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'Un niño puede ser la conciencia de la sociedad': Yolanda Reyes

La escritora destacó la importancia de la mirada infantil, en su charla de la franja ‘El cine y yo’.

Además de ser escritora, Yolanda Reyes creó Espantapájaros, proyecto de fomento de la lectura desde la infancia.

Además de ser escritora, Yolanda Reyes creó Espantapájaros, proyecto de fomento de la lectura desde la infancia. Foto: Héctor Fabio Zamora. EL TIEMPO

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Las palabras de Yolanda Reyes juegan y se entrelazan con la infancia o en pro de la infancia. En sus columnas, así como en sus novelas y ensayos, se vislumbra la presencia inquisitiva de una voz infantil.
La mirada de un niño –dice– es la mirada de una persona. Entonces, a no ser que escriba para niños muy pequeños, yo escribo pensando en que un niño puede hablar de todo en la vida (...) Yo no eludo los temas difíciles (...) Y a algunos niños les ha pasado de todo en la vida. A pesar de que la censura prohíbe, en algunas circunstancias, hablar de la muerte en la literatura infantil, es inevitable: hay niños huérfanos”.
Esas mismas palabras le merecieron el año pasado el Premio Iberoamericano SM de Literatura Infantil y Juvenil. El jurado lo expresó aún mejor: “Sus aportes como escritora, ensayista, periodista, editora, promotora, librera, conferencista, bibliotecaria, activista de la primera infancia, investigadora y formadora de lectores, escritores y docentes, hacen de Yolanda Reyes una gran representante del mundo de la literatura infantil y juvenil en Iberoamérica”.
Paradójicamente, en su charla de la franja ‘El cine y yo’, organizada por EL TIEMPO, Idartes y la Cinemateca de Bogotá, en el marco de la Feria del Libro, solo había un niño: Jerónimo. Pero la voz de la escritora representó a aquellos niños ausentes de la Sala Capital.
Horas antes de la charla, Reyes le había dicho a EL TIEMPO: “Cada vez más siento que los libros que yo escribo tienen que ver con una mirada más cruda de la infancia. Un niño puede ser testigo y puede ver cosas que los adultos no creen que está viendo. Puede ser la conciencia de la sociedad. Ellos ven desde una perspectiva muy libre: a los niños nadie los mira mirar y nadie les da palabras para explicarles qué pasó”.
Su propia infancia atravesó esa prueba de observar con otros ojos. Cuando vio (“muchas veces”, según dijo) la película 'La novicia rebelde', se identificó con la protagonista, personificada por Julie Andrews, cuando llega a un hogar con niños uniformados de gris y decide cambiarles el atuendo, utilizando las telas primaverales que decoran la sala: “Mi búsqueda de trabajar con niños sí está enmarcada en ese gesto, de cambiar del gris a las cortinas de flores: eso tiene todo un simbolismo”.
Reyes nació en Bucaramanga, en 1959, pero su niñez transcurrió en Bogotá, en un hogar en donde ella ejercía el rol de la estrella de esa película: era la ‘institutriz’ y la que organizaba a sus hermanos menores para cantar y bailar. “Después, muchas veces he pensado que yo era como Julie Andrews, porque lo que hago es un poco eso con los niños: algo creativo, jugando y cantando (...) Fue mi primer o con alguien que no halla su lugar y después lo encuentra en donde no creía. Siento que yo tenía esa misma rebeldía, esa búsqueda de hacer cosas con creatividad, con música, y aprender de una forma distinta”.

¿Vio mucho cine en su infancia?

Sí, claro, recuerdo que en esa época la gente podía ir a la casa a almorzar y regresar al trabajo o, en mi caso, al colegio. Pero mi mamá, que era alcahueta, a veces me recogía y me decía: ‘No te devuelvas al colegio, vámonos para cine’. Yo era muy responsable y le decía que no, pero terminábamos haciéndolo. Una vez, nos encontramos con una profesora de mi colegio, Hijas de Cristo Rey, pero quizás ella también estaba escapada de su trabajo y no nos dijo nada.

¿En qué momento entró la literatura en su vida?

Yo siempre fui lectora de historias, por mí o por la gente que estuvo cerca de mí. La relación con los libros envolvió toda mi infancia, cruzó todos los momentos, ha estado ahí siempre, no puedo recordar cuándo empezó, pero tengo la impresión de que fue mucho antes de que yo aprendiera a leer sola. Y eso está muy anclado atrás.
(Le recomendamos otra sesión de 'El cine y yo': Fabio Rubiano cuenta su vida y sus películas favoritas).

Creando Espantapájaros

Yolanda Reyes estudió Ciencias de la Educación, con especialización en Filología y Literatura. Luego, a comienzos de la década de los 80, vivió en España, donde hizo una especialización en Lengua y Literatura española.
Ya se vivía ‘el destape’ –recuerda–, pero la dictadura de Franco estaba presente en muchas formas. Algunos taxistas aún llamaban a la Gran Vía la avenida José Antonio (homenaje a Primo de Rivera, fundador de la Falange). Todo eso sale en uno de mis libros, que se llama Pasajera en tránsito, que es casi una autobiografía. En ese tiempo, viví en el Colegio Argentino, en la ciudad universitaria de Madrid. Y también estaba en sus últimos años la dictadura argentina. Era un ambiente claroscuro: el mundo que reverberaba en España con toda la fuerza de un mundo que emerge, pero por otro lado la resistencia a dejar un mundo que se estaba acabando. Era una tensión impresionante”.

¿Cómo fue volver al país?

