Hasta hace unas horas, la tendencia número uno en redes sociales era #ColombiaALaCalle23N. Se trata del llamado que está haciendo la oposición para salir a marchar en una nueva convocatoria como la que se realizó el 21 de abril de este año y que, vale decir, resultó exitosísima en ese momento. La acumulación de razones en aquel abril para salir a las calles parecía densa, y aunque lo que pasó después de esa movilización fue que terminó aprobándose la reforma pensional, la gente siguió inconforme y se llenó, todavía más, de argumentos para pensar en otra marcha que, finalmente llegará este 23 de noviembre.
¿Pero quiénes la convocan? ¿Veremos marchar como hace unos meses a algunos ‘verdes’ arrepentidos, a médicos y enfermeras, a sindicatos del sector petrolero, a uribistas y ciudadanos sin partido, todos al mismo tiempo? ¿Qué tan dispuestos están a deponer sus diferencias algunos sectores para salir juntos a caminar contra el presidente Gustavo Petro y lo que él representa? ¿Qué tan potentes son los tuiteros e ‘influencers’ de ese lado, a la hora de hacer llamados a la acción?
He ahí el desafío, y, la del 23 de noviembre, no parece, en ese sentido, una marcha más. Las elecciones ya no se ven tan lejanas, y convenciones como la del liberalismo están planteando, desde ya, la necesidad de hacer alianzas que permitan enfrentar al petrismo en las urnas en 2026.
Es verdad que a Petro le ha ido mal con los últimos llamados a movilizaciones que ha hecho. No ha sido fácil para la narrativa del Pacto Histórico comparar una marcha exitosa como la del 21 de abril de la oposición con las que le siguieron, organizadas por el petrismo, y algunos podrán decir que eso denota una debilidad en el oficialismo.
¿Qué tan dispuestos están a deponer sus diferencias algunos sectores para salir juntos a caminar contra el presidente Gustavo Petro y lo que él representa?
Sin embargo, lo que no pueden perder de vista los opositores al Gobierno es que, aun en la más dramática de las últimas encuestas, el Presidente está cerca del 30 por ciento, y en otras, como la realizada por Atlas Intel y Bloomberg, la aprobación del primer mandatario incluso está sobre el 40 por ciento. Así que decir que el petrismo está enterrado es la peor fantasía que se pueden hacer quienes pretenden ser alternativa en los siguientes comicios. Por eso hay que analizar lo que pueda pasar con convocatorias como la del 23N, porque se convierten en un buen termómetro para saber qué tan organizada está la oposición, qué tanta capacidad de reunir gente tiene, cómo van a resignificar el sentido de salir a la calle para darle alcance más allá del “fuera Petro” y qué tan probable es que haya unión entre sectores distintos para llegar con nombres fuertes a las urnas que convoquen mucho y no con una multiplicidad de pichones de candidatos.
Armar toldo aparte en materia de movilizaciones y convocar a marchar por separado para no mezclarse sería definitivamente un gran error. Si la oposición, con los matices que sea, quiere verse sólida frente al petrismo, más le vale aglutinar una masa importante que efectivamente salga el próximo 23 de noviembre, así después se hagan las aclaraciones del caso. De otra forma, el Presidente se frotará las manos y dirá que sus detractores fracasaron y se parapetará en esa languidez para seguir radicalizándose y acelerar el paso de cara al 2026.
El pulso está planteado, y lo que no deben olvidar unos y otros es que las campañas que se hacen sobre la base de decir simplemente ‘no’, sin proponer una agenda que invite a la esperanza, agotan a la gente con rapidez y son frágiles en el momento de pasar de las redes sociales a los escenarios electorales reales, que es donde se deciden las cosas de verdad. Por lo demás, sobra decir que si hay gente que invita a marchar para tumbar al Presidente o meterlo en la cárcel, le dará munición y papaya a Petro y la convocatoria perderá credibilidad. El 23N se juega mucho. Veremos qué pasa.
JOSÉ MANUEL ACEVEDO M.