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Especial multimedia sobre los casos de abuso, acoso y extorsión sexual en el deporte colombiano.

El abuso a un joven con Síndrome de Down

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El 93 % de los deportistas que han experimentado algún tipo de acoso o o no deseado no lo reportan.

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EL ABUSO A UN JOVEN CON SÍNDROME DE DOWN

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Cuando lo hizo, seguro creyó que nadie se enteraría: “El muchacho no hila frases, es difícil que cuente todo con detalle”, debió pensar por un instante antes de perder cualquier asomo de racionalidad.

Y sí. Si hubiese sido solo por el relato de Juan Sebastián, de 21 años, quizá nunca se habría conocido cómo el sujeto, nadador y medallista paranacional habría abusado de un joven con Síndrome de Down en el Complejo Acuático de Bogotá.

Sin embargo, el único testigo que se ha atrevido a hablar, las grabaciones del lugar, los relatos de algunos familiares, las eternas visitas a la Fiscalía y las pocas pero certeras palabras del afectado fueron suficientes para que Sonia, madre de Juan Sebastián García, atara todos los cabos para reconstruir lo que habría sido la violación a su único hijo.

Y, con el relato de la madre, el caso, destinado a mantenerse bajo el sigilo de los peores crímenes, toma un aire que le permite derrotar al aliado que el agresor buscó desde un comienzo: el silencio.

Un día que no fue uno más.

Aquel jueves 17 de febrero del 2022 prometía ser una fecha más en el calendario.

Tal cual lo veníamos haciendo desde antes del comienzo de la pandemia, nos levantamos temprano con Juan para ir a las clases de tecnificación en el Simón Bolívar.

Después de varios meses en los que asistimos de manera virtual a unas sesiones de ejercicio, el hecho de ir a nadar de verdad siempre traía algo de emoción extra para el niño.

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Esa mañana, llegamos antes de las nueve al Complejo, nos encontramos con sus compañeros y luego ellos se fueron a lo que iban, a entrenar.

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Terminada la clase, Juan se estaba demorando mucho en salir. Yo no me preocupé, la verdad. Desde que ha entrado solo al vestier, suele demorarse mucho mientras se cambia. A él le gusta doblar muy bien su ropita, que no haya una sola arruga y que todo quede perfectamente organizado en la maleta.

“Ya deben estar por venir”, le dije a Nubia, la mamá de Camilo, cuando ella me comentó que estaba preocupada porque los muchachos no llegaban.

A ella siempre le ha angustiado que su niño tarde mucho, pues él, que tiene doce añitos y una discapacidad visual, ya alguna vez se había salido sin querer del Complejo y se había perdido. Así que, por supuesto, la entendía.

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Al final, Nubia fue y vio que los niños estaban sentados al lado del baño de hombres. Juan vino y arrancamos para la casa.

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Sobre las 6, cuando estábamos por ver televisión, el niño me dijo de la nada: “Dolor, mamá, dolor”. Yo no entendía por qué si no se había pegado ni nada. Después, me señaló sus partes íntimas.

Le bajé el pantalón y le levanté el calzoncillo. Sus partes íntimas estaban inflamadas. De inmediato pensé que era una enfermedad. Juan es mi primer y único hijo, así que por supuesto no se me vino a la cabeza nada que no fuese una infección o algo así.

Traté de llamar a la EPS, pero no había citas de urgencia. Lo único que se me ocurrió fue preguntar en el Complejo al día siguiente a ver qué había pasado.

Y lo que ocurrió fue lo que jamás me imaginé.

A mi hijo lo violaron

El viernes llegamos al Complejo de nuevo con Juan y saludamos a Nubia y a Camilo. Mientras los niños se hablaban, ella me dijo que necesitaba contarme algo. Y apenas nos alejamos me dijo: “¿Cómo está el niño”.

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… Todo ocurrió en los baños...

Yo le respondí de una: “mal”. Ahí me la soltó toda: “Camilo vio que ayer violaron a Juan”. Para mí era imposible creer eso que me estaba diciendo. ¿Cómo así que habían violado a mi hijo? ¿En qué momento? ¿Quién había sido?

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De inmediato tomé al niño y nos fuimos a donde el entrenador. Él me mandó para donde el médico, pero yo llamé a mi hermano, que es policía, y me dijo que fuera a pedir los videos de seguridad. Allá dejé la solicitud y salimos para donde el doctor.

Lo que vino después, tras un viaje en ambulancia, fue que me ratificaran la noticia en una clínica: al niño lo habían abusado sexualmente.

A Juan lo hospitalizaron todo el fin de semana. Mientras tanto, yo puse la denuncia en la Fiscalía. Lamentablemente, sin pensarlo, en el momento en que acudí a las autoridades, empezó un martirio. No ha habido día en el que no vaya hasta las oficinas de Paloquemao para ver qué ha pasado con la investigación.

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Y para lamento mío y de todos los que hemos creído en la justicia de este país: no ha pasado nada. Se recuperaron los videos y me los mostraron fragmentados. Cambiaron de fiscal, asignaron otros investigadores y el caso no se mueve.

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Del Instituto Distrital de Recreación y Deporte no me han dicho nada, y la Fiscalía me pide una valoración psiquiátrica para el niño. Absurdo.

Varios meses después de que violaron a mi hijo, todavía no hay avances. Y pues con eso me ha tocado a mí hacer lo que no ha hecho quién debería: averiguar. Y yo lo he hecho, en medio del dolor: investigar el detalle de cómo fue que abusaron de mi hijo.

Se aprovecharon de su condición

Ese jueves, en efecto, la clase de Juan se terminó y él se fue a cambiar en el baño como lo hacía habitualmente.

Para ese momento, que eran las 11 de la mañana, ya habían terminado también las clases de los de alto rendimiento y los de práctica libre. Así que el vestier estaba lleno de hombres de todas las edades.

Camilo, el hijo de Nubia, fue más ágil que Juan: se cambió y salió rápido del vestier.

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En esas, cuando el niño se fue, uno de los paratletas que estaba ahí se acercó a Juan, lo agarró, lo atacó y lo encerró en uno de los cubículos de las duchas.

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Mientras Juanito trataba de poner resistencia, al menos otros cuatro compañeros del tipo ese, que es bien conocido en el Complejo, se encargaron de cubrir para que nadie viera. Eran los ‘campaneros’.

El señor este, que le lleva 16 años a Juan, y es mucho más fornido, le bajó su ropa interior. Lo manoseó y ultrajó de tal manera que lo terminó lastimando. Paso seguido, el agresor decidió acceder sexualmente a Juan.

En medio de esa situación, Camilo volvió a entrar en escena. Por suerte, digo yo ahora, se le había quedado la botella de agua y tuvo que devolverse. De seguro cuando entró al vestier y vio el alboroto, se dio cuenta de que Juan estaba en problemas. Ahí, él se metió al cubículo para tratar de parar el abuso y con otro compañerito, que es ciego, se le lanzaron encima al infeliz.

Ellos fueron los que detuvieron lo ocurrido. El tipo los empujó y junto a sus amigos salieron de afán del baño. Como si nada hubiera pasado.

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Después, los niños esperaron hasta que Juan se arreglara. Cuando salieron, no vieron de otra que sentarse ahí afuera, desolados. En ese punto fue cuando llegó Nubia y los recogió.

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Si Camilo no se hubiera tenido que devolver, quizá nunca me habría enterado de lo ocurrido. Ahorita no sé si pasó otras veces o qué. Lo único que tengo claro es que esto no puede quedar impune y que, aunque quieran encubrir al agresor, la verdad se conocerá. Esa es mi meta.

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