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El día en el que Simón Bolívar cabalgó sobre el lomo de uno de los hipopótamos de Pablo Escobar

Cristobal Colón, la reina Isabel, Simón Bolívar, Cruz Diez y el chavismo se unen en el Mambo.

La icónica escultura de Cristobal Colón se convirtió en parte de la obra de Carlos Castro. Los visitantes del Mambo siempre aprovechan para posar con el almirante.

La icónica escultura de Cristobal Colón se convirtió en parte de la obra de Carlos Castro. Los visitantes del Mambo siempre aprovechan para posar con el almirante. Foto: Fernando Gómez

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DIRECTOR DE REVISTA BOCAS Y LECTURAS. EDITOR DE CULTURA DE EL TIEMPOActualizado:

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Simón Bolívar está montado en un hipopótamo. El almirante Colón, por su lado, pisa un globo terráqueo con la prepotencia de Diego Armando Maradona. La reina Isabel, en sus dominios particulares, está de espaldas en un precioso jardín de plantas nativas. Las esculturas de Colón y de la reina –que en 2021 fueron atacadas por los Misak y por poco caen de cabeza como la célebre estatua de Sebastián de Belalcázar en Popayán– están ahora en el Museo de Arte Moderno de Bogotá. El culpable es el artista Carlos Castro que, tras negociar con el Instituto Distrital de Patrimonio, las sacó de la bodega –en la que su única función ahora es acumular polvo– y las convirtió en parte de su obra. También hizo una nueva versión de una escultura ecuestre de Bolívar, pero esa es otra parte de la historia... 

(Le puede interesar: Juan Cárdenas: el artista que fue encarcelado por mezclar cocaína con el escudo de Colombia).

Las dos estatuas estaban en la Avenida El Dorado y estaban hechas para ser vistas desde los carros o desde abajo: siempre estuvieron en unos pedestales gigantes. En el Mambo –en el diálogo que construye Castro– se presentan como dos gigantes viejos y resabiados y, definitivamente, espectaculares y contradictorios. 
La reina está rodeada de todas las plantas que no conoció. Los reyes católicos nunca conocieron el continente que 'descubrieron'.

La reina está rodeada de todas las plantas que no conoció. Los reyes católicos nunca conocieron el continente que 'descubrieron'. Foto:Fernando Gómez

Ambas esculturas fueron fundidas hace más de un siglo, llevan la firma del italiano Césare Sighinolfi y se inauguraron con motivo de los 400 años del descubrimiento de América. Castro toma el significado de la palabra ‘descubrimiento’ y las tensiones de los últimos años para darle una vuelta de tuerca a su presencia. Colón aplasta el globo terráqueo y, en lugar de dejar una tierra redonda, la convierte en problema angustioso: verla de cerca es sospechar que la estatua en algún momento va a caer y el globo va a explotar. La reina, por su lado, está de espaldas a todas las plantas que estaban en América y que nunca conoció: el continente que ayudó a descubrir y en el que jamás puso un pie. 
Castro reprodujo detalles de las esculturas y las cubrió con símbolos ingas hechos con chaquiras.

Castro reprodujo detalles de las esculturas y las cubrió con símbolos ingas hechos con chaquiras. Foto:Fernando Gómez

Castro le suma otro punto de tensión a la escultura de Colón y a la de la mujer que empeñó sus joyas para que se demostrara que la tierra era redonda: hizo varias reproducciones de las partes de los monumentos: manos, pies o cabezas y las cubrió con las chaquiras de plástico que usan los Mizak en sus artesanías.

