El sector cultural del país se ha sentido afectado por la deficiente gestión del Ministerio de Cultura del actual gobierno. El cambio inesperado de la ministra inicial, Patricia Ariza, el tiempo transcurrido sin nombramiento definitivo de su reemplazo y la falta de ejecución presupuestal nos ubicaban en la mira nacional e internacional, como un país del tercer mundo, abandonado en materia cultural.
Sin embargo, es injusto calificar de negligente la ejecución llevada a cabo hasta hoy en dicha división del Gobierno. Basta citar como ejemplo una de las actividades cumplidas bajo el mandato de quien fue ministro encargado, Jorge Zorro, con el programa denominado ‘Sonidos para la construcción de paz’ que fortalece, entre muchas otras, las prácticas artísticas y musicales desde una perspectiva de garantía de derechos. En este caso, el derecho a la expresión creativa y recreativa del canto.
Se sabe de casos como el sucedido en algún momento en la ciudad de Victoria, en Australia, que contaba con un coro en cada barrio al que, al finalizar el día de trabajo, asistían los ciudadanos a cantar por una hora, antes de regresar a casa. Con una actividad cultural semejante, los niveles de violencia social, al parecer, descienden de manera considerable. El canto y la intención de agredir no van juntos.
Con el apoyo de la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia y la Asociación Nacional de Música Sinfónica, se abrió una convocatoria para audiciones de interesados en vincularse como cantantes académicos. Se integró, con 80 coreutas de Medellín, Cali, Pasto, Ibagué, Barranquilla, Bucaramanga y Bogotá, una agrupación profesional denominada Coro Nacional de Colombia, que se venía soñando para nuestro país, desde hace más de 25 años.
Con una actividad cultural semejante, los niveles de violencia social, al parecer, descienden de manera considerable. El canto y la intención de agredir no van juntos.
Entre los distinguidos participantes en la convocatoria respectiva, fue seleccionada como directora musical titular la bumanguesa Diana Cifuentes. Asumió la responsabilidad un jurado calificador internacional del que tuve el honor de hacer parte junto con nuestra directora de orquesta Cecilia Espinosa; el director del Coro Nacional del Perú, Javier Sunico, y el director de la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia, Yeruham Scharovsky.
El 7 de septiembre próximo, en el Teatro Colón, el público escuchará el Requiem for My Friend, del compositor polaco Zbigniew Preisner, magnífica obra que marca el debut de este coro que ensaya medio tiempo al día en Bogotá, en el Centro Nacional para las Artes.
Van los mejores deseos por un compromiso alegre que a su vez se refleje en la alegría de quienes los escuchemos cantar.
Por otra parte, se le desea el mayor éxito al escritor Juan David Correa, como nuevo ministro. A su favor, cuenta con el plan de desarrollo “Colombia, potencia mundial de la vida’, que en materia de cultura es progresista y ambicioso, fomenta el ejercicio individual y colectivo de los derechos culturales, y el ejercicio democrático de formación para la ciudadanía.
Colofón. Nos unimos al duelo por el fallecimiento de la artista Ruth Lamprea, a quien escuchamos a lo largo de los años en sus célebres interpretaciones de música clásica. Entre las más inolvidables: el único concierto que compuso Beethoven para violín y orquesta, bajo la dirección del maestro ruso Olav Roots.
Mucho del fortalecimiento orquestal sinfónico del país se debe a su ejercicio musical. Fue violinista de varios conjuntos de cámara. Además, líder de formación de jóvenes artistas, y fortaleció la Orquesta Sinfónica Juvenil iniciada por el maestro Ernesto Díaz, institución próxima a cumplir 50 años. Sus alumnos y el público tienen todo por agradecer a esta inolvidable maestra colombiana. Que descanse en paz.
MARTHA SENN