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Opinión

COP: arte y parte

La COP16 fue una demostración de democracia, espacio público, diversidad. De Paz. Paz durante doce días. Paz con la naturaleza.

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Esta Conferencia de las Partes, que terminó el pasado viernes, será recordada, sin ninguna duda, por haber logrado que centenares de miles de personas vivieran de primera mano cuál es la temperatura de las discusiones globales sobre biodiversidad. En general, estas conferencias de países de las Naciones Unidas ocurren entre acreditaciones y discusiones geopolíticas en las que se libran verdaderas batallas políticas por el reconocimiento y la responsabilidad de los países firmantes en la conservación de un planeta cada vez más estresado a nivel hídrico, climático y político.
Desde el principio, la idea del presidente Gustavo Petro y de la ministra Susana Muhamad era que esta reunión global fuera un verdadero espacio de participación de la sociedad. En muchas de estas reuniones, la gente participa en tanto resistencia, haciendo una tarea de activismo para contestar al poder del mundo. Conscientes de ello, además de crear la poderosa idea de hacer la paz con la naturaleza, de trazarse una agenda sobre recursos genéticos, la Amazonía y un liderazgo desde Colombia en la agenda que ha sido principal para este Gobierno del Cambio, se empeñaron en que se realizara un evento COP Verde, de la gente, de quienes somos ciudadanas y ciudadanos del mundo.
Por eso, durante estas dos semanas que pasaron, el Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes, junto al Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible y la Presidencia de la República, y agencias como la ART, o entidades como Parques Nacionales, el Centro Nacional de las Artes Delia Zapata Olivella, el ICANH, el Archivo General de la Nación, la Biblioteca Nacional y el Museo Nacional, creó una robusta programación para entender cómo las culturas, cuando se reúnen en un mismo lugar, alrededor de una misma idea, pueden mostrarnos todo el poder de la verdadera diversidad. Una diversidad que hoy no podemos seguir comprendiendo solo desde el enfoque biológico, pues entender el vínculo profundo que existe entre la humanidad y el territorio y las especies con las que compartimos la vida es fundamental en un cambio que considere que la clave está en el cuidado, y que ese cuidado, de nosotros, de lo vivo, es la única posibilidad de entender qué es la paz.
La paz es comprender la megadiversidad cultural de un país que ha privilegiado unas culturas sobre las otras; es bajar de los Andes para abrazar el litoral y saber que Bogotá no está tan lejos del Amazonas; la paz en escuchar, como ocurrió en Cali, los idiomas de nuestros hermanos wiwa, arhuacos, wayuu, wounaan; es comprobar cómo el viche, esa bebida hecha de hierbas y caña, guarda la memoria de una ancestralidad que conoce cómo sanar; es sentir las vibraciones de los porros del sur del Caribe, con las notas de la Banda 19 de Marzo, de Laguneta; la paz es escuchar qué es la socola, qué tienen qué ver las economías populares con las culturas; por qué ‘La vorágine’ es un camino de conocimiento para entender, con mayor amplitud, cómo el extractivismo es un problema colonial que aún no hemos resuelto.
La paz es comprender la megadiversidad cultural de un país que ha privilegiado unas culturas sobre las otras; es bajar de los Andes para abrazar el litoral y saber que Bogotá no está tan lejos del Amazonas
Sobre todo eso, y más, pudimos hablar y oír y irar en esta COP que comenzó con una versión abreviada de ‘Del agua y la tierra’, una ‘performance’ hecha comunitariamente, bajo la dirección del Centro Nacional de las Artes Delia Zapata Olivella; y PaZcífico Sinfónico, una hermosa pieza creada entre maestros de la música pacífica y la Orquesta Sinfónica de Colombia; y que recorrió cada uno de los días bajo los domos increíbles de Parques Nacionales y Yawa, y la demostración de una belleza que debe dejar de ser esquiva. De las noches en la tarima Farallones, donde bailaron quienes saben que la música es tan diversa como rica en este país que cantó a Bahía, a Herencia, a Lucio Feuillet, a Plu Con Plá; una ciudadanía diversa y popular, que reconoció sus símbolos en Aguablanca y en Oriente; en las casas y huertas de la Aguacatala; en la sensibilidad de los jóvenes de Puerto Resistencia. En el Estadio Pascual Guerrero que asistió a una verdadera lección estética que compusieron, cada uno con la alegría de ser el primero o el último en Paz con la Naturaleza: un canto por la vida, junto a Cacerolazo Sinfónico, Aterciopelados, Los Kcomixtles, Ana Tijoux, Nidia Góngora, Rubén Blades o Herencia de Timbiquí.
Más de 5000 empleos, 280 eventos culturales, 11 exposiciones, foros, un concierto con 25.000 asistentes, una economía solidaria que brindó espacios para saberes y culturas, para artes y artistas, para muros y callejeros, para conversaciones arrulladas por el río Cali, siempre presente, siempre resistente. Una demostración de democracia, espacio público, diversidad. De Paz. Paz durante doce días. Paz con la naturaleza.
A veces somos incapaces de ver todo eso de lo que somos capaces. Y así lo hicimos, juntos.
JUAN DAVID CORREA ULLOA

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