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Noticia

‘Sin autonomía se acaba la universidad’: rector (e) del Rosario

Gustavo Adolfo Quintero habló sobre la crisis de la institución y el riesgo de la autonomía universitaria.

Gustavo Adolfo Quintero, rector (e) de la Universidad del Rosario.

Gustavo Adolfo Quintero, rector (e) de la Universidad del Rosario. Foto: Rodrigo Sepúlveda. Archivo EL TIEMPO

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Gustavo Adolfo Quintero, rector (e) de la Universidad del Rosario, revela cuál fue la crisis de su antecesor, el rector Cheyne, destituido, primer caso en 361 años. Habla del futuro de las universidades del país y proyecta los cambios para su evolución hacia el 2030.

Rector, ¿qué fue lo que pasó en la Universidad del Rosario, donde incluso se cayó el rector? 

Fue una crisis financiera originalmente, pero después se transforma en la tormenta perfecta. Pero, digamos, que desde el año 20 o 21 el rector anterior, Alejandro Cheyne, tenía una idea de comprar y comprar infraestructura y hacer edificios grandísimos. Entonces se consumió los recursos de la universidad y tocó pedir un préstamo por primera vez a un banco, de 120.000 millones. 

Si algún inmueble debió comprar el exrector Cheyne debió haber sido un sitio externo que sirviera como plazoleta de comidas, porque las ventas invadieron por dentro el edificio de la universidad. Es que la última vez que yo fui me dio mucha tristeza, porque dije, esto se volvió un caspete. Les falta poner un cable y colgar ropa para que se seque, del resto hay de todo… 

Sí, hasta en la plazoleta, en la que también tumbaron la estatua de Jiménez de Quesada… Allí hay permanentemente un mercado de libros viejos que, pues, de alguna manera, tiene algo académico, pero se ve feo. 

En mi época de estudiante había solo una muy bonita cafetería. Del resto, salíamos del claustro y comprábamos por fuera en la esquina el pastel Gloria calientico, en la otra esquina el espagueti y así, y no había una invasión de esa solemne construcción del Rosario con tanta historia y estética arquitectónica. 

La afea mucho, es cierto. Hay que reconocer que en la crisis del Rosario influyeron también factores externos como el decrecimiento de la matriculación en la educación superior en Colombia, que se viene registrando desde el 2015, 2016. Los estudiantes tienen otras tendencias, otros intereses, no quieren estudiar carreras largas, a no ser que tengan la vocación del abogado o la del médico, por ejemplo. Pero muchos otros quieren carreras cortas que les den plata muy rápidamente, que les permita ser sus propios jefes, ser más autónomos. También hubo, por ejemplo, la reforma tributaria que ordenaba que las universidades pagaran el interés de los estudiantes en el Icetex; eso lo tumbó la Corte Constitucional, pero el Icetex llamó a los rectores y les dijo, si ustedes quieren tener estudiantes de Icetex, paguen voluntariamente los intereses. Y 35 universidades de Colombia entramos en ese acuerdo, porque, por supuesto, nos interesa que los estudiantes puedan estudiar con nosotros sin tener el dinero suficiente. Pero eso tiene un costo adicional muy grande. Todos esos factores externos y otros ayudaron a que se ahondara la crisis financiera. 

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¿Y eso fue lo que tumbó al doctor Cheyne? 

No. Yo creo que él tenía animadversión entre la comunidad, es lo que he detectado, ahora que he hablado con todo el mundo, después de un mes como rector encargado. Por otro lado, para solucionar la crisis financiera, una solución era hacer reestructuraciones de personal y él tuvo que hacerlas. Sacó a 52 personas en 7 meses, y eso causó mucho malestar. 

¿Pero es verdad que había muchos profesores con licencias muy largas? 

Los profesores en el Rosario tenemos la posibilidad de tener licencias no remuneradas hasta por 3 años. En el caso de los que salieron haciendo bulla, fue porque tenían muy buena reputación y la aprovecharon… Pero no habían cumplido esos 3 años, sino un año o dos. 

¿Y no se les paga nada, nada?

Solo la seguridad social, hasta que se reintegren. 

O sea que algo se les paga…

Sí, algo. Pero se fueron juntando las cosas: la malquerencia a Cheyne, su intervención con los profesores en una reestructuración que debió ser más istrativa que académica. Resultado, se armó una crisis de gobernabilidad muy grande que terminó con la destitución del rector, primera vez en 361 años… 

¿Quién lo destituyó? 

