas de la Colección Pizano y trabajos de creadores colombianos contemporáneos. Esta nos invita a reflexionar sobre la violencia, el poder y el lugar del ser humano en el mundo. Imperdibles ambas.