Que la portada sea azul celeste no es producto de la devoción por las tendencias del diseño; es quizá una de las pistas más ‘brutales’ del personaje que fue desentrañado por “un tal Diego Londoño” –como lo llama el periodista ‘Bebe’ Contepomi– a lo largo de casi 250 páginas de relatos, experiencias, canciones y vidas ajenas que, como una matrioska, se sobreponen entre sí para darle forma a una de las voces (y las melenas) más emblemáticas del rock iberoamericano, la del argentino Andrés Calamaro.
“¿Por qué Calamaro y no otro grande, como Cerati? Porque mi acercamiento con Andrés viene de mucho tiempo atrás; llegué a su música gracias a mi padre y encontré en sus canciones parte de mi vida; él, en sus canciones, narraba todo lo que a mí me sucedía como pelao de colegio y, después, de universidad; narraba mis amores y desamores y mis ganas de hacer rocanrol y yo me sentía plenamente identificado con él”, dice el músico, periodista radial y escritor Diego Londoño (@elfanfatal, en redes sociales), quien acaba de poner en librerías Brutal honestidad.
Son las vidas de Calamaro, “héroe desde la guitarra, el piano, la poesía y la voz que ha acompañado mis conversaciones de amigos, y ahora, me ha prestado a su más grande tesoro, sus amigos para que yo converse con ellos”, añade el antioqueño.
Precisamente, la fraternidad fue el catalizador del tercer libro del “tal Diego”; más allá de versar una línea de tiempo de lo que ya se sabe del polémico y revolucionario ‘salmón’ del rocanrol, el periodista de Radiónica revivió (y rebuscó) esas experiencias inéditas, con sus personajes directos; unos tan reconocidos como el mismo Javier Calamaro (el hermano de Andrés), Bebe Contepomi (el más importante periodista musical de Argentina), Marcelo ‘Cuino’ Scornik (compositor) o ‘Fideo’ (el compañero de fiestas y excesos en el cabaré Cocodrilo).
Y otros tan auténticos... como el vendedor del kiosko que llevó a Diego hacia uno de los más anónimos aliados del emblemático look de Calamaro; Fabio, quien acicala los rizos más famosos de la escena musical argentina en su peluquería Los Crespos Hechos, como lo narra el autor en el libro.
“Desde que establecí el o con él (con Calamaro) por WhatsApp ha sido una energía increíble; pensar que estaba hablando con el ídolo de mi vida y que ahora estaría narrando su vida es super... ¡loco!”, asegura el paisa, quien es enfático al aclarar que para el músico argentino solo existe dicha plataforma de comunicación, cuando de social media se trata.
“Con los amigos de Calamaro sigo teniendo o. Hicimos un en vivo, recientemente con ellos y el comediante Frank Martínez –salmonalista eterno– y la idea era que se conectara Andrés; pero es muy malo para Instagram y solo sabe usar WhatsApp”, anota Londoño.
Del trópico al río de la Plata
En 2018, el autor emprendió un viaje desde Medellín a Buenos Aires para sumergirse en la vida del ‘salmón’ del rock ibero; luego de nadar las mismas aguas que él nadó –compartiendo con sus amigos, familiares y conocidos; dialogando con allegados e, inclusive, comiendo y rumbeando con sus compañeros de manteles y juergas–. Dejó el rol de fanático compulsivo para narrar, de la mejor y más objetiva manera, una de las biografías más conocidas de la industria musical.
Fue el momento de devolverle sus míticas gafas a Andrés y poner todos los matices en el papel: los más coloridos, los tenues, los translúcidos y los más oscuros. No obstante, Londoño ya tiene la piel curtida.
“Como biógrafo, debo abordar temas incómodos o molestos para algunos sectores de la sociedad. Por ejemplo, en la vida de Calamaro, uno de los temas polémicos ha sido la tauromaquia. Con Rodolfo Aicardi (de quien también escribí un libro). Por ejemplo, yo tengo un par de demandas; es algo superteso, ya que es un personaje que uno levanta una silla y le sale un hijo; levanta un mueble y sale otro hijo. Pero cuando uno se mete en las vidas de otros, la idea es que los lectores las conozcan de verdad; y yo siempre he ido con la veracidad; no puedo tapar cosas o decir cosas que no son”, agrega el autor de Brutal honestidad, quien inclusive se sorprendió al encontrarse, de frente, con facetas de su ídolo que jamás imaginó.
“Encontré muy loca la forma de composición de Andrés Calamaro –añade Londoño–. Era muy violenta (no sé si sigue siéndolo). En el libro narro varias historias que tienen que ver con sus sesiones interminables de composición y con cuán obsesivo era con eso”.
Y ello, sin entrar en otros detalles como la infancia del cantante viendo y oyendo a Les Luthiers en la sala de su casa o sus relatos de convulsiones sociopolíticas acompasadas por el rock en español que, al estilo salmonalista, encontró la corriente ideal que unió a Sur América y a Europa.
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