La Consiliatura, y la crisis aminoró un poco. Yo era el vicerrector, debía asumir el cargo en falta del rector.

¿Qué posibilidades hay de que lo confirmen como rector en propiedad? 

Esa es una pregunta difícil de responder. A mí me encantaría servirle al Rosario desde cualquier lugar en que me necesite. De hecho, llevaba nueve años de decano cuando me ofrecieron la vicerrectoría, y consideré que no podía negarme. Lo que sí hay son aspirantes a granel. 

¿Y quién toma la decisión?

El Colegio Elector, compuesto por los consiliarios y los colegiales. 

¿Y eso cuándo debe suceder? 

No tienen término para la elección, pero va a ser muy sui géneris, porque por primera vez en 370 años el Colegio Elector se va a abrir a que la comunidad universitaria participe. 

O sea, todos los estudiantes… 

Y los profesores. Es algo muy novedoso. 

Difícil, porque va a tener mucha competencia… 

Pero eso también es bueno para la universidad. Y es un proceso de apertura. El Rosario, como usted lo sabe, es absolutamente apegado a sus normas y a sus constituciones de 1653. Pero también creo que es un ejemplo de democracia, en una comunidad que tiene tanta tradición. De aquí a junio conoceremos las reglas, julio y agosto lo utilizarán, imagino, en entrevistas de candidatos y hacia septiembre se debería tener rector electo, para completar el periodo que le faltaba al anterior, que son dos años. Normalmente los rectores en el Rosario se posesionan el 24 de octubre, que es el día la Bordadita. Calculo que para esa fecha habrá rector o rectora. Mientras tanto, mi obligación es permanecer ahí. 

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Y vientos de aire fresco le convienen al Rosario, hay que decirlo… 

Sí. El cambio hay que hacerlo. Y hay una fase en la que el rector o rectora que quede elegido por los dos años, tendrá el mandato de reformar las constituciones. Por eso me atrae tanto la situación, porque es un momento sublime para el Rosario de revisarse por dentro, de replantearse qué quiere ser para el 2040. Es un momento de imaginarse una universidad nueva, a la luz de los cambios que hay en la educación superior en el mundo, manteniendo obviamente la idea del fundador.

La educación superior tiene que repensarse de una manera muy profunda, porque la gente joven tiene unas necesidades distintas a las que tuvimos usted y yo cuando estudiamos derecho o medicina. 

Claro, claro, las generaciones han cambiado

Y mucho. El de la educación superior actual es un mundo digital, virtual, un mundo de pequeños cursos que dan certificaciones, microcertificaciones. Hoy usted puede hacer un programa de educación superior en cualquier universidad del mundo, tomando microcréditos, como una marranita en la que va guardando monedas y después la rompe y mira qué tiene y de pronto alcanza para una maestría. Y eso cambia completamente el esquema de una universidad, tal y como funciona hoy en día. Hoy hay que conectarse con el mundo local y global, y hacer convenios, confederaciones, clústeres, para poder ofrecer programas. 

¿Cómo influyó ‘Ser pilo paga’ en las universidades? 

Además de su servicio social, es un privilegio para una universidad tener todos los estratos sociales dentro de su estudiantado. En las subvenciones que hizo el gobierno en el pasado y en el presente, con los programas como ‘Pilo paga’, o como ‘Jóvenes a la U’, un programa más del Distrito que otra cosa, pues hemos gozado de ese privilegio.

Pero muchas universidades afrontaron problemas cuando ‘Pilo paga’ se acabó, porque quedaron con unas deudas muy grandes que no pudieron asumir. 

O sea, ¿usted diría que el Rosario ya no es una universidad “clasista”, como era considerada en el pasado? 

No, no, el Rosario está entre estratos 3 y 4, pero tiene muchos programas que sirven para estratos 1 y 2, para indígenas, para comunidades afrocolombianas. La diversidad del Rosario es muy linda hoy en día, es de una gran riqueza humana, realmente. 

Hablemos de la autonomía universitaria. ¿Cree que lo que está pasando en la Universidad Nacional la pone en riesgo? Por un lado, la ministra de Educación se niega a firmar la posesión del rector, que fue legítimamente escogido, de acuerdo con sus estatutos. Segundo, nombran a un ministro 'ad hoc', para que escoja a un rector ad hoc. O sea, ¿cómo puede ser posible que la Universidad Nacional, de semejante importancia, esté siendo manejada 'ad hoc'?

