Papeles y periódicos viejos, amontonados en rincones. Encantos para todo historiador.
Mientras trataba de organizarlos cayó en mis manos el ejemplar del anuario ya tradicional que produce The Economist, con sus predicciones para El Mundo en 2017. Su titular parecía anunciarlo todo: "Planeta Trump".
Como anillo al dedo. Ocho años después, Estados Unidos prepara la inauguración de su nuevo presidente: Donald J. Trump. Después de su reciente elección, otras publicaciones han venido abonando el terreno para el entendimiento de la opinión pública internacional: ‘El Mundo de Trump’ fue titular de portada en The New Statesman el 15 de noviembre pasado.
¿Pero qué se nos dijo hace ocho años? ¿Qué pasó en el ínterin? ¿Retorno al futuro?
La elección de Trump, observó entonces el editorial de la publicación del Economist, "marca el comienzo de un nuevo y oscuro orden mundial". Con las dos Cámaras del Congreso controladas por su partido, añadió, "los seguidores de Trump por lo menos esperan el alza de las tarifas proteccionistas, la deportación masiva de inmigrantes y el nombramiento de conservadores duros en la Corte Suprema de Justicia".
En política internacional, la victoria de Trump animaría a los populistas en Europa y a los autócratas "en ascenso", en casi todo el mundo. La "introversión" estadounidense, liderada por Trump, entronizaría más a Xi Jingpin en China, y jugaría en las manos de Vladimir Putin. Su desprecio por los tratados multilaterales tendría "efectos geopolíticos profundos".
2016, recordemos, fue también el año del brexit, cuando los británicos decidieron abandonar Europa. No sorprende entonces que, sumado al triunfo de Trump, una publicación liberal como The Economist predijera el siguiente como un "año oscuro", lleno de preocupaciones.
Su editor quiso introducir una nota de optimismo, pero al final concluyó que el futuro de un mundo más abierto "dependía sobre todo de una sola persona: Donald J. Trump".
Al hojear El Mundo en 2017, el lector puede creer que se trata de una publicación con predicciones para el 2025. Como si en los últimos ocho años no hubiese pasado nada.
El ejercicio de repasar tales predicciones frente al advenimiento de Trump ocho años atrás motiva más de una reflexión. Parece sabio no adoptar visiones apocalípticas. Pero es igualmente sabio evitar complacencias. En un excelente ensayo, el exembajador Michael McKinley examinó el récord de la primera istración Trump en política internacional para advertir las nefastas consecuencias que sobrevendrían en su segundo período (Politico.com, 23/9/2024).
Al hojear El Mundo en 2017, el lector puede creer que se trata de una publicación con predicciones para el 2025. Como si en los últimos ocho años no hubiese pasado nada.
Muchos de los líderes mundiales son los mismos: Xi en China, Putin en Rusia, Modi en India, Erdogan en Turquía son quizás los más notables, en compañía de otros. Justin Trudeau es aún el primer ministro de Canadá. Maduro sigue allí en Venezuela. Marine Le Pen continúa a la espera de hacerse con el poder en Francia.
La atmósfera fatalista parece también igual. Estaríamos como en la antesala de la Segunda Guerra Mundial: la democracia liberal arrinconada por los ascensos de tantos autócratas en el mundo. La globalización ha fracasado –son las últimas pataletas del capitalismo–.
¿Cómo salvar lo "que queda del orden liberal"?, se preguntaba un columnista del Economist en 2017.
Hay que resistir, sin embargo, a las primeras impresiones que pueda dejar El Mundo en 2017. Es cierto que el tiempo parece haberse suspendido. La misma noción del progreso se encuentra bajo amenaza. Pero no todo depende de una sola voluntad, así esa persona sea el presidente de la nación más poderosa del planeta. Ni el mundo ni el progreso marchan al unísono.
¡Feliz año!