Hay que darle al turismo la atención y la importancia que merece. Y no es un capricho. Con motivo de la Vitrina Turística de Anato (Asociación Colombiana de Agencias de Viajes y Turismo) que tiene lugar hasta mañana en Bogotá, se han conocido cifras alentadoras de este sector.
Por mencionar apenas unos datos, al país llegaron el año pasado cerca de 6 millones de visitantes no residentes, superando la meta prevista de 5,2 millones. El aumento con relación al 2022 fue del 24,3 por ciento y frente al 2019, del 29,6 por ciento. Se puede añadir que Colombia ocupa el segundo lugar en cuanto a aumento de llegadas internacionales a nivel mundial. Las divisas que ingresaron al país por esta vía también registraron un crecimiento importante: 24 por ciento, si se compara el 2023 con el 2022. En total fueron 6.573 millones de dólares.
Que el evento anual del sector sirva entonces no solo para cerrar negocios –Anato calcula en 120 millones de dólares la cifra por este concepto–, sino para que se escuchen las peticiones que surgen desde el gremio para que este florecimiento no sea pasajero. Un asunto urgente es el de la seguridad, central para este sector y que ahora retoma importancia por razones en las que no corresponde recabar. Solo agregar que si algo le ha costado al país es dejar atrás los tiempos de los temores –muchos fundados– de los visitantes foráneos. El segundo, que esta industria avance a mayor velocidad por la senda de la formalización. También se insiste, con razón, en la conectividad de los destinos locales, asunto que sufrió un revés importante el año pasado con la salida del mercado de dos aerolíneas.
Habría que añadir la necesidad de un cambio cultural que haga que episodios escandalosos como los de los cobros excesivos por servicios sean cosa del pasado. Es propósito común a todos los sectores lograr que Colombia sea destino de talla mundial, como es el objetivo. Y que este empeño se cumpla bajo un modelo que, lejos de ser depredador, paradigma al que hay que huirle, traiga bienestar a todos.
EDITORIAL