Y hay otras maravillas. Las tres exposiciones que tiene hoy el Museo son de talla internacional. En el sótano –lejos de las tensiones coloniales– está la obra de uno de los artistas latinoamericanos más importantes del siglo XX: su majestad Carlos Cruz Diez. Hay una sala completa que, sin duda, es el lugar más ‘instagrameable’ de Bogotá.
Su ‘Ambiente cromointerferente’ es un espectáculo de luz y color. Cruz Diez no necesita muchas presentaciones, junto con Jesús Soto, fue el gran revolucionario del arte venezolano, latinoamericano y mundial con el arte cinético y el op art. En los años 70 los cinéticos lograron convertir a Caracas en una capital mundial del arte: para los que se van de Venezuela su última imagen amable es el piso del aeropuerto Simón Bolívar intervenido por Cruz Diez. Además de su instalación de luz, el Mambo celebra los 100 años de su nacimiento, con una veintena de obras de varios coleccionistas colombianos que las cedieron para la exposición.
La sala de luces de Cruz Diez en el Mambo es uno de los grandes espectáculos visuales que hoy ofrece Bogotá.

La sala de luces de Cruz Diez en el Mambo es uno de los grandes espectáculos visuales que hoy ofrece Bogotá. Foto:Fernando Gómez

En el segundo piso está otro venezolano: Alexander Apóstol, pero su obra habla de otra ‘patria’, Cruz Diez –como me dice el director artístico del Museo, Eugenio Viola– vivió el optimismo de la Arabia Saudita latinoamericana, y por su lado, en su tiempo, Apóstol narra el país del chavismo. 

(Además: César Rincón: 'He sentido una depresión muy profunda. Yo no soy un criminal').

Hay dos obras de su exposición que son particularmente ejemplares. 

El corredor principal tiene una galería de retratos en los que –con modelos de la comunidad LGBTIQ+– Apóstol presenta los estereotipos actuales de Venezuela.
El corredor principal del segundo piso del Mambo tiene una espectacular galería fotográfica de Alexander Apostol.

El corredor principal del segundo piso del Mambo tiene una espectacular galería fotográfica de Alexander Apostol. Foto:Fernando Gómez

La lista es delirante:

El héroe

La esposa del opositor preso en campaña

El policía militar resentido

La periodista amenazada

El opositor preso que es lanzado al vacío

La vecina informante

El intelectual opositor

El lobby pragmático de la derecha americana

El siempre sospechoso intermediario internacional

El expatriado oportunista con el bolsillo en el sistema...
El héroe, de Alexander Apostol

El héroe, de Alexander Apostol Foto:Fernando Gómez

Además de ese corredor de personajes variopintos, hay otra obra que cierra el panorama político venezolano de forma contundente. Habla de los 'problemas de la democracia' en el país del presidente Nicolás Maduro. O, directamente, de la ausencia de la democracia, su lenta y triste desaparición. 

(También: Restaurante Olivia: una experiencia gastronómica por el Mediterráneo con un menú rico y sano).

A primera vista parecen un par de murales abstractos monumentales: toda una sala del segundo piso llena de colores y formas, pero la ficha técnica rompe cualquier tipo de romanticismo o parentesco con Cruz Diez: son los colores y los logos de los partidos políticos desaparecidos en Venezuela.
Mural con los colores de los partidos venezolanos desaparecidos.

Murales con los colores de los partidos venezolanos desaparecidos. Foto:Fernando Gómez

En el tercer piso hay una segunda parte de la obra de Carlos Castro y hay otros héroes que, sin duda, conectan con los héroes de Apóstol, por un lado, hay una retrato de Simón Bolívar hecho con bolívares (los devaluados billetes venezolanos que los inmigrantes usan para hacer artesanías) y hay otro Simón Bolívar que, en lugar de estar sobre Palomo, su legendario caballo blanco, monta como un loco en un hipopótamo de Pablo Escobar. 

No dejen de ir al Mambo. No se van a arrepentir.

Bolívar les señala el camino.
Obra de Carlos Castro con un Bolívar enloquecido sobre uno de los hipopótamos de Pablo Escobar.

Obra de Carlos Castro con un Bolívar enloquecido sobre uno de los hipopótamos de Pablo Escobar. Foto:Fernando Gómez


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