Honorable Magistrada:
En primer término permítame felicitarla por su elección como magistrada de la Corte Constitucional. Es, sin duda, un honor inmenso y una responsabilidad colosal.
Muy injustas con su trayectoria humana y profesional resultaron las acusaciones, motivadas por un trino de su propio jefe de debate, Armando Benedetti, según las cuales usted es una magistrada ‘fariana’. Su trayectoria como abogada, politóloga, servidora pública y madre es limpia. Bien dijo usted que su hoja de vida equilibra el derecho y la ciencia política con una amplia trayectoria de servicio público, fundamental para la ponderación de un juez constitucional.
Cuando mi generación soñaba con redimir el país con las nuevas herramientas contempladas en la Constitución de 1991, usted ya estaba en la primera línea de su defensa. Incluso desde antes. Recuerdo el seguimiento cuidadoso que hicieron con Manuel José Cepeda a todo el proceso constituyente. Cuando fue ternada por la Corte, en una de las mejores ternas recientes, repasé su itinerario. Ciertamente, en sus propias palabras, ha acumulado usted una experiencia intensa, variada y pertinente para la magistratura.
No obstante, no encuentro ninguna elección previa en la que el candidato triunfante en la terna haya tenido que jurar ante Dios y ante la patria en un clima más tormentoso y polarizado. Un Presidente respaldado por un escaso 14 % de los colombianos, según la última encuesta, y un proceso de paz malquerido por la mayoría de los colombianos completan el mapa de las dificultades institucionales.
Flaco favor le prestaron a usted las voces desafiantes de algunos de sus electores cuando proclamaron a los cuatro vientos su triunfo advirtiendo que todos los desarrollos que pretenden darle a lo acordado en La Habana y en el teatro Colón contarán desde ya, de una vez y para siempre, con su bendición hipotecada a perpetuidad.
Me parece que la irrespetan tanto a usted quienes desde la oposición la descalifican sin conocerla acusándola de ser ficha de las Farc, como la irrespetan sus propios electores y aliados que asumen que usted se convertirá o tendrá que convertirse en un voto cautivo de Juan Manuel Santos, ‘Timochenko’ y las mayorías parlamentarias. Creo que no la conocen.
Incluso, el trino del Presidente, tan feliz tras su elección, me pareció indebido con usted. Le sobraba su anticipada certeza tuitera al notificar a los colombianos, como si hubiera devenido en magistrado, cuál será el sentido de sus ponencias y votos del futuro. “Su papel será clave en implementación de la paz”, sentenció el señor Presidente en la cacareada de su elección.
Su texto, presentado ante el pleno del Senado, en el que relata la conversación con sus hijos Antonio y Francisco, nietos de un hombre ejemplar, verdadero mártir de nuestro país, contiene, en mi sentir, las certezas que todos los colombianos esperábamos escuchar de usted.
Dijo usted: “Un magistrado no debe representar a nadie en particular, sino garantizar la supremacía de la Constitución”. Y agregó: “Estoy convencida de la necesidad de construir consensos, valorar las diferencias y respetar las decisiones”. No se deje presionar por nadie, honorable magistrada. No permita que el Gobierno ni los congresistas pretendan cobrarle a punta de fallos los votos que le consiguieron. No permita que sus malquerientes la pongan en el predicamento de probar que usted no es de las Farc a punta de tumbar piezas salidas del Congreso.
Que la Corte tumbe los esperpentos que tiene que tumbar y deje vivo lo que tenga que dejar vivo. Pero que sea su criterio firme, ilustrado y ponderado el que determine el sentido de sus decisiones por el bien de Colombia. Así, estoy seguro, será la jueza honesta, honrada, razonable y justa que se ha preparado a lo largo de toda su vida. Sus fallos hablarán por usted.
Que Dios la ilumine. Que Dios la acompañe.
JUAN LOZANO