Toro, documental codirigido por Adriana Bernal-Mor y Ginna Ortega Jiménez: veterano fotógrafo antioqueño, preso en Barcelona por narcotráfico, capturó retratos íntimos y originales de sus compañeros de reclusión. Dos entusiastas y nóveles cineastas se dieron a la tarea de rastrear y revisar un espléndido álbum de autor con varios miles de retratos dispersos, filminas y os empastados. Obra individual pocas veces exhibida y vista del loco Hernando Toro Botero, nacido en Caldas (Antioquia), quien pasó varios años encerrado en la Cárcel Modelo de Barcelona por “tropezones de la vida” –asegura haber sido el primer mafioso colombiano en España--.
Documental biográfico, en forma de reportaje periodístico, ahora llamado biópico; foto-documental didáctico al rescate de millares de negativos y filminas de tan virtuoso profesional. Sus tenaces codirectoras clasificaron y editaron centenares de láminas debidamente guardadas en cajas de cartón. Como todo artista que se respete, Toro Botero ha tenido varias fases, periodos y estilos; afirma haber amado a todo el mundo porque hasta los monstruos asesinos tienen su alma, los más machos son débiles y los gorditos redondeados poseen su encanto.
Le aburre tener que referirse siempre a todas esas imágenes captadas desde la celda-estudio penitenciaria y el cuarto oscuro para revelar sus fotos. Habla con desparpajo a las cámaras de tan discretas entrevistadoras, desde su refugio bogotano de la Candelaria en uso de libertad. Personaje dicharachero y divertido, no ofende a nadie cuando relata testimonios narcisistas de vida en b./n. Momento cumbre: en pandemia bogotana, de Zoom a celular, autoriza a su exesposa catalana abrir en directo cajas selladas con retratos excéntricos de 25 años atrás en escarchados colores nocturnos de las ramblas barcelonesas.
Ama, en sus propias palabras, a… “las putas viejas, los travestis divinos y las ‘drag-queens’ o ‘reinas de la noche’. Galería o mosaico de personajes bastante oscuros que actúan o posan con naturalidad para dejar testimonios de seguir vivos en momentos cálidos, amables y atrevidos. Esas insólitas representaciones de Toro cuentan por demás historias en una sola vista de segundos que atrapa luminosidades, o quizás destellos de semejantes autoestimas, entre cuatro paredes claustrofóbicas acondicionadas como estudio.
Nuestra película (Diana Bustamante). Ópera prima documental de la reconocida productora de ‘Memoria’ y ‘La tierra y la sombra’, entre otras acreditadas ficciones. Ahora compila imágenes de telediarios políticos colombianos años 80 en el viejo formato televisivo adherido a la pantalla con chispeos, estridencias y rayones. Para su directora es… “un maremágnum de imágenes caóticas y dolorosas que testimonian desconcierto general e insensibilización”. Advertir que son fragmentos reeditados de archivos magnéticos de Señal Colombia, Caracol TV y análogos de la Fundación Patrimonio Fílmico.
Su leitmotiv: coro de niñas que canta el himno nacional, con las cámaras de Audiovisuales y la unidad móvil de Inravisión. Desfilan instantáneas de tinta roja y dedos untados el día de elecciones, corren marchas y movilizaciones encabezadas por el M-19, corean “el pueblo unido jamás será vencido” y aparece un collage desenfocado de Carlos Pizarro Leongómez junto a tomas de comunidades campesinas, afros e indígenas.
Hace 35 años… el 25 de enero de 1988 hubo emociones encontradas en todo el país: atentado fatídico al procurador Carlos Mauro Hoyos, en la vía Medellín-Las Palmas, y liberación del secuestrado candidato alcalde Andrés Pastrana. Enseguida: exterminio de sindicalistas y militantes de la UP con más cajones, honras fúnebres y sepelios --pañuelos blancos en el atrio de la Catedral y féretros envueltos en el tricolor nacional--, cámaras ardientes de otros tres candidatos presidenciales y uno que otro cartel acusador (“Sí señor, el gobierno lo mató”).
Algunos pantallazos de telediarios de la época abren las emisiones del noticiero Tv Hoy (Judith Sarmiento) y ‘7 días en el mundo’ (Óscar Galvis), con titulares como “Alcaldes militares para varias zonas del Urabá” y mensajes guerrilleros en paredes descascaradas (“Muerte a los paramilitares”). También, estadísticas del Centro de Investigación CINEP y cifras de crímenes políticos atribuidos a liberales y conservadores, rojos y azules, derechas e izquierdas, víctimas y victimarios. Continúan los conflictos de tierras, autoritarismos y desplazamientos forzados, atentados mortales y emboscadas, venganzas y zozobra generalizada.
Políticas de exterminio, etnocidios y genocidios con masacres en Apartadó (Urabá), Tierra Alta (Córdoba) y Segovia (Antioquia). Un dato aterrador que actualmente se repite: 34 asesinatos colectivos registrados en los seis primeros meses del año 1989. Testimonios desgarradores de madres, huérfanos y viudas con micrófono en mano: llanto e indignación, perforaciones e impactos de balas, vidrios destrozados, banderas ensangrentadas, destrozos y escombros; levantamientos de cadáveres y diligencias forenses, tacones y pantuflas con rastros de hemoglobina, paredes impactadas en parabrisas y chozas humildes; más, charcos de sangre y huellas de muertes infames.
Transcurren así los primeros 38 minutos de proyección –para mí suficientes-- del total de 1h. 11min. Antiguo telespectador de aquellas transmisiones de matazones e índices de crueldad, vislumbro temas cruciales de pertenencias de tierras y desplazamientos forzados, en un clima reiterativo de terror y zozobra, con algunos flashes dantescos. Es que ‘Nuestra película’ sirve para visibilizar el drama de las víctimas con fines de recuperar la memoria, la verdad y el perdón. ¡Nuestra pesadilla nunca termina!
MAURICIO LAURENS