Dice el conocido refrán que “lo urgente no deja tiempo para lo importante”. Pero en ocasiones hay temas que son a la vez urgentes e importantes, como aquellos a ser tratados en la reunión de la COP16, por celebrarse en Cali a lo largo de los días que vienen.
La razón es obvia. No hay duda de que la pérdida de biodiversidad ocasionada por el accionar del hombre, y en particular por el cambio climático, es algo que concierne a todos los que habitamos este planeta.
Numerosas publicaciones científicas han documentado la desaparición de especies animales y vegetales a lo largo de las décadas pasadas, la cual se ha acentuado en años recientes. El futuro apunta a ser todavía más desafiante, una previsión que atenta contra el bienestar de miles de millones y la vida misma, como la conocemos.
Semejante llamado de atención es aún más angustioso en el caso de América Latina y el Caribe. Vale la pena recordar que la región alberga el 60 por ciento de la biodiversidad, al igual que el 80 por ciento de los biomas de mundo.
Seis de los 17 países más biodiversos del globo se encuentran en nuestro territorio: Brasil, Ecuador, México, Perú, Venezuela y, por supuesto, Colombia. La lista de riquezas únicas e irremplazables es extensa, por lo cual aquí se trata de preservar nuestro patrimonio, indispensable para asegurar la sostenibilidad colectiva.
Que el alza de las temperaturas promedio ocasiona trastornos que antes parecían impensables es algo evidente. En lo que atañe a Latinoamérica, la cantidad de eventos climáticos extremos pasó de un promedio anual de 28 en las últimas dos décadas del siglo pasado a 53, en las dos primeras del actual.
No hay duda de que la pérdida de biodiversidad ocasionada por el accionar del hombre, y en particular por el cambio climático, es algo que concierne a todos los que habitamos este planeta
Entre los numerosos peligros que aparecen está el de la menor disponibilidad del agua, que afecta tanto el rendimiento de los cultivos agrícolas como la generación de energía que viene de las plantas hidroeléctricas. No menos inquietante es la vulnerabilidad de las áreas costeras y de las zonas de montaña por causa de episodios severos que también impactan la biodiversidad.
Por todo lo anterior, CAF –el banco de desarrollo de América Latina– se encuentra plenamente comprometida con dedicar sus recursos financieros y humanos, tanto para proteger las zonas en peligro como para apoyar esquemas que conduzcan a preservar el indispensable equilibrio medioambiental que requerimos. De ahí que hayamos tomado la determinación de convertirnos en el banco verde la región, con el objetivo de que el 40 por ciento de nuestras operaciones de crédito se enmarquen en esa categoría para 2026.
Son varios los ejes prioritarios identificados. Estos van desde promover la transición energética y la reforestación hasta apoyar la infraestructura sostenible y resiliente, pasando por incorporar criterios de sostenibilidad en nuestro accionar.
Y en lo que corresponde a la COP16, buscamos reforzar la narrativa de que tenemos un papel –como región de soluciones– para poder sortear de la mejor manera este reto común. Para ello estaremos presentes en el Pabellón de América Latina y el Caribe, que no solo será escenario de discusiones sustantivas y fuente de información, sino en el cual se podrán conocer casos de éxito relacionados con experiencias que inspiran y muestran salidas.
Sabemos, por supuesto, que hay mucho trabajo por delante. También entendemos que más allá de los escenarios de cooperación internacional cada país encontrará su respectivo portafolio de política.
Pero queremos insistir en la importancia de la adaptación, la necesidad de contribuir a la mitigación y la urgencia de preservar el capital natural para el desarrollo sostenible. Esa es la forma en la cual lograremos que el panorama sea más alentador, y de paso cumpliremos con la responsabilidad que nos impone el vivir en la geografía más biodiversa del mundo.
SERGIO DÍAZ-GRANADOS
Presidente de CAF