
‘Hasta que entendí que me tocaba más de la cuenta'
Entre el 40% y el 50% de los atletas han experimentado algún tipo de acoso.

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‘HASTA QUE ENTENDÍ QUE ME TOCABA MÁS DE LA CUENTA’
Mi nombre es Yessenia Jiménez Moncada y soy atleta de Santander.
Mi vida no ha sido fácil. Soy adoptada. Mi papá biológico murió cuando yo tenía cuatro años y hace siete que no veo a mi mamá. Tuve la fortuna de llegar a la casa de Sandra Silva y Manuel Moncada, que son mis padres adoptivos.


Me levanté con cuatro hermanos más. Nací en Bucaramanga el 9 de abril del 2003, siempre me gustó el deporte y me incliné por el atletismo. Soy corredora de 1.500 metros y 3.000 metros obstáculos y quiero llegar lejos. Aunque a veces no tengo la fuerza para continuar, tal vez por el problema que me tuvo casi que secuestrada durante varios años.
Comencé a entrenar en el estadio de atletismo Luis Enrique Figueroa Rey de la capital de Santander, al mando de Giovanny Vega, quien prácticamente hacía de todo: era el director técnico y luego se convirtió en el masajista del grupo.
Era el encargado de los masajes porque se hizo nombrar, sustituyó a la persona que estaba en ese cargo, pero no era normal lo que pasaba. Vega se ganó la confianza de nosotros, pero yo comencé a cuestionar algunos de sus comportamientos.


Me di cuenta de que me tocaba más de la cuenta. Nos hacía masajes en el baño y no en un sitio especial.
Decía que el masaje era para que estuviéramos bien, descansadas. Cuando viajábamos, llegábamos a otras ciudades y entraba a la habitación a hacernos los masajes para las carreras, pero se sobrepasaba con nosotras. Tuve una lesión en la espalda, un poco más arriba del coxis, pero él se aprovechaba para tocar donde no debía. Aunque la mayoría de veces subía las manos para no comprometerse. Sin embargo, eso lo entendería mucho después.
No me percataba de lo que estaba pasando; a veces me inquietaba, pero yo era muy joven, una niña.
No supe a quién contarle. No me sentía cómoda cuando Vega se me acercaba. Decidí, entonces, pedirle a una compañera que fuera al masaje conmigo; pero el técnico lo impedía, la mandaba a hacer otros trabajos para quedarse solo conmigo. Tenía una fijación hasta rara.
Llegó la cuarentena y me fui para la finca de mis padres en San Pablo, Bolívar, y todo paró ahí.


Sin embargo, me llamaba y hablábamos. En alguna ocasión me dijo que regresara a entrenar y volví a Bucaramanga. Y siguió con el acoso.
Me quería acompañar siempre a la casa. En el camino me decía cosas. Sabía que yo era virgen y me decía que él tenía que ser el primer hombre en mi vida. Me hablaba cosas morbosas. Claro, siempre lo rechacé.
Seguía incómoda. No tuve la suficiente fuerza para contar lo que pasaba. Recurrí a un compañero para que fuera a mi casa cuando terminaba el entrenamiento, pero Vega se enojaba: le impedía que lo hiciera.
Vivía con mi hermana, Lizeth Viviana; ella era la que me acompañaba a entrenar, pero cuando no podía, Vega era el que se ofrecía. Yo tenía 16 o 17 años en esa época, pero desde los 15 comenzó con eso y luego siguió. No paró.
Tomé la decisión de cambiar. Acepté irme para Sevilla a entrenar, porque le cogí miedo al técnico. Durante una época abandoné los entrenamientos. Pero Vega, siempre, enviaba a un compañero a buscarme. Me decía que si no volvía, me iba a sacar del atletismo. Y esa amenaza me dejaba pensando.

Mamá, ese viejo me manosea.
Mi mamá notó el tema. Me preguntó por qué no iba a entrenar y decidí contarle. Tomé el valor y me despaché. No era fácil, era una cuestión que hasta pena da, pero hoy no me arrepiento de haberlo hecho. Le conté que él me acosaba.
Así que tuvimos la idea de pedirle a un compañero que se fuera conmigo para la casa. Decíamos que éramos novios, pero al director técnico no le gustaba verme con ningún hombre.
Luego se enteró mi papá y ahí fue cuando decidimos denunciarlo. Yo no quería hacerle eso, lo que quería era irme de ahí. Entrenábamos en la rotonda del colegio la Normal, en Bucaramanga. Dos meses después de regresar de Sevilla lo hice, porque el presidente de la Liga, Juan Gabriel Henao, y una entrenadora, me dijeron que me ayudarían.


La denuncia dice que realizaba comentarios de tipo sexual –acoso sexual- en el estadio de atletismo Luis Enrique Figueroa Rey y, en general, en los espacios de entrenamiento; así mismo refiere maltrato físico y psíquico al descalificarme como atleta. También advertimos que tocaba mis partes íntimas y otras partes del cuerpo. Eso lo hacía en los baños de los espacios deportivos.
Pasó un tiempo y me lo encontré en un centro comercial, pero no hablamos. Sé que el caso lo tiene un juez. Tuvimos una reunión con él para la imputación de cargos. Yo pensaba que era la única y no era así. Cuando denuncié, fui la primera, y comenzaron a hablar más y más. A una compañera que entrenó conmigo la abusó carnalmente.
Sigo entrenando. Tengo el récord nacional de 1.500 m Sub-16 con 4 min 41 s. Este tema me ha causado problemas emocionales y sociales. Luego de la denuncia, algunas personas me han hecho el feo; incluso, me han insultado. Pero estoy tranquila porque pude contarle a la gente todo lo que me pasaba con ese señor.
