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'Basuras', por los que viven en el suelo
La obra de Miguel Vallejo (Gusanillo) narra en clave de ficción el asesinato de habitantes de calle.
Miguel Vallejo (Gusanillo) recibió el II Premio de Novela Gráfica Ciudades Iberoamericanas. Foto: Cortesía Laguna Libros
Gran parte de las historietas y las ilustraciones del joven dibujante colombiano Miguel Vallejo (Gusanillo) suceden en los bordes sociales y espacios vulnerables. Con sus dibujos, las voces y las formas de personajes marginados son los grandes protagonistas, dejando de lado a los tiranos de siempre. Mucho de esto sucede en su nuevo libro: Basuras, que es un manifiesto por el otro y por los cuerpos de todos aquellos que son imaginados como desechos.
En esta narración, Gerardo, un hombre que se la rebusca en las calles de Bogotá, por un accidente, se convierte en el héroe de una historia que lo hará descubrir un plan de exterminio que busca eliminar a los habitantes de calle, a los que viven en el suelo. A través de una historia rocambolesca, dibujada con el vértigo particular de Vallejo, la aventura de Gerardo se va desglosando entre escenas rápidas y acertados cambios en las composiciones de las páginas, de modo que en esta aventura dibujada vemos al héroe de las calles mientras se mueve por la ciudad, por el centro de la capital, por los bajos fondos, por sus estrechos andenes, por puentes y barrios periféricos, creando rutas para salvaguardar su vida al tiempo que trata de revelar el misterioso contenido de un maletín.
Basuras narra, en clave de ficción, el asesinato sistemático de los habitantes de calle en la ciudad de Bogotá, ciudadanos que son por definición, como lo dijo el investigador Carlos Mario Perea, “uno de los blancos del exterminio social”. De ahí que los hechos, la trama y el plan al que se enfrenta Gerardo no son tanto una invención, porque en esta historieta de ficción y aventuras se habla de la vida de aquellos que son considerados como desechos, sobras, estorbos y otra lista de nominaciones violentas.
A pesar de que su trazos no recrean paisajes realistas, la potencia de sus representaciones ofrece al lector un mundo lleno de detalles y materias vivas, sobre todo de las vidas de aquellos que algunos quieren limpiar para embellecer la ciudad. Las texturas y cómo estas son dibujadas sitúan al lector en los lugares representados, tanto los internos como externos, además de que los gestos de los personajes revelan su carácter emocional, un rasgo muchas veces desfigurado en el imaginario colectivo. Es por eso que Vallejo no hace retratos exóticos y tampoco se excede caricaturizando sus personajes, sus líneas no solo dignifican la figura del habitante de calle, representándolo como un héroe, también cuenta con las imágenes, sus lugares, sus formas que los caracterizan y sus maneras de habitar la ciudad, que son opuestas a todo el blanqueamiento, la asepsia y la profilaxis fascista que abunda como imagen sujeta a las promesas del desarrollo.
Esta historieta no solo es un manifiesto en contra de la aporofobia, es un mensaje sobre la lucha diaria que se vive en las desiguales ciudades colombianas; la lucha de los ciudadanos sin hogar, de los habitantes de calle y los trabajadores, así como de los inmigrantes que tratan de sobrevivir con las pocas oportunidades que tienen a la mano. Tal vez por eso, al final, hay un momento para la belleza y la felicidad de su héroe, cuando vemos a Gerardo tirándose a un pastal y, como si fuera el vagabundo sarariman que dibujó Jiro Taniguchi en El caminante, se extiende en el piso, a mirar al cielo, haciendo uso de su libertad para habitar, así sea por un instante, la ciudad, sin miedo a ser exterminado.