El teatro, como las demás expresiones estéticas cuando son bien logradas, es un arte que deja huellas en la sensibilidad de quien lo aprecia. Se acaban de presentar en Bogotá dos obras de excelente calidad artística que no tienen nada que ver la una con la otra, pero que no se olvidan con facilidad.
‘Planeta rojo’, con llenos completos en la Sala Sequi Sano de la Corporación de Teatro La Candelaria, es el resultado de un proyecto de investigación de profesores y estudiantes del Departamento de Artes Escénicas de la Pontificia Universidad Javeriana. Fue dirigida a cuatro manos por la artista y académica Catalina del Castillo, con su delicioso distraído personaje de documentalista, y el maestro Jorge Mario Escobar. La obra gira alrededor de Clown Sagan, divertido científico y aventurero espacial, bien interpretado por David Moncada. Invita a un viaje de exploración al planeta que lleva el nombre del dios de la guerra entre los romanos: Marte.
En un mundo de fantasía, siete talentosos actores con nariz de bola roja descubren, gracias a sus expresiones verbales y corporales, sus auténticos personajes cómicos. Una creación colectiva, tejida por los hilos de la alegría, que demuestra la riqueza posible del llamado ‘arte clown’. Bien escogidos los breves compases musicales de fondo que acompañan la emocionalidad de la obra, con referencias a ‘Así habló Zaratustra’, de Richard Strauss; ‘Cosmos’, de Vangelis, y el ‘Concierto de Aranjuez’, de Joaquín Rodrigo.
Un equilibrado balance de protagonismos caracteriza a los personajes con un mensaje final bien logrado: quien no tenga amigos, que se haga amigo de su propia creatividad y así nunca se sentirá solo. Soledad y Creatividad se abrazan y van de la mano al encuentro feliz con el público que disfrutó la función y la aplaudió, además, con afecto. Viva el arte ‘clown’, que día a día despierta más interés entre los talentos escénicos de los jóvenes.
‘Lluvia constante’ es el título de la obra de teatro que se presentó en el auditorio Sonia Fajardo Forero de la Fundación Universitaria Konrad Lorenz. Tejido con una dramaturgia de hiperrealismo escabroso, el libreto, traducido por su notable director, Juan Fischer, ubica la tragedia en Bogotá y estremece la atención de la audiencia. Dos monólogos en paralelo, dichos y actuados de manera impecable por Tiberio Cruz y Rafael Rubio, que, bajo el lema ‘para salvarse a veces hay que perderlo todo’, narran la vida tétrica de una pareja de agentes de policía que son los mejores amigos.
De alto impacto también por su lenguaje, que no escatima el uso repetitivo de cada una de las palabras de grueso calibre que existen en castellano, es una forma de denuncia para las barbaries de una época tan cruel. Hay perversiones y horror de todo tipo, corrupción, traiciones, violencia de género, infanticidios, prostitución, asesinatos, suicidio y hasta canibalismo.
Después de hora y media de este imperio de odio y desamor se despide al público. Nos vamos preguntándonos si es posible semejante abanico de atrocidades que rebaja a las personas a su más mínima expresión y atenta contra el humanismo y lo que es humano. Sin duda alguna, la respuesta es sí. Basta mirar el espejo de los acontecimientos políticos y sociales del momento, que refleja, además de la pandemia que afecta al mundo entero, al infernal monstruo de una guerra por la imposición de poderío y el ansia de riqueza entre diferentes culturas. Es la involución de cualquier progreso ganado en materia de soberanía de los Estados, autodeterminación de los pueblos, libertades individuales, derechos humanos y sus garantías. ¿Hiperrealismo escabroso?
MARTHA SENN