
Una condena sin mayor justicia
El 28% de los deportistas en Estados Unidos piensan que los malos comportamientos en términos emocionales, físicos y sexuales son un problema en sus deportes.

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Una condena sin mayor justicia
Han pasado tres años desde que yo, Carolina Rozo, denuncié por acoso sexual a Didier Luna, entonces técnico de la Selección Colombia Sub-17 femenina, cuando era la fisioterapeuta del equipo. Aunque la sentencia salió a mi favor, lo que ha pasado desde la condena no ha sido fácil para mí, y he tenido que pasar por muchas situaciones incómodas.


El tema de mi caso fue muy mediático en su momento. El proceso penal quedó documentado y se dio un preacuerdo que no fue del gusto de todo el mundo, pero no había otra opción, por el sistema judicial que tenemos. El señor Luna fue condenado a 28 meses de prisión por injuria por vías de hecho.
Después de eso, empiezo a laborar en el deporte. Hago parte de un sindicado muy conocido en Colombia de los futbolistas profesionales. Estuve ahí un año aprendiendo mucho, pero también viendo situaciones de machismo, de comportamientos fuertes que ya tienen marcados los hombres contra las mujeres. La verdad, no lo esperaba: se da uno cuenta de que no todo es como se ve desde afuera.
Yo aprendí mucho allá. Carlos González Puche fue una excelente persona, me enseñaba mucho. Al que no le gustó mucho fue a Luis García, fue él quien me sacó. No quise firmarle la carta de despido. A pesar de las diferencias, los aprecio.


A comienzos de 2021, tuve una videollamada con el entonces ministro del Deporte, Ernesto Lucena, en la que le conté lo que había encontrado sobre las futbolistas: había jugadoras a las que no les habían pagado sus salarios y eran amenazadas por los directivos. Esa reunión fue para ‘datearlo’ a él, pero también para sacar adelante el proyecto contra la violencia de género en el deporte.
Ya se había hecho un lanzamiento en 2020. De eso se hizo un documento en8 el que se mostraba cómo iba a ser la ejecución y era muy bueno poder participar. Aunque el ministro me acepta, duré un tiempo esperando a que me llamaran. Empezamos a tener o con el viceministerio y siempre paraba algo. Hasta que, finalmente, eso se manejó a través de un operador, una fundación llamada Fundesco, que yo no conocía.
Cuando empecé a trabajar con ellos, noté que esta fundación tenía unos antecedentes de corrupción. La manejaba Judy Pinzón, una exconcejal de Bogotá qué fue condenada, pero la representación legal la tenía su hija, Gina Bejarano, quien además tenía a cargo la ejecución del proyecto.
Al llegar a ese trabajo encuentro una mesa grandísima, con muchos profesionales buenos, pero casi todos recomendados, había un tráfico de influencias allí. En ese momento no dije nada, seguí ‘dateándome’, hasta que comprendí que todo tiene un límite.
Fue un momento muy fuerte, con horarios muy duros y en los que me revictimizaron muchísimo: se necesitaba contextualizar a todas estas personas de esta mesa de trabajo, llevarlas al mundo del deporte. Estaban muy desconectados con el tema, así que fui como el conejillo de indias.


Esto me perjudicó mucho a mí, me generó, de nuevo, ataques de pánico, de ansiedad. Uno de esos ataques de pánico hizo que una vez yo terminara tirada en la calle.
El trato de la representante legal de Fundesco fue indignante. Envié una carta dando respuesta a la terminación del contrato. No pagaron los salarios.
Cuando eso sucedió, fui a hablar con la viceministra del Deporte, Lina Barrera. Sinceramente, no encontré un apoyo de ella. El presupuesto para este programa terminó en unas mochilas con una agenda, un lapicero, una infografía, un tarro para tomar bebidas y ya. Hicieron algunos encuentros a nivel nacional, pero muy callados.
Cuando apareció este tema de tráfico de influencias, se abrió una investigación y a mí me llaman a declarar: yo era la única que no estaba vinculada por recomendación. Es cuando uno se da cuenta de que todo fue una vitrina falsa, hay mucho discurso, pero no hay acción.
Todo esto hizo que yo me alejara del medio deportivo, decepcionada. Pero antes de eso, estaba por publicar mi libro, en el que recogía todo lo que me había sucedido. Tuve que reescribir algunos apartes, quería ampliar algunas cosas, desde todo lo que viví en la Federación hasta los temas de corrupción. Tuve que reestructurarlo.
Pero cuando estaba en esa edición, empecé a recibir amenazas.


Me mandaban correos, mensajes de texto de teléfonos a los que luego devolvía la llamada y parecía que les hubieran sacado la sim card. Me decían que si sacaba el libro me iban a buscar y me iban a matar.
Por esas amenazas no he publicado el libro, sentí temor por mi familia, tengo a mi hijo, incluso hemos pensado en irnos del país. La salud mental se afecta, recae a esos momentos oscuros, se devuelve la película y vuelvo a tener depresión, ansiedad. Pero esa mala experiencia tiene que servir de algo. El mundo del deporte está lleno de mentiras. La condena de este señor debería ser un llamado de atención. Me queda la frustración de no poder contar lo que se vive.
Con el tiempo decidí alejarme del deporte y seguir en la fisioterapia desde la parte clínica, hospitalaria. Pero eso me llevó a otra situación: hace un par de meses me hicieron unas pruebas en un hospital universitario, muy reconocido. La psicóloga de talento humano me dijo que no me podían recibir, porque había hecho unas denuncias públicas y eso no era una buena imagen para la institución. Entonces, malo si uno denuncia y malo si se queda callado. Uno queda en el limbo.
Actualmente estoy tratando de buscar opciones, ya como independiente desde mi carrera. Yo avancé en estudios, me gusta capacitarme, me gusta la parte académica.

También estoy mirando la opción de irme a otro país y ejercer donde no me conozca nadie, buscar esa seguridad que hoy no siento en Colombia, como mujer, como persona, como profesional, como todo.
De las denuncias que aparecieron paralelas a la mía no he vuelto a saber nada. En ese momento pasó algo curioso. Cuando empecé a trabajar en la Asociación, pude ver cómo se mueven las cosas en el fútbol, cómo les firman un contrato y no les dan una copia. Pero también noté un juego de egos entre algunas jugadoras. Algunas me pegaron duro, me dijeron que no las representaba por no ser futbolista. Pero fueron muchas más las que me apoyaron. Esa falta de solidaridad, de no acobijarnos entre nosotras mismas, eso es dantesco.
El proceso disciplinario de la Federación quedó ahí. Al día siguiente de la condena a Luna, cuando él salió a dar declaraciones, aseguró que Álvaro González le dijo que apenas tuviera su hoja de vida limpia podía volver a la Federación con los brazos abiertos. Para mí no sería extraño que regresara.
Casualmente, en estos días me llamaron para un foro en la Defensoría del Pueblo. Me dijeron que iba a estar la ministra, algunas deportistas. En el Ministerio dicen que a ellos no les compete estar pendientes de una línea de atención o de un proyecto contra la violencia de género. Entonces no sé a qué me invitan, no voy a ir a decir lo mismo de siempre. El tema queda abierto. Lo que más duele es que las víctimas quedamos señaladas. Las que no siguen con el temor, no hay quién las proteja. Es un círculo vicioso.
