Abrí una conversación a partir de mi columna sobre la apatía de los jóvenes. Recibí valiosos aportes. Que, en general, subrayan la urgencia de encontrar estrategias para recuperar la esperanza, o mejor, para construirla de una manera más cierta y menos retórica.
(También le puede interesar:
Apatía)
Ninguno de mis contertulios dejó de señalar la crisis de las universidades. Rob Riemen se refiere a ella como “larvas de la estupidez y la mentira”. Escribe que las universidades, en lugar de combatir el sistema de termitas invisibles que corroen las democracias y las libertades y desestimulan el pensamiento crítico, se dedican a fomentar el pensamiento único y los saberes vacíos que él describe como el ‘no saber nada’. Lo escribió en 1991, cuando fundó el Instituto Nexus, y ahora lo reitera en su libro El arte de ser humanos.
Otros insisten sobre el engaño cuando la educación se disfraza de ciencia y se convierte, como sostiene Margaret Wheatley, en un sector de la economía. La filósofa Marina Garcés se pregunta por el sentido que hoy tiene aprender cuando los jóvenes, de entrada, se sienten excluidos. Cuestiona el valor que hoy tiene el aprendizaje cuando en el horizonte solo se vislumbra la reiteración de códigos impuestos. Nussbaum lo viene diciendo desde 2005: solo podremos recuperar el sentido de una educación para la vida cuando las universidades cambien el foco de sus prioridades y se atrevan a dar el paso entre una educación para la obtención de la renta y una educación para una ciudadanía más integradora.
Riemen trae a colación la célebre conferencia de Max Weber en 1917. Pero lo hace para rescatar un ensayo perdido de Erich Kahler, en que fustigó el pensamiento de Weber. Quiero transcribir aquí algunas de sus frases porque creo que cobran especial relevancia para este debate. Se pregunta Kahler: ¿qué es lo que hoy puede ofrecer la ciencia de Weber a la vida? Nada. La ciencia no tiene nada que decir cuando nos hacemos las grandes preguntas: valores espirituales y morales, significados, de todo eso la ciencia no sabe nada. Al pretender calcular el valor de la vida como si fuera una operación lógica, esa ciencia fomenta doctrinas políticas que no responden a visiones del mundo sino a intereses económicos. Escribe que si les quitamos estas grandes preguntas a los jóvenes, crecerán en un mundo emocional estrecho y vacío. Lo dijo en 1920.
@GuzmanHennessey