Un par de veces a lo largo de este año que cabalga de prisa por su segunda mitad y que llegará a su fin antes de lo pensado, porque el tiempo cada vez avanza más rápido o al menos eso es lo que creemos, un par de veces, decía, en este mismo espacio, anuncié con emoción de lector que en este agosto en el que ya nos encontramos se celebra el centenario de Álvaro Mutis. Pues ha llegado la hora.
El próximo 25 será el día. Y en diversos lugares del planeta –en el puerto de Amberes, en lo más empinado de la cordillera Central, en la encantadora Trieste, en los embarcaderos del Magdalena Medio, en la histórica Pollensa, en el barrio Gótico de Barcelona, en los viejos y céntricos cafés de Bogotá, en la sorprendente Hamburgo, en la estratégica Estambul y en todos los lugares en donde suceden las historias de Maqroll el Gaviero, Abdul Bashur, Flor Estévez, Amparo María e Ilona Grabowska– sus devotos seguidores levantarán la copa para celebrar su vida y para agradecer tantas páginas de buenas historias que nos entregó. Tantos momentos de grata lectura. Y, sobre todo, tantas invitaciones a mirar más allá de lo evidente, a pensar en la finitud, a hacerse preguntas sobre lo realmente importante de nuestro paso por este mundo, a descubrir tantas formas no aparentes de la belleza, a revisar la historia para entender mejor el presente, a reflexionar sobre lo efímero del gozo y lo engañoso del éxito...
Álvaro Mutis cultivó primero la poesía que la prosa, y no hay duda de que esta condición fue definitiva para construir personajes con más fondo y más sustancia, y para andar por el mundo ancho e ilimitado que sirve de geografía a sus novelas con los ojos más abiertos. Más allá de lo entretenido de sus relatos, leer a Mutis también significa entender que la poesía es la madre de todos los géneros literarios, y que para alcanzar profundidad verdadera y acariciar la belleza estos deben rendirle culto a ella.
En relación con este centenario que es la oportunidad de volver a fijar los ojos en nuestro Premio Cervantes, veo tímidas a las editoriales –quizás cada vez más interesadas en los números que en las letras–, a las librerías y a las instituciones encargadas de difundir, promover y celebrar la cultura. Pero no es de extrañarse. Los lectores de Mutis sabemos cómo celebrar una fecha que nos llena de emoción y de gratitud. ¡Salud, maestro!
FERNANDO QUIROZ