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‘Perdí mi trabajo por el terror que sentía de hablar con mis jefes’

Durante muchos años, Leticia cultivó su miedo a las personas. Un testimonio de vida. 

Leticia ha salido adelante gracias al movimiento Neuróticos Anónimos, ubicado en la carrera 27 n.º 61F-10 en Bogotá.

Leticia ha salido adelante gracias al movimiento Neuróticos Anónimos, ubicado en la carrera 27 n.º 61F-10 en Bogotá. Foto: Ilustración: Sebastián Márquez.

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Siempre guardando silencio, viendo a los otros desde la barrera, sintiendo ese miedo a ser rechazada, burlada, apartada. Rehuyendo las miradas. Así pintó Leticia su niñez. “Tardé en darme cuenta de mi neurosis. Las emociones me provocaban miedo, me desintegraban, yo anhelaba cosas, pero hacía otras”.
Cierra los ojos y ve a una niña criada por padres costeños en Bogotá. Ella y sus tres hermanos crecieron bajo los mandatos de un padre que oscilaba entre lo autoritario y lo complaciente según su estado de ánimo y una madre de posiciones firmes que huía del yugo de ser un ama de casa y los celos de su marido. “A ella nada le complacía, nada le gustaba, su cantaleta era diaria, peleábamos mucho”, contó.
Desde que Leticia tenía 2 años, recuerda, odiaba los salones de clase, solía aburrirse con facilidad, distraer a los otros niños, y eso siempre terminaba en castigo. La relación con sus hermanos tampoco fue buena. “Yo golpeaba mucho a uno de ellos, me desquitaba de todo lo que sentía”.
No le gustaba hacer tareas, jugaba en vez de hacer los deberes y cuando ya se sentía lo suficientemente agobiada por sus emociones, su escape era dormir varias horas. Así fue también su paso por el bachillerato en un colegio femenino.
Allá, otra vez, sentía pánico de hablarles a las profesoras. “Siempre imaginaba que me querían sacar del colegio. El miedo a la matrícula condicional o a la expulsión me atormentaba, me daba terror. Lo mismo me pasaba en los trabajos en grupo, primero sentía que nadie quería estar conmigo, y cuando ya estaba adentro, sufría pensando en que me querían sacar”.
Leticia nunca fue una alumna ejemplar, es más, se la pasaba poniéndole plazos a Dios del tiempo que deseaba vivir, también ideaba tirarse del salto de Tequendama, de acabar todo con un tiro, pero incluso eso le generaba vergüenza, pensar en los periódicos y en qué dirían de su familia.
En clase vivía en mis fantasías, me imaginaba las escenas de las películas que me gustaban. En Geografía me transportaba a otros países, pero de poner atención nada de nada”, dijo. Todo el tiempo sucumbía a las fugas mentales. Vivía en el pasado, en el futuro y en sus escenarios imaginarios, pero nunca en el aquí y el ahora.
Y cuando ya pensó que había superado los miedos de su paso por aquel colegio entró en una relación tóxica que la dejó con el doble de inseguridades. “A pesar de que muchos me dijeron que lo no hiciera, yo me rehusé. Al final me volví dependiente de él, y luego terminó siéndome infiel”.
De esa relación quedó un abortó que casi lleva a Leticia a la muerte. “Me dio una inyección y casi muero a causa de una hemorragia. Ese día le pedí a Dios otra oportunidad”. Con el tiempo, y tras dejar de comer y socializar, reunió las fuerzas para estudiar lo que siempre le gustó: el arte y el diseño, pero durante su carrera fue la misma mujer retraída que tenía que luchar por su deseo de cerrar los ojos y simplemente dormir. “Sentía que lo mío no servía, así que cuando me ponían trabajos en la universidad terminaba postergándolos y al final los hacía de afán. Yo sufría, me culpaba y luego decía: ‘La próxima lo hago con tiempo, pero nunca lo lograba’”.
Sentía que lo mío no servía, así que cuando me ponían trabajos en la universidad terminaba postergándolos y al final los hacía de afán
Leticia sabía que esa sensación de pereza se apoderaba de ella y eso le dolía. “Llegaba a clase despeinada, con dolor en mi cuerpo, al final cumplía, me iba bien, pero la sensación de ser así me llevaba al límite”.
Esta diseñadora tocó fondo cuando consiguió su primer trabajo tras salir de la universidad. “Era en el departamento de bienestar social de una empresa, lo obtuve tras ganarles a varios aspirantes. Me dijeron que liderara una campaña para integrar al personal”.
Pero otra vez su miedo a interactuar con los demás terminó por arruinar esta oportunidad. “Me dio tanto miedo de hablarles a mis jefes que nunca les pregunté qué esperaban del producto. Entonces hice lo que yo quería”. Al final, nada de lo que hizo gustó, su oportunidad en esa empresa había terminado.
Me dio tanto miedo de hablarles a mis jefes que nunca les pregunté qué esperaban del producto. Entonces hice lo que yo quería
Leticia vivía tan retraída que incluso en la fiesta de despedida de la empresa era de las que se dedicaba a tomar fotos para no entrar en interacción con nadie, y si salía de su casa y había una vecina, esperaba un momento para no saludarla, por miedo a la crítica. “Entré en crisis, otra vez quería solo dormir, no pude seguir, emocionalmente no podía”.
Tocó fondo, pero esta situación también fue el trampolín que la llevó a hacer parte de Neuróticos Anónimos, una agrupación de hombres y mujeres que comparten sus experiencias para resolver sus problemas emocionales y ayudar a otras personas a recuperarse de la neurosis. “Ellos no hablan de la neurosis en su sentido científico. Para ellos, una persona neurótica es aquella cuyas emociones interfieren con su funcionamiento en cualquier sentido”.
Hablar por primera vez de su tragedia la descargó. “Yo exploté como un volcán. Antes pensaba que lo mío era pereza, pero había más”. Supo que su padre incidió mucho en su percepción de las personas y su manera de comportarse, pero que no era el culpable de sus acciones.
Yo exploté como un volcán. Antes pensaba que lo mío era pereza, pero había más
Vomitar sus miedos la ayudó a interactuar, por primera vez, en un grupo. Entendió muchas cosas; por ejemplo, que sí le gustaría tener una pareja, que mientras otras personas podían vivir y trabajar con la realidad de la vida cotidiana, ella siempre anteponía el miedo y culpaba al mundo y a los demás de su desgracia. “Ahora estoy mejor, busco un poder superior que me ayude a sentir bien cada día, a no caer otra vez en el hoyo. Aquí encontré amor y eso es lo que más me ha servido”. Son doce pasos, uno a la vez.

