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Entrevista
¿Quién era la mamá de Leonardo da Vinci? Entrevista con Carlo Vecce, el escritor que la descubrió entre las sombras
Caterina pudo ser una esclava; vivió en el siglo XV y su biografía era un misterio... hasta ahora.
Leonardo Da Vinci terminó 'La última cena' en 1497. Foto: AFP
Se llamaba Caterina y vivió a fines del siglo XV. Como tantas mujeres en esa época, fue un nombre en un registro. Unas letras garabateadas por un notario y el resto fue silencio. Excepto que esta Caterina no era cualquier mujer. Fue la madre de Leonardo da Vinci y, sin embargo, no se sabe nada de ella ¿Quién era? ¿De dónde provenía? ¿Cómo fue su relación con su hijo?
Esas fueron las preguntas con las que seguramente partió Carlo Vecce, profesor de Literatura Italiana en la Universidad de Nápoles y estudioso de Da Vinci. Las respuestas están en su libro Caterina, que se ha convertido, con razón, en un best seller y que ahora lo obliga a viajar con ella por todo el mundo.
“El éxito de Caterina ha sido una enorme sorpresa y continúa siéndolo”, me dice Vecce, desde China, a donde lo llevó la gira de su libro. “Cada vez que se publica una nueva traducción me parece que renace una nueva Caterina, porque cada traducción es una creación distinta, en una lengua o una cultura diversa. Es como si ella siguiera viva y continuara de viaje por el mundo. Este era mi deseo más grande, darle vida a esta mujer olvidada: un acto de justicia y tal vez también de amor”.
Caterina, Carlo Vecce, Alfaguara. Foto:Archivo particular
Aunque Caterina es una novela, Vecce se basó en la historia real para escribirla. A partir de exhaustivas investigaciones y de documentos de la época, su autor reconstruye la que para él es una hipótesis plausible: que la madre de Leonardo hubiera sido una esclava. Es así como el autor traza la posible ruta de Caterina, desde su captura en algún país del norte de Europa hasta su llegada a Italia, y la entrelaza con la historia de personajes que vivieron en el Viejo Continente en esa época.
Boceto de Leonardo Da Vinci Foto:AFP
La novela, entonces, tiene un pie en la realidad y uno en la ficción. Pero para Vecce esto no es necesariamente así. “Creo que en mi escritura no hay un límite preciso entre ficción y realidad. Como en la vida, todo parece real y al mismo tiempo es ficción, es ilusión. ¿Qué hay bajo la superficie? ¿Qué pensamientos o sentimientos se esconden bajo las caras de la gente que vemos cada día? No podremos decirlo con precisión. Todos los protagonistas de mi libro han existido en la vida real y sus nombres aparecen en los documentos que he encontrado. Aun los personajes más fantásticos como Yakov, Termo o Mariya corresponden a personas que vivieron –y murieron– en aquel lejano pasado, que combatieron y sufrieron”, explica el autor, y dice también que ni siquiera esos documentos cuentan toda la historia. Según él, “son fragmentos y aun en esos fragmentos no hay una sola verdad. Es la imaginación la que los hace vivir”.
Caterina fue hija de un guerrero y terminó capturada en una batalla y ahí comienza su travesía, durante la cual fue vendida de mano en mano, a veces protegida y otras veces atacada por sus señores. Víctima de un mundo hostil, Caterina tuvo que aprender las diversas lenguas que hablaban sus amos, sus compañeras de servidumbre, y debió pasar hambre y frío y dormir en pisos helados o en rústicos jergones de paja.
Para Vecce, que ha trabajado en ensayos literarios y en la academia, la incursión en la literatura de ficción, si se le puede llamar así a Caterina, es un proceso novedoso. “No había probado antes esto de pasar al otro lado y descubrir que yo podía crear la historia, imaginar los personajes, sus vidas y emociones –dice Vecce–. Fue una experiencia bellísima, como un sueño que no quisiera que se terminara nunca”.
Carlo Vecce es una de las autoridades mundiales en la vida y obra de Da Vinci. Foto:Archivo particular
Sin embargo, el proceso no fue del todo una incursión al azar. Además de profesor de Literatura Italiana, el autor ha sido un ávido lector y, según él mismo lo dice, un cinéfilo, y se apoyó en todas estas herramientas, además del conocimiento profundo que tiene de Leonardo, una obsesión que comenzó cuando era un adolescente, cuando leyó por primera vez el ensayo de Freud titulado Leonardo da Vinci, un recuerdo de infancia. “Las reflexiones de Freud me impresionaron mucho –dice Vecce–, tal vez porque estaba en un momento de la vida en el que comenzamos a interrogarnos sobre nosotros mismos, nuestra relación con el mundo, con los demás, nuestra propia sexualidad. Mi acercamiento a Leonardo no ha cambiado mucho desde entonces, aunque naturalmente lo he profundizado al conocer toda su magnífica obra. Para mí, Leonardo siempre ha sido un niño, y toda su obra ha sido un juego infinito de descubrimiento del mundo y de la vida”.