Es un problema muy serio la intervención en las universidades, en contra de su autonomía, porque ella es una facultad que la sociedad nos da para regir nuestros destinos y para tener unos estamentos de calidad para brindarle a la sociedad. Pero eso tiene una responsabilidad y nosotros debemos responder con unas reglas de juegos claras. Las universidades que somos autónomas tenemos unas regulaciones que nos damos nosotros mismos y que hay que respetar. 

Las privadas y las públicas… 

Las privadas y las públicas. En el momento en que alguien quiera meterse con la autonomía universitaria, creo que se acabaría la educación superior y la calidad de la educación superior en el país. Lo que está sucediendo con las universidades públicas es muy doloroso, es muy malo para la autonomía y debería tener freno. Y fíjese en otra cosa. Esa división entre universidad pública y privada es inexacta, porque el 70 por ciento de la educación superior en Colombia la hacen universidades privadas, pero sin ánimo de lucro. O sea que, al fin y al cabo, somos lo que somos, unos servidores públicos que estamos prestando un servicio público. Aquí no debería haber esa división entre privado y público, sino más bien una división de calidad superior, o calidad más superior, que es lo que hay que buscar. De manera que la autonomía hay que preservarla, sí o sí, so pena de que la educación superior desaparezca. 

Al Rosario no le ha pasado lo de la Universidad Nacional y la Pedagógica, en las que supuestamente se meten a sus sedes encapuchados que no son universitarios y empiezan a manipular explosivos en la propia sede de la universidad y atacar a la Fuerza Pública que está afuera… 

No, eso nos ha pasado, y el movimiento estudiantil, que es multiinstitucional, ha sido muy respetuoso. Inclusive, en esta crisis que acaba de pasar, que yo tuve oportunidad de manejar, las reuniones con los movimientos estudiantiles fueron siempre propositivas, respetuosas. Es muy agradable hablar con gente joven, que tiene unas ideas distintas, pero que son respetuosas del establecimiento. 

Los rosaristas queremos mucho a nuestra universidad. ¿Cree que en el año 2050 aún existirá, y cómo se la imagina?

En general, la universidad tiene que repensarse para no desaparecer. Como están hoy planteadas, seguramente no van a existir. La llegada de la inteligencia artificial hace que la universidad tenga que tener dos conceptos para poder sobrevivir: uno, el humanismo, y otro, el pensamiento crítico, antídoto contra la singularidad, contra la inteligencia artificial. Por eso digo que es un momento transformativo maravilloso. Hoy en día hay que usar todas las herramientas del mundo digital, de realidad virtual, aumentada o extendida, de inteligencia artificial. Aprender a utilizarla e incorporarla dentro de sus planes. 

Es que ya hace parte irreversible de nuestras vidas… Por eso no concuerdo con que quieran prohibir su uso en los colegios. 

Eso es como quemar libros…

¿Por qué más bien no enseñarles a los niños, primero a utilizar esos instrumentos con respeto hacia sus profesores, para no interrumpir las clases? Pero prohibir la tecnología en los colegios, o en las universidades, es de locos… La tecnología llegó para quedarse y si no aprendemos al mismo tiempo a manejarla y a defendernos de ella, pues nos va a comer vivos, o vamos a desaprovechar muchas oportunidades futuristas. 

Es increíble que ahora tenga uno que oponerse al advenimiento de la tecnología. Lo que hay que entender es que, inclusive, el término inteligencia artificial está mal utilizado; es mejor usar el de inteligencia extendida o ampliada, que es la incorporación de la inteligencia artificial al hombre, el hombre usándola, no la inteligencia artificial usando al hombre. Eso es lo que hay que hacer. Y ese es un cambio maravilloso que se viene. El Rosario ha estado siempre adelante en el tiempo. Ese es su lema, y yo creo que aquí también lo que el Rosario tiene que hacer es liderar esa transformación de la educación superior. Los rosaristas tenemos ese talante de hacer que las cosas sucedan. 

Pues rector, yo lo que le he oído es sensato. Es un hombre de mucha profundidad, que entiende el momento que estamos viviendo. Obviamente, no lo podemos entender del todo, porque está sucediendo y se está transformando, pero usted está preparado, por lo que veo, para asumir el reto de transformar a la universidad al ritmo que exija el cambio de la tecnología. 

Sí. Lo que más deseo yo es que la comunidad vuelva a confiar en nosotros, que entienda que el Rosario no ha desaparecido, que el Rosario está en una transformación, y que el Rosario está abierta a la comunidad colombiana para seguir escribiendo la historia de los próximos 370 años. 
MARÍA ISABEL RUEDA
Especial para EL TIEMPO

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