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Todos los caminos conducen a Sevilla

España será sede de la IV Conferencia sobre Financiamiento para el Desarrollo, del 30 de junio al 3 de julio.

CUMBRE

Esta reunión se celebra por primera vez en territorio del viejo continente, bajo cuestionamientos al liderazgo de la Unión Europea Foto: Archivo Particular

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Sevilla, España, será el punto de encuentro de la IV Conferencia Internacional sobre Financiamiento para el Desarrollo (FfD4), que tendrá lugar entre el 30 de junio y el 3 de julio, con una participación de delegaciones de gobiernos, organismos internacionales, instituciones financieras, sociedad civil, academia, empresas y el sistema de Naciones Unidas.
¿Qué hace especial esta reunión? Para algunos críticos, esta sería la simple continuación de una serie de encuentros internacionales que se iniciaron en Monterrey en el año 2002 y luego fueron seguidos en Doha en 2008 y Adís Abeba en 2015, los cuales no han logrado solucionar los problemas estructurales de desarrollo, especialmente de los países más pobres.
Se cuestiona la falta de representación de los países del sur global en las decisiones financieras internacionales y la necesidad de una transformación real del sistema financiero global. Y de forma más simplista y parroquial, se acusa a este foro por su aparente falta de impacto, burocracia y viajes internacionales.
Para otros, en cuya orilla nos encontramos, es una valiosa oportunidad –después de 10 años del último encuentro– para avanzar en las reformas necesarias de los marcos financieros internacionales en todos los niveles, con el fin de cerrar brechas entre aspiraciones sociales y financiamiento.
Se constituye no solo en un paso obligado de un proceso de más de dos décadas, sino también en la confluencia virtuosa de los resultados de la Cumbre del Futuro de Naciones Unidas en 2024, con su llamado a reescribir las reglas de juego a nivel global, y la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Social (Qatar, noviembre de 2025), con su aspiración de lograr una mayor cohesión social y movilidad en el marco de la Agenda 2030.
En pocas palabras, estos son tres ejes interrelacionados que responden a una estrategia global que ha sido diseñada para impactar la arquitectura internacional y transformar la economía y la vida de millones de personas.
Estos esfuerzos requerirán de un trabajo coordinado en la movilización de recursos públicos a nivel interno, con el sector privado y financiero, en la cooperación internacional para el desarrollo, en comercio y nuevas tecnologías –incluyendo inteligencia artificial–, y los retos sistémicos del planeta.