¿Qué tanto es cierto de la historia de Caterina, la mujer, la madre de Leonardo, la esclava? Todo y nada. La ficción de Vecce se mete por los intersticios de la realidad, se basa en otras historias ciertas, rescata fechas, momentos, personas, oficios, y termina reinterpretando su vida y su época.
Caterina fue hija de un guerrero y terminó capturada en una batalla y ahí comienza su travesía, durante la cual fue vendida de mano en mano, a veces protegida y otras veces atacada por sus señores. Víctima de un mundo hostil, Caterina tuvo que aprender las diversas lenguas que hablaban sus amos, sus compañeras de servidumbre, y debió pasar hambre y frío y dormir en pisos helados o en rústicos jergones de paja. Pero había algo en ella, algo que hipnotizaba a hombres y mujeres por igual. Tal vez sus ojos profundamente azules, o su sonrisa hierática, o su habilidad para dibujar, o simplemente se veía que tenía un alma libre. Lo cierto es que Caterina tocó las vidas de todos aquellos con los que entró en o.
Así lo cuenta Vecce en su libro, que está narrado por todos aquellos a quienes la bella Caterina les cambió la vida. Todos los que la conocieron y terminaron haciendo algo por ella o recibiendo algo de ella. Incluso Vecce, porque el último capítulo, titulado ‘Yo’, cuenta su propia relación con la madre de Leonardo. “Al comienzo, la novela terminaba con la muerte de Caterina en brazos de su hijo –confiesa Vecce–. Quería contar solo su historia, desde el nacimiento hasta la muerte, sin incluir la pesada y tradicional nota del autor. Pero luego de la escritura de las últimas páginas, me parecía que algo faltaba. Y continuaba sintiendo la presencia de Caterina a mi lado. Cuando decía que la veía en mi estudio, en mi casa, era un poco cierto. Ella me miraba, muda, como si me pidiese algo, pero no sabía qué. Y finalmente lo entendí. Debía contar cómo la había encontrado. Yo era el último personaje que había cruzado su vida con la de ella. Y debía contar su vínculo con el hoy, el hilo indisoluble entre el pasado y el presente, tanto a nivel individual (como autor) como a nivel colectivo (la historia de las tragedias que vivimos en el mundo contemporáneo). Caterina nos cambia la vida y nos pide que abramos los ojos, que nos despertemos, antes de que sea demasiado tarde”.
Caterina no es un personaje que existe solo en el siglo XV, alejado de toda realidad actual, sino que puede ser un ejemplo claro de lo que vivimos hoy. Vecce lo explica diciendo: “Caterina es un símbolo de todas las mujeres que en el último milenio de la humanidad han tenido casi que un papel secundario y han sido sometidas a humillaciones y violencia y privadas de su voz y de su libertad. No solo en el pasado, sino en el mundo actual. ¿Cuántas Caterinas hoy están obligadas a dejar su país para huir de la guerra, el hambre, la violencia o simplemente para buscar una vida mejor? ¿Y cuántas de ellas se convierten en esclavas, son violadas y ofendidas en su dignidad humana?”.
Caterina, por otro lado, no es simplemente una víctima. Carlo Vecce dibuja a su personaje como una mujer que va creciendo, que aprende, que sobrevive y que termina labrándose un destino. Pero no lo hace sola, porque a lo largo del libro hay otras mujeres que le enseñan sobre la valentía, la dignidad, la independencia. Si bien es cierto que hay personajes masculinos tiernos y hermosos, como Timo, el navegante, son dos mujeres que guían los pasos de Caterina y que resultan entrañables: su amiga Mariya, su “ama” Ginevra, una mujer que, según Vecce, “no acepta la condición de subalterna que la sociedad de su época le imponía”.
