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Explicativo
La casa donde nació Jorge Eliécer Gaitán es hoy un restaurante de corrientazos de 6.000 pesos
La antigua y humilde vivienda está ubicada en el barrio Las Cruces, diagonal al Hospital La Samaritana.
Patricia Leguizamón, dueña del restaurante de corrientazo. Foto: Ricardo Rondón Chamorro
Son las 11:05 de la mañana en el despertar de abril bajo un cielo encapotado del barrio Las Cruces, y entre fogones, cucharón en mano, doña Patricia Leguizamón viuda de Nova revuelve en la olla un sustancioso mute, mientras en el televisor Juliana Soler (Paola Rey) y Marcos Mutti (Juan Alfonso Baptista), se relamen los belfos en una ardorosa escena de la telenovela ‘La mujer en el espejo’.
Patricia Leguizamón, dueña del corrientazo. Foto:Ricardo Rondón
Los vapores del mute seducen a una lugareña que irrumpe a pedir almuerzo. ‘A partir de las 12, con mucho gusto’, dice la doña de la cocina, que regenta el corrientazo a la mesa más económico del sector, 6.000 pesos, ubicado en una humilde casa de la avenida Calle Primera # 8-24 (diagonal al Hospital de la Samaritana), en cuya fachada se vislumbra una placa honorífica que dice: ‘Aquí nació el 23 de enero de 1898 el caudillo Jorge Eliécer Gaitán’.
La inscripción tiene fecha del 23 de enero de 1998, y está firmada por el Partido Liberal de Colombiano, como un reconocimiento al líder político en el primer centenario de su natalicio: ‘Homenaje a la memoria de quien fuera verbo, pensamiento y acción del liberalismo colombiano’.
Bien se ha dicho que el lugar de nacimiento de Gaitán ha sido un misterio, motivo de conjeturas y leyendas, sobre todo a partir de su asesinato, el 9 de abril de 1948. Fanáticos del liberal que agitó las masas con la proclama ‘Yo no soy un hombre, soy un pueblo’, les han adjudicado su cuna natal a barrios céntricos de la capital como La Perseverancia, Las Aguas, El Triunfo, Cartagena, Egipto y Las Cruces.
Casa de Jorge Eliecer Gaitán Foto:Ricardo Rondón
Incluso, se ha especulado que Gaitán vino al mundo en el municipio cundinamarqués de Cucunubá, quizá como un gancho de promoción turística, pero hasta las mismas autoridades municipales lo han desmentido, habida cuenta de que no existe una placa o una casa museo que apostille el origen natal del inmolado político.
No obstante, el Instituto Distrital de Patrimonio Cultural (IDPC), sí registra en Las Cruces (localidad Santa Fe, barrio fundacional de la capital, epicentro de las migraciones y los desmanes del Bogotazo), la casa donde nació Jorge Eliécer Gaitán, como uno de los tantos inmuebles de carácter patrimonial de la ciudad.
Destino Las Cruces
Patricia Leguizamón Alberto viuda de Nova, de 54 años, oriunda del municipio de Boyacá, homónimo del departamento, ha vivido de cocinar desde que tiene uso de razón, cuando en el campo, de niña, ayudaba a atizar los leños del fogón de tres piedras.
Casa de Jorge Eliecer Gaitán Foto:Ricardo Rondón
Hija de un humilde matrimonio de labriegos, Patricia llegó a Bogotá de 10 años, con sus hermanos, de la mano de sus padres: Diego Leguizamón y Anunciación Alberto, quienes como la mayoría de familias de veredas y provincias, huyeron de sus parcelas por el acoso de la violencia, y abrigaron en la gran ciudad la esperanza de una mejor calidad de vida.
El destino les señaló el barrio Las Cruces, y el refugio, una casa de adobe y bahareque de una sola planta, que don Diego adquirió con los ahorros de una vida como agricultor. Para ayudar a levantar la parvada, su mujer, doña Anunciación, abrió un local para despachar desayunos y almuerzos.
Patricia argumenta que desde niña su mamá le enseñó a ayudar en los quehaceres de la cocina, hacer la limpieza, servir a las mesas, y subir a la plaza de mercado a proveerse de los insumos para el comiso del día siguiente.
Por los vecinos más antiguos, los Leguizamón Alberto se enteraron de que la vivienda que habitaban fue la casa donde nació Jorge Eliécer Gaitán. Que su padre, Eliécer Gaitán Otálora, librero de oficio, y su señora madre Manuela Ayala Beltrán, maestra de escuela, la tomaron en arriendo, y que tiempo después se mudaron con los hijos al barrio Girardot.
Patricia refiere que doña Anunciación lideró el restaurante hasta hace 22 años, cuando la señora falleció de 83, y que tras el fallecimiento de su padre Diego, ella heredó el inmueble y continuó con el negocio de vender comida.