¿Qué es Neuróticos Anónimos?

Neuróticos Anónimos es una organización sin afán de lucro dedicada a ayudar a personas que padecen trastornos emocionales. Su método, basado en la terapia de grupo, se apoya en el de Doce Pasos, Doce Tradiciones y Los doce conceptos para el servicio mundial de Alcohólicos Anónimos. Este movimiento está hoy ubicado en la carrera 27 n.º 61F-10 en Bogotá. 

‘La neurosis está más relacionada con trastornos de ansiedad’

Aunque Leticia hace parte de Neuróticos Anónimos y, gracias a ese apoyo de voluntades, logró superar su condición y además ayudar a otros compartiendo experiencias, EL TIEMPO habló con el médico psiquiatra José Manuel Calvo, profesor titular del Departamento de Psiquiatría de la Universidad Nacional de Colombia, para tener otro punto de vista sobre el tema.
¿Qué es la neurosis?
El término neurosis se ha utilizado desde Sigmund Freud en el contexto del psicoanálisis y hace referencia a cuadros que tienen que ver con la ansiedad, pero este ha venido desapareciendo porque fue desarrollado con base en un modelo conceptual que partía de fijaciones que tiene la persona en etapas de su desarrollo psicosexual. Por eso, hoy en día se utiliza muy poco.
Pero coloquialmente se habla de las personas neuróticas...
Eso es verdad. La gente del común cuando habla de una persona neurótica se refiere a una cuestión de estructura de personalidad más que al concepto original de la neurosis. Se identifica más con fenómenos que tienen que ver con la ansiedad asociada a otro tipo de síntomas. Antes se hablaba mucho de la neurosis depresiva, la obsesiva-compulsiva, la neurastenia, pero ahora se habla mejor de trastornos. Sin embargo, desde el psicoanálisis el término tiene mucha vigencia, así como en muchos países donde tuvo sus orígenes.
O sea que una persona neurótica no es solo aquella que estalla en ira...
No, eso es especulación. Puede haber un trastorno obsesivo-compulsivo, ansiedad o depresión. Además, el término neurótico se ha vuelto muy peyorativo. Estas personas sufren mucho. Eso hace que aumente el estigma y una errada conceptualización de la salud mental. Lo mismo ha pasado con palabras como esquizofrénico o bipolar. Yo relacionaría más el término con los trastornos de ansiedad. Ese es el elemento común. Personas con manifestaciones somáticas, con pensamientos catastróficos. La pérdida del control no es un elemento central.
José Manuel Calvo, profesor de Psiquiatría de la U. Nacional.

José Manuel Calvo, profesor de Psiquiatría de la U. Nacional. Foto:Carol Malaver.

En el caso de esta historia, ¿de qué trastornos estaríamos hablando?
Podría haber varios. Hay un grupo que son las fobias, y hay una que se llama fobia social en la que la persona tiene una enorme prevención y mucho temor a las relaciones sociales. Le causa terror exponerse a situaciones en donde pueda sentir vergüenza, hablar o comer en público, conocer gente nueva y eso hace que, progresivamente, se aísle.
También podría haber un trastorno depresivo. Hay un término médico, comorbilidad, que significa que hay presencia de uno o más trastornos. Eso es común en psiquiatría. Esta persona puede tener un cuadro de depresión crónica de baja intensidad, una fobia social y unos rasgos de personalidad marcados en los que predominan la inseguridad y la ansiedad. Puede tener tres patologías diferentes en un mismo momento.
Y ya hablando de trastornos, ¿qué nos está generando el caos de ciudades como Bogotá?
El estrés y la irritabilidad. Estos síntomas están muy ligados a la sintomatología ansiosa. Lastimosamente, en Bogotá, las probabilidades de estar expuestos a una situación traumática son altas: robos, abusos, accidentes. Por eso, los trastornos más frecuentes en el ámbito urbano son los derivados de situaciones de estrés crónico. Aquí, la gente no tiene un transporte público eficiente, pasa horas en un trancón, sus trabajos les demandan todo su tiempo, no tienen espacios lúdicos, ni para estar con su familia o con sus amigos, escasamente los fines de semana. Todo eso, en conjunto, va sumando.
CAROL MALAVER
Subeditora y cronista de la sección Bogotá
EL TIEMPO
Twitter: @BogotaET
*Esta es la primera historia de un saga de personas que han padecido de trastornos mentales en la ciudad. Si usted quiere participar, escríbanos a [email protected] 

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