Para hablar de historia de la moda debemos comenzar por visualizar que cada era se puede definir por la indumentaria de sus habitantes. Antes de entrar en materia, demos un vistazo a lo que llevamos puesto cada uno de nosotros: una mezcla de expresiones culturales que nos recuerda que la moda es comunicación en letras mayúsculas.
El algodón ha estado con nosotros desde el origen: una materia prima noble que nos ha vestido desde siempre. Y fue el índigo —esa tintura ancestral— el que, como una especie de varita mágica, lo transformó en algo aún más poderoso: un algodón camaleónico que democratizó la moda, tiñendo al mundo de azul. Sin género, sin generación. Solo azul.
La historia del jean es también la historia de nosotros. Ha transformado nuestra industria, nos puso en el mapa y ha vestido a Bogotá desde sus inicios.
En el corazón de la ciudad, cuando apenas existían plazas de mercado, una iglesia sobre un terreno de tierra y unas pocas casas habitadas por migrantes de todo el país, comenzó a formarse una comunidad que hoy late con más fuerza que nunca: los comerciantes de San Victorino.
San Victorino es una Bogotá dentro de Bogotá. Allí, durante siglos, generaciones han vivido del comercio textil, educando a sus hijos con lo producido y sosteniendo, con dignidad y trabajo, un legado que no se detiene. Han sido testigos de toda la transformación de la ciudad, adaptándose, resistiendo y reinventándose.
Hoy, su lenguaje popular, su autenticidad y su manera única de interpretar la moda urbana siguen vivos. Desde la madrugada llenan jeeps y camiones con prendas intervenidas a mano: jeans con taches, lavados especiales, cortes arriesgados, apliques y perforaciones. Una estética vibrante que no copia tendencias, las reinventa. Que no repite lo que pasa en las pasarelas, sino que crea su propia voz.
Lo que emerge de San Victorino no es solo ropa: es una visión de la moda construida desde abajo, una moda utilitaria, urbana, popular y profundamente masiva. Ahí está su potencia: en lo que representa, en cómo conecta con realidades diversas, sin pretender ser aspiracional, sino resultado de múltiples historias de vida. Nace del madrugón, del trasnochón, del impulso de educar a los hijos y llevar el pan a casa.
San Victorino también es un espejo de la informalidad, no como problema, sino como dinamismo. Generaciones esperando una vitrina, una oportunidad. Como respuesta creativa a la falta de oportunidades formales, como laboratorio de ideas y estilos. Desde ahí se han generado empleos, se han creado empresas familiares y se ha educado a generaciones enteras.
Hoy, gracias al Bogotá Fashion Week —una iniciativa de la Cámara de Comercio de Bogotá— esa fuerza creativa se hace visible ante el país y el mundo. Desde mayo de 2024, diseñadores de San Victorino comparten pasarela con marcas de renombre en el Ágora. Se rompe el muro entre la alta moda y la moda popular. Marcas como Cannabis, ISMO, Seven7, Kott Risk, Divina Colletion, NK, Lisantiny, El Masetero, OC59, Cueros Unipiel y With Love María forman parte de este puente.
Porque la moda no solo vive en las grandes casas de diseño: también vibra, y con fuerza, en las bodegas, en los barrios, en las manos que madrugan. Viva San Victorino. Viva la moda que nos representa.