¿Quién soy yo? ¿Quién el otro? ¿A quiénes yo les hablo? ¿Ante quiénes me expongo? ¿Se perdieron las identidades? El modo histórico como se definía la identidad podría relacionarse con el espejo, ese que está allá reflejado soy yo, podría afirmar orgulloso un sujeto. La identidad era fija, como lo mostraba una cédula de ciudadanía en la que a pesar de pasar muchos años uno seguía siendo ese joven que un día se retrató y le dieron un número. Se puede decir que antes de internet, la identidad era estable. Las preguntas identitarias del psicoanálisis hoy se hacen desde la tecnología: cómo se hace y se esparce mi yo, incluso sin mi control. Mi yo está descontrolado.
Cuando s –en especial aquellos gobernantes adictos– se quejan en sus mismas redes de que se viola su intimidad, están desorientados. Las redes, los video-rooms, citas a ciegas, etc., están hechos para pervertir la intimidad. En las redes la intimidad se hace pública. Los internautas cuentan que están aburridos o felices, que les dieron un beso o que esperan en el aeropuerto el vuelo y lo chismosean a todo el mundo. Pero detrás de ese gesto espontáneo hay algo más profundo. Varios observadores (J. Bridle, L. Baigorri...) reiteran que es una exhibición del ego. Se trata más de un monólogo que circula.
Estas representaciones tecnológicas exigen mayores esfuerzos para uno aceptarse diferente. En épocas previas uno salía en una foto con quien quería mostrarse; hoy circula es un mensaje que sale loco a conocidos y desconocidos. Exhibición del ego que picotea acá y allá. ¿Quién sería el sujeto hoy si no es el que muestra el espejo? Las identidades rehechas que se forman de distintas imágenes fragmentadas del yo, donde lo digital cobra protagonismo. En mi libro Álbum de familia: la imagen de nosotros mismos recorrí, desde fines del siglo XIX, los modos de mostrarse el individuo en colecciones íntimas; hoy no es esa familia –y en especial era la madre– la que dispone la mirada del otro a quien se muestra, sino la tecnología. Al implicarse el narciso tecnológico, la representación de la persona porta una trama.
Me llega este meme: una bruja maleva, como siempre pensando en su rival eterno, la princesa, se toma una selfi y pregunta a su celular inteligente: “Dime, ¿quién tiene el perfil de la más linda de todas?”. El “show del yo” significa la inversión psicológica de estar mostrándose a sí mismo para su goce. Sí, estamos conectados, pero el diálogo por acá es el primer sacrificado.