La tan anunciada ley de etiquetado frontal, más conocida como
ley de comida chatarra, está a un paso de ser realidad. Los consumidores tenemos derecho a estar informados para conocer qué es lo que compramos para comer. Pero no sacamos nada teniendo la información si no la entendemos, concientizamos o leemos.
Espectacular que las etiquetas nos cuenten si un alimento tiene nutrientes críticos que se encuentren por encima de los valores máximos establecidos. Es un buen comienzo en la búsqueda de una mejor salud pública para los colombianos. Pero la realidad es que no basta solo con anunciar si un producto es rico o alto, por ejemplo, en azúcares. Muchos desconocen qué significa o qué es una alimentación saludable, una grasa saturada, qué es mucho sodio o qué es un edulcorante. Más allá de las cantidades, es importante explicar. Al respecto, el activista y escritor Michael Pollan dice: “Evita productos que contengan ingredientes que nadie tendría en su despensa. Dextrina, fosfato monocálcico, diglicéridos. Si tú no los utilizas para cocinar, ¿por qué vas a dejar que otros usen estos ingredientes cuando cocinan para ti?”.
Tengo dudas de qué tanto puede influir esta nueva norma al momento de hacer mercado. Posiblemente para aquellos con recursos, rutinas saludables y un estilo de vida fit es genial. Pero no lo es para la gran mayoría de los colombianos del común. Mucho menos cuando el bolsillo no da para buscar alimentos procesados más saludables ya que generalmente son más costosos.
La idea es que con esta ley comencemos a tomar mejores y más decisiones conscientes. Pero seamos sinceros, no leemos temas que nos atraen, menos vamos a detenernos a revisar las nuevas etiquetas en cada compra.
¿Qué cuál sería una solución? Educar desde la infancia. En los colegios hay que enseñar de nutrición y alimentación como parte del pénsum académico. Así es como se forman hábitos saludables, con conocimiento y entendimiento.
Dicha ley tiene buenas intenciones, pero eso no es suficiente. Debe ir apoyada de campañas informativas y cercanas a padres de familia. Entiendo que así será: amanecerá y veremos su impacto. Será poco efectivo el etiquetado, se volverá paisaje, si no va acompañado de estrategias masivas que ilustren sobre los efectos dañinos de algunos ingredientes.
El Minsalud y Mineducación deben patrocinar, comprometerse y respaldar este reto de transformación cultural. No solo para formar y comunicar, sino también para reglamentar lo que venden en las tiendas escolares y garantizar la alimentación adecuada en los comedores de sus instituciones. Los refrigerios y almuerzos de muchos colegios y jardines infantiles siguen siendo basura. No paran de crecer las cifras de niños colombianos muriendo de hambre y desnutrición.
Ojalá sirva como campanazo de alerta para que la industria alimenticia renueve sus productos sin incrementar precios.
Insisto: nada reemplaza la comida casera preparada con ingredientes frescos y naturales donde las grasas, azúcares y sal se usan en justas proporciones.
Buen provecho.
MARGARITA BERNAL
www.elcondimentariodemargarita.com