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No juzgues mi camino si no has caminado en mis zapatos
A menos que en estas últimas semanas hayamos estado viviendo debajo de una piedra, es imposible no dejarse afectar por todo lo que ha estado pasando en el país. Sin importar de qué lado se esté, es un hecho que han sido días de mucho estrés emocional.
He visto cómo grupos de familias se acaban, y amigos dejan de serlo porque no logran discutir sobre el tema de una manera respetuosa. La mayoría estamos tan enfrascados en tener la razón que olvidamos aquello que nos hacía felices: compartir (así sea virtualmente) en familia y con los amigos.
Gerry Glover perdió su empleo de cuatro años por un mensaje de texto. Foto:iStock
Creo que uno de los factores que hacen casi imposible controvertir en calma es que cada uno discute con la firme convicción de que el mundo entero debe ver la vida exactamente como nosotros la vemos y actuar como nosotros lo hacemos. Olvidamos algo fundamental: es imposible juzgar el camino de los otros sin jamás habernos puesto en sus zapatos.
Cada comentario incendiario, cada insulto y cada ataque vienen desde la convicción de que todos vivimos la misma realidad. Creemos que la única manera de resolver los conflictos es obligando a la otra parte a que deje de percibir el mundo como lo hace, y que olvide sus propias vivencias para que lo vea desde nuestra perspectiva. ¡La realidad es que la mayoría de las veces les ignoramos su identidad a los demás y quisiéramos que todos se convirtieran en clones nuestros!
Equivocadamente creemos que insultar y atacar es el mejor argumento para demostrar que nuestra manera de pensar es la única correcta.
Una de las fases primordiales del perdón es intentar entender al ofensor. No para justificar, exonerar ni minimizar los hechos, sino para humanizar al otro; para dejar de verlo como ‘la maldad en dos piernas’ y empezar a verlo como un ser humano. Entender al ofensor implica cuestionar aspectos fundamentales de su vida: ¿cómo fue su niñez, su crianza?, ¿cuáles son sus dolencias, miedos e inseguridades?, ¿qué puede estar pasando en su vida actualmente?
Si lográramos humanizar al otro, tal vez seguiríamos estando en completo desacuerdo con sus actos y sus creencias, pero podríamos elevar nuestros argumentos a otro nivel, sin odio visceral y con un poco más de compasión.
Les dejo una frase para que reflexionemos esta semana: “Aun un reloj dañado tiene la razón dos veces al día”.