Corrientazo gaitanista
Casa de Jorge Eliecer Gaitán Foto:Ricardo Rondón
Con el restaurante ya vamos a completar 50 años -relata Patricia con marcado acento boyacense-. Aquí conocí y me enamoré de mi difunto esposo, Jesús Alejandro Nova. Él trabajaba como vigilante en La Samaritana y venía a almorzar casi todos los días. Duramos conviviendo 34 años, hasta que falleció hace 3 por una insuficiencia renal.
Me dejó 4 hijos: 2 mujeres y 2 varones, y a todos los crie como me criaron a mí: colaborando con el negocio que es el que nos ha dado para vivir. Los mayores se casaron y cada uno hizo rancho aparte. Ahora me ayuda Zulma, una de las menores, y Andrey, mi nieto de 8 años”.
La casa se compone de 3 habitaciones, 2 baños, uno que corresponde al local; la cocina, y un patio de ropas. El establecimiento tiene 6 mesas de lámina, cada una con cuatro puestos, y una pequeña de dos asientos, para un total de 26 servicios.
Está la vitrina de la caja, la greca, el televisor y un altar de la Virgen de Santa Marta, con un florero que contiene ramas de romero y ruda “para limpiar envidias y atraer buena suerte”. El piso es ajedrezado. La dueña de casa afirma que, con los ahorros de todos estos años, se ha esmerado por mantener el restaurante lo más presentable posible.
-¿Cuánto valía un corrientazo hace 30 años-, le pregunto.
-1.000 pesos. Lo mismo que el desayuno. Hoy los dos valen 6.000 cada uno.
-¿Y un tinto cuánto costaba hace 30 años?
-200 pesos. Es que un sobre de café valía 150 pesos y rendía para 10 pocillos.
-¿Hoy cuánto vale un tinto?
-800 pesos.
María Quijano, mujer de mirada noble, ingresa a prisa con una bandeja repleta de muslos de pollo. María, oriunda de Popayán, es la asistente de cocina. Vive en Tihuaque, localidad de San Cristóbal. Con el coro de los gallos se levanta todos los días a bañarse con agua que baja del páramo. María ya tiene asegurado el reino eterno.
Casa de Jorge Eliecer Gaitán Foto:Ricardo Rondón
Justo cuando se larga a pitar la olla a presión, hace su aparición don Roberto Espitia, de 82 años, maestro de obra, el cliente más antiguo de Patricia, desde cuando se topaban en la fila del cocinol. El viejo albañil confirma que en ese predio estrato 2 donde va a almorzar todos los días, vivió de niño el legendario Jorge Eliécer Gaitán.
Al indagar cómo era el sector hace 40 años, los dos amiguetes se trenzan en animada conversa, que ilustra al forastero la picaresca de un pasado remoto en un barrio como Las Cruces, donde abundan historias insólitas y fantasmagóricas por doquier.
-En esta cuadra había una tiendita donde vendían de todo, hasta velas de sebo- adelanta la jefe de cocina.
-Más abajo estaba el taller de don Zabala, el latonero-, tercia don Roberto.
-Y el local de la viejita guarnecedora, ¿cómo era que se llamaba esa señora...-, echa cabeza Patricia...
-Me acuerdo de ella, pero no doy con el nombre. Pero sí de la miscelánea de los Mogollón, que tenía servicio de Comcel.
-Ah, y qué me dice de la cantina con camas, que abría pasadas las 6 de la tarde- apunta con sorna la cocinera.
-Jajaja, sí, sí, donde ‘Las gitanas’. Afuera alumbraba un bombillo rojo y la entrada la cubría una cortina de cañas. Yo creo que esas damas estarán pasadas de cuchas, o a lo mejor ya marcaron calavera-, refunfuña el albañil.
-Cuántas veces habrá metido las narices por ese roto este viejo sinvergüenza-, remata Patricia la jocosa tertulia, y ambos terminan desternillados de risa.
Son las 12 en punto y empiezan a llegar los comensales. El menú del día ofrece sopa de mute. Principio, fríjol, garbanzo y habichuela. Proteína: pollo dorado, carne sudada y pescado frito. Jugo de guayaba y limonada con a.
La carta del corrientazo no se ve en ninguna pizarra, ni Zulma, la atractiva pero imperturbable mesera, de sus labios da cuenta de ella. Está grabada por días en una memoria que despacha un parlante empotrado a la entrada del restaurante.
Patricia nos confía que esa publicidad se la encarga a un trompetista de mariachi, amigo de su difunto marido, que de noche se rebusca el sustento en la “playa” de Chapinero.
Si Jorge Eliécer Gaitán observara hoy esta escena en la morada donde nació, diría que entre mesas está la nata del proletariado por la que él empuñó las banderas de su fallida aspiración a la Presidencia de la República.
En silencio y con cabeza gacha, empiezan a cucharear mute el carpintero, el “montallantero” el motero de los domiciliarios, una pareja de provincianos que ha venido de Viotá a visitar a un familiar enfermo, la señora de las costuras, el sobandero, don Roberto Espitia, el viejo albañil, y el cronista, que por ningún motivo se puede perder la memorable experiencia de almorzar en la casa que vio nacer al caudillo del pueblo.