Confieso mi iración por los indios de las praderas, por su cosmogonía, sus danzas, sus costumbres, sus luchas por defender su territorio. Tengo una biblioteca de más de 100 libros sobre su historia y sobre su extinción a manos del ejército de Estados Unidos. Completa mi colección el libro Pies desnudos sobre la tierra sagrada, con las más bellas y poéticas fotos de los indios del oeste, tomadas por Edward S. Curtis. Me duele reconocer que tengo pocos libros sobre nuestros indígenas. No se han publicado muchos. Reconozco y me apego a la sentencia de Paul Valéry: “No apostaría un céntimo por el futuro de un pueblo que no reconoce su pasado”. Y en Colombia, triste es decirlo, nos olvidamos y a veces maldecimos nuestro pasado.
Peter Cozzens ha publicado el que quizás sea el más completo, documentado y objetivo libro sobre las guerras del oeste americano. Se titula: La Tierra llora. La amarga historia de las guerras indias por la conquista del oeste. El libro literalmente se devora. Se han hecho ya seis ediciones desde el año 2017; la completísima bibliografía abarca 15 páginas. El libro ha merecido los más entusiastas elogios de historiadores, periodistas y analistas norteamericanos. El libro reconoce la grandeza de los indios y las atrocidades cometidas por ambos bandos.
El tendido del tren para unir las dos costas y el hallazgo de oro en las montañas fueron los elementos que desembocaron en la matanza de los indios. Fue el general Custer el descubridor del oro en las Black Hills. Se pretendía convertir a los indios en agricultores sedentarios, contradiciendo sus costumbres y su vida nómada por las extensas llanuras del oeste.
Por el libro desfilan los tres grandes generales de la guerra de Secesión: Grant, que llegaría a ser presidente del país; Sherman, que en un principio fue amigo de los indios para convertirse en su fiero contendor, y Sheridan. Este último general fue acusado de racista y su frase se hizo célebre: “El único indio bueno es el indio muerto”.
El autor vuelca su simpatía por los grandes caudillos Nube Roja, Caballo Loco, Nez Percé, Toro Sentado y Cochise, cuyo nombre es familiar para los colombianos. Tanto Caballo Loco como Toro Sentado fueron vilmente asesinados. En cuanto al célebre Gerónimo, el autor lo desenmascara como un hombre cruel por naturaleza. El autor describe con pasmosa minuciosidad más de 20 batallas entre los indios y los soldados, empezando con la batalla de Washita y terminando con la tragedia de Wounded Knee, que pesa en la conciencia nacional como la más abominable matanza de aborígenes.
Peter Cozzens escribió otra historia sobre los indios del oeste con un libro, complementario del anterior. Se titula Tecumseh y el profeta. Los hermanos shawnees que desafiaron a Estados Unidos. Su vida es anterior a la gran guerra del oeste, pero sus luchas iban por el mismo camino, defender la vida de los hombres de las praderas. Eran hermanos. Tecumseh era un líder nato, un sabio, gran diplomático, hombre de paz, noble, gran guerrero y estadista. Su hermano, Tenkswatawa, era bastante extraño, alcohólico, había perdido un ojo lanzando una flecha y sus ideas eran religiosas y pretendían, como su hermano, unir a las grandes tribus, pero con ideas y prácticas espirituales, ritualistas y extrañas. Los dos se complementaban. La historia dice que Tecumseh pudo fundar un Estado indio, anterior a la creación de la nación americana.
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Y sin salirnos del tema, interesante la novela La española y el muisca, que escribió Mariela Vargas Osorno sobre el príncipe Cutzo. Sus descendientes, indios y mestizos, luchan por defender su tierra. Novela apasionante.
ANDRÉS HURTADO GARCÍA