Ginevra, recuerda Vecce, fue una feliz excepción en su época. Se casó dos veces y era negociante, compraba y vendía inmuebles y por lo tanto se le trató a la par que a los hombres. Todo esto lo sabe porque lo ha leído, porque ha visto los documentos con la firma de esta mujer, pero, como ya ha dicho, los documentos son verdades a medias que tuvieron que ser interpretados por el autor para establecer cuál era la verdadera relación de los personajes. El notario de Vinci, por ejemplo, conoce a Ginevra cuando debe hacer contratos para ella y es a través de esas palabras escritas por el padre de Leonardo que Carlo Vecce descubre quién era ese joven que se había enamorado de “la Caterina”, como la llama su autor.
El mundo en el que se mueven, esa Europa convulsionada y cosmopolita de fines del siglo XV, es también otro componente importante en Caterina. Vecce nos lleva de la mano por los puertos, las montañas, los palacios y los barrios de mala muerte que pueblan la costa mediterránea o el gélido norte de donde proviene la madre de Da Vinci. Y de la mano de este mundo está el lenguaje. “En la narrativa, la escogencia lingüística es fundamental –dice Vecce–. El lenguaje que he usado es el resultado de una mediación. No es, por supuesto, la lengua original de los personajes, pero la novela quiere, sin embargo, introducir al lector en esa maravillosa torre de Babel que es el Mediterráneo del medioevo tardío: de las arcaicas lenguas caucásicas y mongolas a las lenguas del intercambio comercial (veneciano, genovés, francés, griego, turco, armenio, hebreo) hasta el toscano y el florentino”. Si bien es cierto que la lengua original del libro es italiano, un italiano moderno y directo, el autor, como él mismo lo explica, se divierte usando palabras y construcciones del italiano antiguo y algunos términos de otras lenguas.
Pero su búsqueda del lenguaje no se detiene ahí. Para Vecce también era importante ver cómo pensaban, cómo sentían, qué palabras se formaban en el interior de sus personajes. “Resulta más difícil expresar un modo de pensar tan distinto del nuestro y tan cambiante según los diversos personajes –explica–. Pasamos de la simplicidad arcaica y salvaje, como en el caso de Yakov y Mariya, a las formas más complejas de la cultura y el pensamiento, como sco y Leonardo. Espero haberlo logrado, al menos parcialmente”.
Han Kang, premio nobel de literatura, es la nueva portada de la revista BOCAS. Foto:Getty
Estos personajes, que no fueron famosos, pero fueron parte de un momento histórico particular, derivan de la obsesión de Vecce por rescatar lo que él llama “la microhistoria”. “La novela histórica es uno de mis géneros literarios preferidos –confiesa–. Sobre todo, cuando cuenta las cosas desde el punto de vista de la vida cotidiana, de los individuos que, en su singularidad, son universos únicos e irrepetibles”.
Y cita la novela I promessi sposi, un clásico italiano escrito por Alessandro Manzoni a mediados del siglo XIX, y que trata sobre una pareja en el momento de la dominación española en Lombardía. “Me interesa el punto de vista de los ‘humildes’. En la escritura de Caterina he vivido sus vidas, incluso en los momentos más trágicos. Mi deseo es comunicar esa sensación a los lectores, para que incluso ellos vivan la misma experiencia”.
Esa intención está patente incluso cuando aborda la vida de Leonardo. “Siempre he preferido preguntarme sobre los aspectos de su humanidad, de hombre entre los hombres, más que de aquellos que se encargan de alimentar el mito contemporáneo del genio oscuro y solitario, y esta es justa la línea dominante, incluso en mi último libro, la nueva biografía, que tiene como título Leonardo, la vida y que, no por casualidad, lleva como subtítulo: El muchacho de Vinci, el hombre universal, el errante”, dice.
No solo Leonardo sigue presente en sus pensamientos. Ahora también Caterina. “La historia de Caterina se me apareció casi por casualidad –concluye Vecce–, y comencé a escribirla sin pensar en las consecuencias o en que me iba a cambiar la vida. Creo que son las historias las que vienen a nosotros, aun si nosotros no las buscamos. Y que son los personajes quienes nos encuentran, aun cuando no los esperamos, o no los merecemos. Nosotros no debemos hacer nada distinto de escuchar sus voces y eso es lo que he hecho con la historia de Caterina. La única cosa que no he podido lograr es darle voz a ella, a Caterina. Ella me miraba, pero no me hablaba directamente: siempre se comunicó de otro modo, con el gesto, con los ojos, con la sonrisa. Tal vez es ahora cuando escucho de verdad su voz, y es una voz que viene de un mundo lejanísimo y arcaico, la expresión de un pensamiento salvaje, lo mismo que ella le ha comunicado a su hijo. Creo que este será mi próximo libro”.