Un acervo colectivo

Sevilla hace parte de un importante acervo colectivo de conocimientos y experiencias, victorias y fracasos, y de esfuerzos nacionales e internacionales por aportar a la transformación del financiamiento del desarrollo.
Entre los principales elementos que deben resaltarse en el recorrido de este camino, están las contribuciones del Consenso de Monterrey, en el cual tuvimos la oportunidad de aportar desde nuestras funciones en el Gobierno colombiano en su momento, en la construcción del primer marco global de financiamiento del desarrollo, sobre la base del principio de responsabilidad compartida.
La Declaración de Doha incluyó, por su parte, variables centrales para las políticas públicas en materia de desarrollo, tales como género y financiamiento climático. Luego de haber transcurrido más de 15 años desde la realización de esta reunión, hoy algunos países del Norte Global tratan de evitar y eliminar algunas menciones en los textos preparatorios de Sevilla que hacen referencia a temas centrales como cambio climático, género, inclusión y diversidad, y sostenibilidad. Se estaría tratando de tapar el sol con un dedo. Quizás el fundamentalismo no es buen consejero en un mundo donde los problemas globales exigen soluciones comunes.
La Agenda de Adís Abeba realizó un importante aporte al incorporar de manera integral la dimensión económica, social y ambiental del desarrollo sostenible en políticas de financiamiento. Contribuiría a la movilización de recursos domésticos, fortalecimiento de capacidades institucionales y edificación de un ambiente internacional favorable a sus propósitos.
No obstante, la IV Conferencia enfrenta el reto de realizarse en medio de tensiones geopolíticas internacionales, la competencia estratégica entre EE. UU. y China, y el proceso en curso de construcción de un orden global. Este tendría nuevos valores, reglas e instituciones, bajo la supremacía del unilateralismo.
El multilateralismo se encuentra en un punto crítico ante ataques repetidos. Existen visiones y proyectos políticos de algunas naciones revisionistas que quieren construir la falsa noción sobre la necesidad de un “multilateralismo competitivo”, lo cual significa la existencia de múltiples multilateralismos que se aplicarían a diferentes temas y tiempos, en respuesta a un mundo de naturaleza multipolar. Esta aproximación lo único a lo que conduciría es a una mayor división.
Desde el Consejo Colombiano de Relaciones Internacionales (Cori) hemos caracterizado este escenario como una “Paz Caliente”, por su polarización, fragmentación y fragilidad, que se refleja en un mayor número de conflictos entre y dentro de Estados, las crecientes tensiones comerciales y tecnológicas, los niveles de incertidumbre económica y financiera, la amenaza climática, entre otros, que tienen un efecto directo en los países en desarrollo y las poblaciones más vulnerables, especialmente niños y mujeres.
El mundo avanza hacia un orden caracterizado por la confrontación y los bajos niveles de cooperación, que nos conduciría a la defensa de los intereses nacionales por encima de los internacionales, en cuestiones críticas como desarrollo, medioambiente y salud.
El gran interrogante es si este escenario, sumado a la pérdida de tracción del multilateralismo, terminará por debilitar los compromisos que se asuman en la península Ibérica. Esta tendencia podría ser catalizada por el interés de algunos gobiernos en debilitar la reforma del sistema financiero internacional; el intento de esquivar las discusiones sobre impuestos globales o subsidios a los combustibles; y la inclinación a mantener la independencia de las Instituciones Financieras Internacionales (Ifis) frente a los lineamientos del Sistema de Naciones Unidas.
Dado el estado crítico del mundo, no es una opción apelar al verbo “esquivar” o “dilatar” para abordar los principales problemas que están agobiando a las gentes. Todo lo contrario, debemos intercambiarlos por “enfrentar”, “resolver” y “combatir”. El listado de tareas pendientes es largo e incluye: pobreza, desigualdad, hambre, salud, educación, cambio climático, paz, justicia e instituciones, entre otros.
Se debe atender una realidad que es delicada y quizás resulte incómoda: solo el 17 por ciento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) está avanzando por el camino correcto a nivel global. En otras palabras, nos enfrentamos a una crisis de inconmensurables proporciones, que tiene sus raíces en las débiles capacidades institucionales, la falta de priorización, las limitaciones de financiamiento y espacio fiscal.
A manera de ejemplo –en un ejercicio de contrastar el discurso con la realidad– destacamos cinco hechos concretos: 1.100 millones de personas viven bajo pobreza, de estas 500 millones viven en contextos de conflicto; 7 de cada 10 niños carecen de protección social; y 2.330 millones de personas se enfrentan a una inseguridad alimentaria moderada o grave.
América Latina no se escapa de esta realidad.
En efecto, la Cepal ha acuñado el término “crisis en cascada” para referirse al conjunto de retos que amenazan la región, bajo la figura de trampas del desarrollo: bajo crecimiento y baja tasa de generación de empleos de calidad; alta desigualdad, baja movilidad social y débil cohesión social; bajas capacidades institucionales y gobernanza poco efectiva.
A su vez, al analizar las proyecciones de cumplimiento de los ODS en América Latina, estamos también ante un hecho grave: solo una de cada cuatro metas se podría cumplir en el 2030. Es decir, el 75 por ciento restante no se alcanzaría en áreas sensibles como pobreza, educación de calidad, igualdad de género, trabajo decente, ciudades y comunidades sostenibles, entre otros.
El 2030 debe ser contemplado como una “meta volante” y no como el puerto de destino. Este debe servir de testigo para corregir y reformular políticas de cara a una Agenda 2050, que aún está en mora de ser formulada. La invitación es a desarrollarla bajo el liderazgo de la ONU, con el apoyo de amplios sectores a nivel nacional e internacional. La banca multilateral, como la CAF –banco de desarrollo de América Latina y el Caribe, y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), tiene una enorme oportunidad y responsabilidad para constituirse en grandes catalizadores de este proceso con recursos frescos, conocimiento, buenas prácticas y la generación de alianzas.
Estos rezagos deben ser observados no solo desde una perspectiva crítica, sino también constructiva y propositiva en la medida en que son un aliciente para acelerar los objetivos hacia el futuro. La magnitud de este desafío es inconmensurable. Se necesitan al menos 4 trillones de dólares al año para superar la brecha de financiamiento de los ODS a nivel global.
Adicionalmente, la Secretaría General de la ONU ha hecho un llamado a implementar un paquete de estímulos de al menos 500 billones por año, que debe estar acompañado de soluciones ante el alto endeudamiento de los países, arreglos de gobernanza y colaboración entre actores, y mejoras en la representación de los países en el proceso de toma de decisiones.

