Apreciado Juan Gossaín, salud.
Hay jolgorio en San Bernardo del Viento, tu terruño, desde que se supo que ocuparás la silla Rr como vaca sagrada del idioma. O mejor, como uno de los inmortales de la Real Academia Colombiana de la Lengua.
Ya habías ingresado a ella en dueto con Daniel Samper Pizano como miembro correspondiente. Asistí a ese acto en condición de pato.
No encuentro en el Diccionario la voz pato en la acepción de intruso, con cara de yo no fui, que entra a un acto por la puerta de atrás. Ojalá ese palmípedo voquible llegue al DLE con el significado colombianísimo que sugiero.
La noche que ustedes se tomaron por asalto los salones de la Academia con desparpajo caribe-cachaco, los rostros de mármol que los presiden desde su silla Ee (en la eternidad) recibieron tremenda serenata a vallenato ‘ventiao’.
Cachaco tampoco aparece en el DLE con el despectivo significado que ustedes los caribes nos ‘afrijolan’ a los del interior. Aporto un borrador de la acepción: Cachaco es cualquier sujeto que primero conoce el mar en fotos, en postales, o por referencias. Para ti, “el mar es la mejor idea que ha tenido Dios”. A mí el mar me ha parecido un prosaico aguacero acostado. (Al verbo ‘afrijolar’ te tocará definirlo. No me alcanzó el tiempo).
Pero me demoro en llegar al meollo de estas líneas: permíteme felicitarte por llenar copiosamente la silla vacía, la Rr, una letra que más parece una insólita selfi de minúscula con mayúscula.
Es de las letras que menos me llaman la atención. Tiene más sexapil la sota de bastos. Ninguna palabra empieza por Rr. Esa consonante no ha hecho un carajo por la posteridad...
Pero, con erres o sin erres, te leo desde que escribías para El Espectador desde San Bernardo de Viento unas crónicas que provocaban sacar pareja.
Quieran los dioses de la luenga lengua que tus colegas puedan deliberar a cero metros sobre el nivel del charco de Cartagena porque la altura sabanera donde conociste el hielo bogotano te puede provocar un patatús.
Para este pecho, saber que una persona que también lee el Diccionario de corrido, como si fuera una novela porno, es noticia a ocho columnas de las viejas. Es como si el dueño de la silla Rr fuera yo. Perdón por la igualada, pero “hay días en que somos...”.
ÓSCAR DOMÍNGUEZ GIRALDO