La expresión ha sido del propio presidente estadounidense, Joe Biden, al abrir en Filadelfia la campaña para las próximas elecciones legislativas, que se celebrarán antes de dos meses. Para Biden, “Trump y sus seguidores republicanos representan un extremismo que amenaza los fundamentos de nuestra república; él y sus aliados han tomado la decisión de caminar llenos de ira, con violencia, odio y división”. Algunos analistas hablan estos días del riesgo de una nueva guerra civil en Estados Unidos.
La atmósfera creada por Donald Trump desde 2017, de agresividad e intolerancia ante opiniones contrarias, ha ido prendiendo en la última década, al tiempo que se produce un debilitamiento de las instituciones que están en mínimos históricos en lo que respecta a la confianza de los ciudadanos, según una reciente encuesta de Gallup, en la que se destaca que “los grupos extremistas violentos, especialmente de la derecha radical, son más robustos que nunca aunque su crecimiento pueda parecer imperceptible”. Y la sombra del fascismo, con la que acaba de alertar el presidente Biden, es patente para muchos analistas. Por ejemplo, Paul Stanley, de la Universidad de Yale, considera en ‘The Guardian’ que “el movimiento fascista estadounidense contemporáneo está liderado por intereses oligárquicos para quienes el interés público es un incordio, como los del negocio de los hidrocarburos, así como por un movimiento social, político y religioso con raíces en la confederación”. Como en todos los movimientos fascistas en busca de un ‘jefe’, estas fuerzas han encontrado en la figura de Trump un líder popular no sujeto a las reglas de la democracia que dio rienda suelta a sus seguidores en diferentes circunstancias críticas.
¿Se encamina Estados Unidos hacia una nueva guerra civil? Pocos dudan del clima de fractura política tras el intento de asalto al Capitolio del año pasado, mediante el cual el expresidente Trump trataba de liderar una especie de “autogolpe de Estado”. Según fuentes próximas a la Fiscalía estadounidense, todo lo sucedido desde su derrota electoral formaba parte de un plan para no entregar el poder al presidente electo, Biden, urdido por Donald Trump, pero sostenido en fuertes apoyos del Partido Republicano. Y estamos hablando de un país con más armas (390 millones) que habitantes (332 millones), y donde proliferan los grupos de fanáticos violentos organizados.
Según reputados analistas, como Lluís Bassets, el legado de Trump no es solo el Tribunal Supremo más reaccionario del último siglo, sino la profecía de otra guerra civil y la destrucción de la democracia. Otros politólogos han expresado estos días que no se trata de saber si una guerra civil tendrá lugar o no en Estados Unidos, sino que la cuestión ahora es saber dónde se situará la línea de demarcación entre los campos, cuáles serán sus fuerzas y debilidades y en qué decidirán estas fueras fuerzas y debilidades la salida del conflicto.
Es interesante el reciente libro de Barbara F. Walter ‘Cómo empiezan las guerras civiles’ (Crown, 2022). La autora, que ha estudiado situaciones de guerra civil en diferentes partes del mundo, declara: “Mientras me dedicaba a este trabajo, me di cuenta de algo inquietante: las señales de inestabilidad que identificaba en otros países son las mismas que han comenzado en el mío”.
Protagonista esencial, junto al Trump que regresa, es el Partido Republicano, que parece estar haciendo transición a una organización descaradamente antidemocrática y protofascista (en el razonamiento de Joe Biden). Un partido que ha encontrado su guía en el presidente húngaro, Viktor Orbán, cuyo gobierno cristiano radical, racista y próximo al fascismo ha ensalzado Trump como ideal para el futuro; la adaptación de su doctrina a Estados Unidos: supremacismo blanco, nacionalismo cristiano, rechazo al aborto, libertad para las armas, no más escuelas públicas que molestan a los niños blancos enseñando historia o biología básica, no a la educación pública en general porque es manejada por fanáticos sexuales o marxistas…
La situación, a pocas semanas de unas elecciones que pueden dar todo el poder a los republicanos y desatar el trumpismo rampante, no puede ser más preocupante. Según un muy reciente informe del especialista en violencia política Robert Pape, de la Universidad de Chicago, entre 15 millones y 20 millones de norteamericanos adultos creen que estaría justificada la violencia para devolver a Trump a la presidencia de Estados Unidos.
ANTONIO ALBIÑANA