Presentados por Netflix e incluidos en las más recientes nominaciones al Óscar, dos desiguales estrenos estadounidenses sobre costumbres pueblerinas al interior de la nación americana y dependencias culturales de su música negra tradicional. Son las nuevas corrientes de un modesto realismo social que puede ahogarse frente a la abrumadora racha de superhéroes de chatarra e historietas evasivas de altísima tecnología evasiva. En efecto, pieles oscuras rodean la grabación en estudio del disco Black Bottom de la cantante Ma Rainey, en Chicago a finales de los años 20, y un joven campesino abogado de Yale evoca a su disipada madre, pero con particular afecto a una de sus abuelas. En las anteriores cintas del 2020, dos sobresalientes actrices dramáticas: Viola Davis y Glenn Close.
La madre del blues (Ma Rainey’s Black Bottom, George C. Wolfe). La tan cuestionada adaptación cinematográfica de la comedia teatral de August Wilson –premio Pulitzer– se manifiesta en telones pintados de fondo, diálogos marcados y sets iluminados. Érase Chicago 1927, en estudio cerrado de grabación, Ma –“madre del blues, no reina”– graba el disco Black Bottom (coloquialmente ‘trasero negro’), acompañada al piano y con una banda de jazz. Desde que irrumpe al lado de una coqueta amiguita, Ma se pavonea en actitudes desafiantes o no convencionales para esa época, impone su característico estilo y no está dispuesta a transar con la versión de un jovial trompetista e igualmente arreglista llamado Levee.
Como si estuviéramos en el teatro, entre sus varias entradas sobresale aquella espectacular de quien orgulloso muestra sus nuevos zapatos amarillos en un vistoso primer plano: bromista y risueño, flaco en evidencia, taconea e impone los cambios propuestos ante sus compañeros músicos que él mismo llama “pobres y negros”; también, ellos ensayan y afinan instrumentos, hablan de la felicidad y presumen de sus conquistas. Mientras tanto, Ma Rainey, la peculiar ‘madre del blues’, engancha a su sobrino chofer como presentador sin sospechar de las continuas infidelidades de su jovencita acompañante. Alguien suelta una frase de película: “Porque los negros se divierten desde antes que nacieron y seguirán divirtiéndose cuando mueran”.
Ma Rainey (1886-1939) y su legado musical. Vocalista pionera del blues clásico estadounidense, nacida en el estado de Georgia y fallecida allí mismo, la segunda artista negra en exclusividad de Paramount Records que grabó discos para una emisora radial hasta completar más de cien canciones entre 1923 y 1929. Reivindicadora de los derechos artísticos y musicales de la población afroamericana, luchó por no ser sometida a discriminaciones adicionales en su condición bisexual ya lesbiana para su época. De ella los historiadores del género reconocen su fuerza vocal, una enérgica disposición y cierta forma de lamento al interpretar sus canciones. Además, mentora de Bessie Smith, influyó a Billie Holiday y alternó con Louis Armstrong.
Cautivante resulta la actuación de Viola Davis, no solo por el parecido físico y escénico con la original, sino que dobla su voz con labios sincronizados (lipsing) y un fraseo histriónico. Aunque todos pensamos que recibiría una estatuilla póstuma, impresiona de verdad el último gran papel como simpático trompetista del actor Chadwick Boseman –fallecido el pasado 28 de agosto en Los Ángeles, a los 43 años–. Hecho famoso como el superhéroe Pantera Negra en cinco apariciones de Capitán América, El fin del juego y Guerra infinita; uno de sus conocedores dijo de él que… “no representaba a alguien, lo encarnaba”. Algo ha cambiado desde cuando la primera película sonorizada del mundo (El cantor de jazz, Warner, 1927) recurría a tiznar al protagonista judío que cambiaba himnos religiosos de la sinagoga por ‘góspel’ en clubes nocturnos.
Hillbilly, una elegía rural (Hillbilly Elegy, Ron Howard). Adaptación de la novela autobiográfica del joven campesino de familia disfuncional graduado de abogado en la exclusiva Universidad de Yale. En el estado de Kentucky (1997), el niño J. D. Vance se trastea con su libertina progenitora al estado de Ohio y como inmigrante federal sufre el matoneo de sus nuevos compañeros; algunos años más tarde, se desempeña como lavador de platos en Connecticut y estudia becado en Yale. Mientras que Beverly, madre soltera, es detenida por escándalo en la vía pública debido a comentarios ofensivos y la vergüenza del propio hijo, alterna con detalles triviales como el de la confusión (de este) generada por desconocimiento de cubiertos y platillos en una cena a manteles.
Sus recuerdos infantiles se remontan sin demasiada emoción al plácido, aunque tradicionalista, pueblo de Jackson, donde nació: “Somos montañeros y respetamos a los muertos” –palabras de su amorosa abuela al desfilar una carroza funeraria, donde automovilistas y transeúntes se detienen en silencio–. Este último personaje, que por momentos desplaza al nieto en referencia, luce forzado en su concepción corporal –camina con notable giba, pero al sentarse esta desaparece–. Aunque sus diálogos sean brillantes, responden a consejos entre sabios e ingenuos.
Giros dramáticos, por supuesto, y más cuando llegan malas noticias de la madre en estado crítico por intoxicación de drogas y el dilema de perder una soñada vinculación profesional. Siempre con el apoyo incondicional de la recia abuela personificada por Glenn Close, quien recita insistentemente frente al televisor… “hasta la vista, Baby”. En una frustrada octava nominación al Óscar, Close fue derrotada sin sorpresas por la surcoreana Youn Yuh-Jung.
Su director, Ron Howard, prolífico cineasta artesanal de Hollywood, quien ha incursionado sin demasiados aciertos en géneros fantásticos, comedias familiares y crónicas periodísticas. De manifiesta vocación conservadora y melodramática, posee una treintena de largometrajes como realizador y productor con solo 5 o 6 buenas películas a su haber: fábula romántica con juguetes de ciencia ficción (Cocoon), cuento de hadas que configura efectos especiales (Willow), épica aventura en espacios abiertos (Un horizonte lejano), recreación cotidiana del mundillo periodístico (The Paper) y ficción derivada del complejo accidente resumido en “Houston, tenemos problemas” (Apolo 13).
Su gran éxito de taquilla, además del reconocimiento de los de la Academia: Una mente brillante (2001). Es el retrato en tres periodos de un genio, un demente y un rehabilitado; el perfil del matemático John Forbes Nash Jr. –nobel de Economía e investigador del Instituto Tecnológico de Massachusetts–, quien patentase la teoría de probabilidades y de juegos no cooperativos a partir de sus experimentaciones científicas durante la Guerra Fría. Por veinte años fue declarado esquizofrénico paranoide y su rehabilitación pasó a ser un hecho incuestionable. Infortunadamente, el papel del insoportable Russell Crowe puso en evidencia su anómala dirección de actores (y actrices).
Mauricio Laurens
Cine al Ojo