De la caña de azúcar nacen el ron, el aguardiente y la cachaza. Y de esta planta, traída de África, también se origina una de las bebidas ancestrales colombianas más importantes: el viche. Un destilado que se hace con caña verde y que tiene un promedio de 40 grados de alcohol.
Hace unos días, el Congreso de la República aprobó el proyecto de ley por medio del cual se reconoce, impulsa y protege el viche y sus derivados como bebidas ancestrales, artesanales, tradicionales y de patrimonio colectivo de las comunidades afrocolombianas de la costa del Pacífico colombiano.
Con esto se ampara su comercialización y producción, quedando en manos de sus sabedores. Como debe ser.
El viche es vida, resistencia, medicina, alegría, paz, historia, unión, tradición, cultura y muerte. Para nosotros, los turistas nuevos en el tema, es un memorable descubrimiento. Parte vital de nuestro territorio y memorias. De resaltar el papel de la mujer, las matronas vicheras y portadoras de tradición, durante su transmisión de saberes y propiedades, de generación en generación.
Mi fascinación por él es relativamente reciente. Si mal no recuerdo, la primera vez que lo probé fue en el restaurante de la chef Leonor Espinosa y desde entonces me enamoró.
Además de sus propiedades curativas y potenciadoras de vigor, fertilidad y afrodisíacas (esto último no lo confirmo, pero tampoco lo niego), sin olvidar que ayuda con las mordeduras de serpientes, y si bien no lo tomo por eso, no está de más saber que tiene esas virtudes. He encontrado, sin ser una experta con paladar adiestrado, que dependiendo de su marca, zona y productor tiene diferentes aromas y sabores.
Es maravilloso que en un país que ha sufrido por tanta violencia y dolor exista una bebida que contribuye a la reflexión, el amor y la paz
Algunos son más herbales o cítricos, otros un tanto dulzones, algunos huelen a mar, pero todos tienen una cosa en común: cada sorbo es un viaje al corazón de las comunidades afrodescendientes del sur del país.
Me gusta puro o en cocteles, como en el tradicional Bloody Mary en reemplazo del vodka y en el Negroni en lugar de la ginebra.
Hace un par de años estuve en una fiesta en la que solo servían viche. Había una barra y lo ofrecían, puro, curado con hierbas, y también había algunos de sus derivados como el arrechón o el tumbacatre. Ese día entendí que era, y desde entonces así lo llamo, la bebida del amor. Vibraba una energía optimista, de alegría, cariño, celebración. Abrazos, besos, complicidad, risas, confraternidad, complicidad y dicha. No he tenido la oportunidad de ir al Festival de Música Petronio Álvarez, pero quienes han asistido me confirman que se siente la misma experiencia y ambiente que viví en dicha reunión.
Es maravilloso que en un país que ha sufrido por tanta violencia y dolor exista una bebida que contribuye a la reflexión, el amor y la paz. Tanto simbólica como literalmente. Sueño con llegar a restaurantes, a bares y a tiendas y que se pueda consumir y catar, no solo en Colombia, sino en el mundo. De la misma manera que el mezcal, que hoy es valorado y respetado.
Si no se ha ‘envichao’, ¿qué está esperando? Buen provecho y salud.
MARGARITA BERNAL
En Twitter: @MargaritaBernal
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