Como ha sucedido en el interior de tantas disciplinas artísticas, en estos días azarosos y retadores de pandemia, le ha correspondido al mundo de la música clásica establecer nuevos encuentros con sus públicos. Las dos grandes orquestas nacionales, la Orquesta Filarmónica de Bogotá y la Orquesta Sinfónica de Colombia, han sido particularmente ingeniosas y se han estado inventando caminos para no perder su razón de ser, para seguir llevándoles su trabajo a las personas que lo necesitan.
La Orquesta Filarmónica de Bogotá ha decidido recorrer la ciudad en Navidad, de punta a punta, para llevar sus conciertos a las calles de los barrios: 500 artistas interpretarán sus piezas en lo que se ha querido llamar una “invasión musical” para democratizar la música sinfónica en el espacio público –se trata, según ha dicho su director, de aportarle a la recuperación de las localidades– de una ciudad que durante meses ha estado pensando maneras de aliviar la incertidumbre. Por esto, por su trabajo en la virtualidad y sus conciertos con artistas populares como Juanes, Cholo Valderrama, Aterciopelados y Monsieur Periné, la Orquesta ha sido reconocida con el Premio Nacional de Alta Gerencia de 2020 que entrega Función Pública.
Por su parte, la Orquesta Sinfónica de Colombia ha tenido el tino de montar una serie documental de 42 capítulos que parte de la pregunta qué debe hacer una orquesta que no puede tocar ante su público: ‘Contra el olvido’, se llama, y arrancó con un concierto junto con Maía, Juan Carlos Coronel, Fonseca y Andrés Cepeda, transmitido desde el teatro Colón de Bogotá. Se trata de abrirles a los espectadores las puertas de la Orquesta, con los dramas y las conquistas de sus 63 músicos, para recobrar la idea de que la música se da en la relación entre los intérpretes y aquellos que los escuchan.
Cuando se revise la historia de estos meses, se reconocerán los esfuerzos que han hecho nuestras dos grandes orquestas para renovarse y seguirles sirviendo a sus auditorios.
EDITORIAL