Cuando llegué a Colombia, después de Madrid, empecé a salir con Luis Calderón (ahora, mi esposo), quien es arquitecto y me encantaba salir con él, íbamos a La teja corrida y El goce pagano, y él nunca me ponía ninguna presión, no queríamos tener una vida de pareja, no pensábamos en hijos, en amarrarnos a nadie y por eso estamos juntos hace tantos años. La mirada de Luis es muy distinta a la mía, pese a que también es artista, y nuestra relación, como la de toda la gente en ese tiempo, en los 80, estaba atravesada por el cine. Ir a bailar salsa o ir al cine.

¿Y cuándo llegaron sus propios niños?

Tenemos dos hijos, Isabel y Emilio, de 31 y 29 años respectivamente. Yo me estrené con Isabel como contadora de cuentos de bebés. Y ella fue creciendo conmigo. Fue una maternidad muy inspiradora. Las maternidades siempre son conflictivas, porque a veces los niños no duermen, porque no sabes si podrás trabajar, salir a la calle. Pero yo siento que muchas de las cosas que yo hago, que quería hacer y no estaban tan cerca, me las hizo pensar el haber sido la mamá de estos niños. El nacimiento de mis hijos y el rumbo de Espantapájaros coinciden.

¿Qué es Espantapájaros?

Es una librería para niños, que se volvió también un jardín, un proyecto alrededor de la primera infancia, que está atravesado por la literatura y el arte. Y para mí era muy importante. Tiene que ver con el sueño de hacer un lugar en el que hubiera arte y cosas distintas para ellos.

Usted acaba de lanzar un libro que no es para niños…

Se titula 'El reino de la posibilidad'. Son ensayos literarios sobre el lugar de la literatura que atraviesa mi vida, la educación, el pensamiento sobre este mundo que nos toca y qué significa escribir en este tiempo (...) Lo que uno trata de hacer cuando lee y también cuando escribe es buscar cómo otros construyen el sentido de manera infructuosa: nunca se logra, por eso hay que volver a escribir otro libro y a leer otros libros. Es buscar el sentido, una continuidad que hile las cosas en palabras.

Aplausos en Zoom

Múltiples autores acompañaron los días de Yolanda Reyes el año pasado, cuando la pandemia estableció obstáculos insalvables entre los seres humanos. En particular, novelas como 'Muerte en Venecia', publicada por el alemán Thomas Mann en 1912 y que transcurre en medio de una epidemia avasallante.
No es un libro sobre el gran García Márquez. Es un padre que se está muriendo y es un hijo que está frente a un padre que ha perdido la memoria
Tanto el libro como su versión cinematográfica hicieron una inquietante reaparición en su vida. “Dos semanas antes de que se declarara la pandemia, volví a ver 'Muerte en Venecia', la película de Luchino Visconti. Era la peste y yo pensaba por qué había visto esa película justo en ese momento, como una premonición de lo que pasaba en Wuhan y todo lo que se venía. Es una novela muy bella y muy dura. Y me llama la atención que en ella el mundo se está cayendo y hay una fiesta, un hotel en el que no pasan muchas cosas. Tiene que ver con aquello que no se dice, el mundo se está derrumbando, hay un falso esplendor pero nadie quiere decir que todo se está cayendo”.
Otra lectura reciente es la del libro más vendido en Colombia en los últimos meses, 'Gabo y Mercedes: Una despedida', escrito por Rodrigo García Barcha. A nadie debe sorprender que Reyes no se ponga en los zapatos de los padres, sino en los de los hijos: “Es que no es un libro sobre el gran García Márquez. Es un padre que se está muriendo y es un hijo que está frente a un padre que ha perdido la memoria. Y frente a una madre, como todas las madres de esa época, que hace que todo siga andando, con una fuerza impresionante (...) Es una conversación con la muerte del padre y de la madre”.

¿Qué le gustó de ese libro?

Me interesó también la relación entre la propia vida y lo que se cuenta o no se cuenta. Cómo al contar de tan adentro se puede traicionar a los que queremos. Cómo el arte tiene una tensión entre entender y juzgar o decidirse a contar algo cuando todavía una persona está en el mundo. Es un dilema de artista: ¿espero para contar esto hasta cuando ya no estén esas personas? ¿Podré contarlo?

¿Cómo la ha tratado la pandemia?

Es una maravilla volver a estar juntos: volver a lo sensorial, que es esencial en la infancia. Los niños tienen una pérdida inmensa en esta época por haber estado encerrados. Y nosotros por haber estado sin ellos. En mi caso, tuve una sensación de vulnerabilidad. Creo que a cada generación la afecta en forma distinta. Ha sido un tiempo de muchas conversaciones, de muchos abrazos de palabras, de mucha literatura.
La semana pasada se realizó el lanzamiento de El reino de la posibilidad en el Gimnasio Moderno. Fue muy impresionante porque estábamos en una charla con Carolina Sanín y en un momento, ella me pidió que leyera un fragmento. Yo leí un pedazo y al final del párrafo hubo muchos aplausos, me sentí rarísimo, por estar acostumbrada a las manos que aplauden en Zoom (un emoji), que son muy tristes. Ahí me di cuenta de todo lo que nos había hecho falta. Todas las personas que estaban físicamente en ese lugar tenían un significado para mí. Muchas de ellas habían tenido un duelo y no las había podido abrazar: ni siquiera nos abrazamos, nos tocamos así, pasito (...) Nos dimos cuenta de que la común humanidad seguía circulando ahí.

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JULIO CÉSAR GUZMÁN
Editor de la Mesa Visual de EL TIEMPO
En Twitter: @julguz

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