Tuvieron que pasar dos décadas desde su fallecimiento a los 84 años, en Burdeos, en 2003, para que por fin la historia –que nunca miente– sacara a la luz, en Colombia, la vida de una de sus hijas más talentosas: la artista, dibujante, pintora y escritora Emma Reyes.
En buena hora, Señal Colombia, en coproducción con Quinto Color, realizó, con la advertencia de que incorpora ficción, un seriado biográfico de superior calidad, que miles pudimos disfrutar hasta hace unas semanas.
Protagonistas colombianos y extranjeros de primera línea mostraron a esta gran mujer, abandonada por sus progenitores, hecha por sí misma, pues no tuvo ni escuela ni academia, de potente talento y de personalidad impactante.
Aventuras inhumanas de una niña que bordaba sotanas en el convento que le dio techo, sin enseñarle a leer ni a escribir. Tormentos en su adolescencia y éxitos como artista plástica en su adultez, hasta ser reconocida en París, Roma, Washington y Ciudad de México, donde fue apreciada por Rufino Tamayo, Diego Rivera y Frida Kahlo.
En Colombia surge más bien como escritora de sus recuerdos de niñez, en 23 cartas que, durante décadas, le dirigió al diplomático Germán Arciniegas, uno de sus mejores amigos. Se publicaron en 2012 como Memoria por correspondencia.
Una buena edición circula con ilustraciones de sus dibujos y apreciaciones de Malcolm Deas, Piedad Bonnett y el propio Germán Arciniegas, que cuenta sobre la vida de esta artista, ahora mítica, llena de coraje y generosidad con sus colegas. Luis Caballero, Darío Morales, Saturnino Ramírez, Fernando Botero, entre otros, a quienes acogió siempre lista a ayudar. García Márquez decía que en París había una “gran mamá” de los artistas colombianos.
“Es mejor tener amigos que plata; nada se comparte con mayor gusto que la pobreza”, decía. Brindaba con alegría para celebrar que el goce es la primera instancia del arte. Y en eso sí que estamos de acuerdo.
La mítica Emma Reyes fue una artista llena de coraje, de potente talento y
de personalidad impactante. Siempre generosa con
sus colegas
Dirigida con maestría por Luis Alberto Restrepo, con libreto de Alberto Quiroga, esta serie audiovisual es interpretada por Laura Junco, una Emma Reyes muy creíble, y su esposo, Jean Perromat, en cabeza de Patrick Delmas. Una Alejandra Borrero convencida y convincente “madame” que incita con humor a la perdición.
Laura García asumió, con su incuestionable talento, el arduo ejercicio de continuar, ya en la madurez de la protagonista, por el mismo camino actoral trazado por la Junco, sin que el público notara más diferencia que la del paso de los años.
Aplausos para los intérpretes y para los 200 integrantes que participaron en este montaje premiado en varios lares.
Vale mencionar el encuentro de Emma Reyes con la crítica de arte Marta Traba, que fue, en su época, la dueña del dedo de los dioses para señalar quiénes eran los artistas bendecidos por el talento y quiénes no.
A ella la consideró apenas una simple dibujante y trató de disminuirla como pintora: Una “Gauguin descolorida”, dijo, aplaudida por ingenuos críticos europeos. A esto, la Reyes respondió: “Pinto cuando quiero, lo que quiero y con los colores que se me dan en gana”.
Se marcó así un rechazo que tal vez habría repensado la crítica de arte si hubiera sabido que, ni más ni menos, Pablo Picasso, después de asistir a una exposición de esta colombiana, dejó escrito y firmado su concepto sobre la Reyes en estos términos: “No hay en ella ningún temor de abrir el mundo con sus trazos”.
Por estos días, tanto en la galería La Cometa como en el mirador de la torre Colpatria están expuestas algunas de sus pinturas “que aún son tesoros por descubrir en nuestro patrimonio cultural”, afirman diversas voces del arte plástico.