La relevancia intelectual y el gran prestigio personal y profesional que en sus ochenta años de vida alcanzó el médico genetista y biólogo Emilio Yunis Turbay, no es atribuible sólo a su condición de científico o de voz mayor de la investigación académica de la Universidad Nacional de Colombia.
El eminente erudito —nacido en Sincelejo en 1937 y fallecido el 23 de marzo de 2018 en Bogotá—, hijo de inmigrantes libaneses, fue un virtuoso investigador y escritor de ensayos originales apoyado en las bases esenciales de ciencias como la biología y la antropología, en cuya profundidad logró desarrollos con los cuales revolucionó positivamente el rumbo de ambas al socaire de otras ciencias, como la historia, la sociología, la economía y la geografía.
A su celebrada investigación sobre la estructura genética de la población colombiana que puso en evidencia el mosaico étnico y la regionalización de la raza, siguió la construcción de las “endogamias culturales” y el surgimiento de la cultura ladina imperante.
Desde los estudios culturales identificó regiones aisladas unas de otras, así como desarrollos comunitarios desiguales con los cuales explicó los desequilibrios regionales y las notorias diferencias, entre ellas que superan los marcos de la productividad económica para convertirse en concepciones culturales opuestas, con visiones disimiles, estrechas y limitadas del hombre y del mundo, presentes desde el comienzo de la construcción nacional.
Puso en evidencia el mosaico étnico y la regionalización de la raza, siguió la construcción de las “endogamias culturales” y el surgimiento de la cultura ladina imperante.
Sus notables incursiones sociobiológicas fueron producto de rigurosas exploraciones a fin de determinar claramente su origen y sus causas: identificó patologías psicosociales generalizadas como la antipatía al vecino, al recién llegado, al de otro lugar, al forastero, factores de personalidad y cultura que alcanzan niveles preocupantes de conflicto cuando la precaria inmigración, acogida por el país, nos dejó en condiciones subalternas frente a pueblos vecinos del hemisferio que, merced a una mayor y más selecta migración, han tenido significativos niveles de progreso espiritual y material.
Creador del Instituto de genética de la Universidad Nacional de Colombia, el Maestro Yunis fue pionero en el país en la introducción de las pruebas de ADN en materia forense y, por extensión, en el hemisferio; también fue un adelantado en la inserción de las pruebas de inmunogenètica para trasplantes, así como en los estudios de genética poblacional. Instauró además la disciplina de la Citogenética y la Genética Clínica y la primera maestría en Genética para Humanidades en la Universidad Nacional.
En el campus universitario de la “Nacho”, donde nos dejó las huellas del dilatado influjo de su conocimiento profundo, Yunis fue reconocido por haber sido el impulsor en la institucionalización de programas académicos que incorporaron la genética y la evolución científica como materias básicas del pensum, además del mestizaje y la inmigración como facetas especializadas de la antropología biológica. “La diversidad biológica permite la diversidad humana”, dice en uno de sus exquisitos libros.
En un almuerzo organizado por él en su laboratorio, al que concurrimos como invitados especiales y únicos los profesores Gerardo Molina, Carlos Gaviria Díaz, Orlando Fals Borda, Alfredo Molano Bravo y quien suscribe esta columna, Yunis introdujo el acto social con una tesis según la cual “quien no domine los principios básicos de la Evolución (la teoría científica planteada al mundo en la década de 1830 por Darwin para explicar los orígenes de la materia orgánica o de los seres vivos), quien no esté completamente imbuido de sus principios sabe escasamente la mitad de las cosas que intenta aprehender”.
Señaló asimismo que “si miramos a Colombia como un país de regiones —tesis capital en los trabajos del sociólogo Fals Borda, allí presente en el fraternal condumio— los contrastes saltan a la vista, las subculturas que cada una encierra, y las valoramos, vemos las marcadas diferencias entre unas y otras. “Aún más —agregó Yunis—, si nos detenemos en los fenotipos de los pobladores, encontraremos diferencias notorias que en la mayoría no habíamos percibido”.
De conformidad con sus tesis centrales, cada región terminará adoptando una manera de ser particular, un tipo de familia, un lenguaje propio, una forma de hablar característica, se transforman en “cantones selectivos”, como los denominaría en su momento Fals Borda.
Por fortuna, casi la mayoría, si no la totalidad de los seres humanos, tenemos una dotación genética media, adecuada para desarrollar nuestras capacidades, nuestras potencialidades, si tenemos oportunidades y contextos adecuados.
Al cumplirse el V aniversario de su fallecimiento, Colombia entera recuerda y proclama su iración por este grande y sabio padre de la genética humana.
ALPHER ROJAS C.