Un destino común

La IV Conferencia tiene lugar en un contexto tan complejo que era impredecible hace unos años atrás. Para algunos, este momento se encapsula en la frase del filósofo italiano Antonio Gramsci: “El viejo mundo agoniza y el nuevo lucha por nacer: es la hora de los monstruos”.
No cabe duda de que tenemos varios monstruos sentados en la mesa y que estamos viviendo bajo tres crisis que se entrecruzan: geopolítica, multilateralismo y desarrollo, cuyas soluciones demandan tiempo, recursos y muchos sacrificios.
Esta reunión se celebra por primera vez en territorio del viejo continente, bajo cuestionamientos al liderazgo de la Unión Europea, así como bajo los interrogantes sobre su cohesión en la toma de decisiones, su seguridad frente a la amenaza expansionista e imperialista de Rusia y el distanciamiento progresivo de EE. UU., que fue su principal aliado histórico y trasatlántico. La autonomía estratégica de Europa ha sido puesta a prueba en su máxima expresión.
Para los principales centros de pensamiento, como Brookings Institution, el éxito de la conferencia estará en función de la integración de los elementos de desarrollo, clima y naturaleza en un programa coherente de desarrollo sostenible a largo plazo. Asimismo, dependerá la capacidad de trasladar las buenas intenciones de los discursos en acciones concretas en torno a nuevos modelos de ayuda que prioricen las inversiones, la promoción de financiamiento responsable, la evaluación de la ayuda concesional, el rol de las instituciones multilaterales, bilaterales y nacionales, y la apertura de nuevos espacios fiscales para inversiones de calidad y con un alto retorno.
En este marco, las acciones hacia el futuro para el financiamiento del desarrollo deben ser guiadas por las siguientes dimensiones: incremento de recursos, mayor inclusión y coherencia en las políticas.
A su vez, estos elementos se deben traducir en una agenda integral que priorice: primero, la reforma de la arquitectura financiera; segundo, la movilización de recursos a un costo más bajo; tercero, la solución del problema de la deuda para los países en desarrollo (superior a los 1.4 trillones de dólares); cuarto, el apalancamiento de recursos privados; quinto, las inversiones con mayor impacto; sexto la redefinición del concepto de cooperación para el desarrollo; y séptimo, el fortalecimiento de los vínculos entre ciencia, tecnología e innovación.
De los puntos anteriores y, en un ejercicio de priorización, resulta central abordar –tal como lo ha señalado recientemente el secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres– el tema de la deuda (reducir costos, reestructurar y prevenir futuras crisis), fortalecer integralmente a la banca multilateral de desarrollo e impulsar la innovación financiera a nivel interno y externo, en la perspectiva de construir un destino común.
El futuro de la Conferencia en Sevilla y del financiamiento para el desarrollo depende de la voluntad política de los gobiernos y de la acción conjunta de la sociedad civil, la academia, el sector privado, la banca y las instituciones financieras internacionales. Todos deben aportar para lograr resultados.
(*) Presidente del Consejo Colombiano de Relaciones Internacionales (Cori), excanciller (1998-2002) y exembajador ante Naciones Unidas.
(**) Vicepresidente del Consejo Colombiano de Relaciones Internacionales (Cori), exembajador y representante alterno ante Naciones Unidas, miembro asociado de la Universidad de Oxford y miembro de la Junta Asesora de la Unidad del Sur Global de la London School of Economics (LSE).

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