En estos innegablemente tormentosos años que vivimos en Colombia hay muchos motivos que nos llenan de optimismo y de esperanza ante el mundo y ante nosotros mismos. Ante el mundo, tres películas: Magia salvaje, la película de Walt Disney Encanto y El olvido que seremos. La primera destaca la belleza incomparable de nuestro país, en sus riquezas naturales y paisajes, en su flora y fauna, en sus páramos, selvas, valles, playas, ríos y cordilleras.
Encanto hace un brillante recorrido por nuestra idiosincrasia, nuestra alegría, costumbres, música, vestidos, comida, etnias y también paisajes. Y el tercero, la película basada en la novela del mismo nombre de Héctor Abad Facio Lince sobre su padre, muestra que nos asomamos airosos con argumentos válidos en la esquiva palestra de la cinematografía mundial. La película fue, además, una magnífica carta de presentación ante el estrado de la cultura europea.
El tema del calentamiento global y la paulatina e implacable destrucción que hacemos de la biodiversidad es asunto de todos los días en los estamentos gubernamentales, en las academias, en los círculos científicos, en las universidades, en los medios de comunicación, en las conversaciones de los ciudadanos. Y allí surge a menudo el nombre de Colombia. En esos ambientes me muevo yo y constato con alegría la omnipresencia de Colombia.
¿Qué representamos en kilómetros cuadrados al lado de megapaíses como Rusia, China, Estados Unidos, India, Canadá y Brasil? Y pensar que “les ganamos” en términos de biodiversidad.
Somos campeones de biodiversidad en el planeta. Ojalá lo sigamos siendo durante mucho tiempo porque la galopante destrucción de nuestros recursos naturales y especialmente de la Amazonía, de los páramos y de los bosques de cordillera parece no tener fin.
Pero vengamos a las alegrías y a nuestros motivos de esperanza. Somos campeones en las joyas más bellas de la biodiversidad, de la flora y de la fauna mundiales: primeros en aves, primeros en orquídeas, primeros en mariposas y tenemos el río más bello del planeta. Somos los dueños de la mayor cantidad de fábricas naturales de agua en el mundo, que son los páramos. Todas estas bellezas y riquezas se dan cita en un minúsculo país, casi invisible en el mapamundi. En efecto, Colombia representa el 0,8 % de la superficie emergida del planeta. Somos “casi nada” en la superficie del planeta. ¿Qué representamos en kilómetros cuadrados al lado de megapaíses como Rusia, China, Estados Unidos, India, Canadá y Brasil? Y pensar que “les ganamos” en términos de biodiversidad. Tremenda alegría, tremendo orgullo y tremenda responsabilidad.
La última joya que vino a engalanar nuestra corona de la biodiversidad nos vino hace unos años cuando el Museo de Historia Natural de Londres declaró que Colombia es también primero en el mundo en cantidad de especies de mariposas. Completamos así la tríada de los seres más bellos: aves, orquídeas y mariposas. Este instituto londinense es una de las autoridades mundiales en Biodiversidad. 2010 fue el Año de la Biodiversidad Biológica. Edward Wilson, de la Universidad de Harvard, recordó en ese entonces, a nosotros y al mundo: “La biodiversidad es a Colombia lo que el petróleo a Arabia Saudita”.
Hablaré de cada una de nuestras joyas. En el mundo hay 24.000 especies de mariposas. Colombia posee 3.642 especies y 2.085 subespecies. En solo Bogotá se han encontrado 1.412. Tenemos 200 endémicas, es decir que solamente se encuentran en Colombia. En el Jardín Botánico de Calarcá tenemos el mariposario mejor diseñado del mundo. Inmensa gratitud debemos los colombianos a los fotógrafos y las empresas que publican libros sobre las joyas de nuestra biodiversidad. El Banco de Occidente todos los años entrega un bello libro sobre los ecosistemas de Colombia, y Benjamín Villegas ha publicado libros de lujo sobre montañas, cavernas, páramos, ríos, aves de Colombia, aves del Llano, colibríes, mariposas y orquídeas.
ANDRÉS HURTADO GARCÍA