Si para algo ha servido esta pandemia, ha sido para demostrar que la cultura y el arte no son factores suntuarios dentro de una sociedad. El humanismo existe porque existe la cultura, que, en las actuales circunstancias, gracias a la tecnología digital, ocupa, por fortuna, un espacio entre el desasosiego y la sobrevivencia.
La más reciente edición del Hay Festival colombiano, que vimos desde Jericó, Medellín y Cartagena, fue una demostración exitosa de la necesidad de proveer de alimento humanístico a nuestro país. Sin ningún costo, más de un millón de personas se unieron, entre el 22 y el 31 de enero pasado, a las presentaciones en vivo, por redes virtuales, para ver y escuchar a los protagonistas invitados, compartir comentarios, enviar preguntas a los autores, y mostrar gratitud por sus intervenciones.
A través de un chat reservado al público se cumplió el principio de la experiencia compartida con el propósito de reunir a la gente para contar historias y hacer comentarios desde cualquier lugar del mundo. Un evento hecho en vivo, con cada uno, desde nuestras casas, solos pero juntos, conectados a un mismo tiempo. Cierto que no es lo mismo que estar hombro a hombro en un auditorio, pero la plataforma digital es la única opción posible. Ser parte para aplaudir al final sin estar presente, compartiendo un aplauso colectivo imaginario, produce un particular efecto psicológico de pertenencia.
Fue un gran acierto que los invitados internacionales convocados a ‘Imaginar al mundo’, lema del evento, conversaran con autores de Colombia o Latinoamérica sobre inquietudes referidas a esos países. Por ejemplo, las charlas de Esther Duflo con Ana María Ibáñez; Thomas Piketty con Rodrigo Pardo, y Richard Ford con Margarita Valencia.
Paul Auster se refirió a un planeta donde muchos tienen poco y pocos tienen mucho; a la manifestación de 2.000 ciudades contra un racismo que lleva 400 años, como el inicio de una presión social a los políticos por el compromiso moral de hacer un mejor país, y afirmó que la política y el arte no van juntos.
Dos grandes, Héctor Abad e Irene Vallejo, dialogaron sobre la última obra de esta española, El infinito en un junco, que apasiona a los lectores sobre los orígenes de la escritura. Ken Follett explicó cómo escribía sus best sellers. El actor Javier Bardem, preguntado sobre el papel más difícil de su vida, dijo: ser padre porque hay que reeducarse para educar y poder dar amor, protección y autonomía.
Se opinó sobre el cambio climático, los movimientos sociales en América Latina, la literatura de viajes, la economía pospandemia, la ilustración de no ficción, las nuevas voces de la literatura mundial, el papel del cine en la actualidad, la convergencia entre literatura y música, y muchas más. Una fiesta de la cultura con 174 participantes de 21 países, 115 eventos virtuales y gratuitos y más de 610.000 reproducciones de video hasta la fecha. Su directora, Cristina Fuentes, califica el resultado colombiano como satisfactorio.
El Hay Festival ya está en el alma de quienes, gracias al infinito espacio digital, celebramos la cultura ¿Qué esperar? Que este formato haya llegado para quedarse y complementar en el futuro los eventos presenciales. Que haya una extensión de este, gracias a seminarios derivados de inquietudes literarias nacidas del propio festival. ¡Qué así sea!
DESPEDIDA. Este es un buen momento para cerrar un ciclo como columnista de temas culturales del diario EL TIEMPO. Con la emoción que agradecí a quienes alguna vez me escucharon cantar, agradezco a quienes, desde esta columna, me hayan escuchado contar. ¡Que la salud los acompañe!
MARTHA SENN