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Mercedes Barcha, la gran novela de Gabo
La eterna compañera del premio Nobel colombiano fue el ancla de los sueños de García Márquez.
Gabo y Mercedes, un amor que lo superó todo. Foto: Archivo EL TIEMPO
Hay almas que parecieran tener sus caminos predestinados, como le ocurrió a Gabriel García Márquez con su esposa, Mercedes Barcha.
El escritor cataquero dice que desde que la conoció supo que ella sería su esposa. Sin embargo, por situaciones de la vida de ambos, tuvieron que pasar muchos años antes de que Mercedes le diera el ‘sí’, el 21 de marzo de 1958, a las 11 de la mañana en la iglesia del Perpetuo Socorro, de Barranquilla.
Para la gran mayoría de sus amigos, ‘La Gaba’ –como la llamanban cariñosamente– ha sido, sin duda, el polo a tierra que le permitió al premio Nobel colombiano volar con su imaginación por universos literarios y mágicos. Así se lo contaron varios de ellos a EL TIEMPO, en este artículo de homenaje a Barcha, cuando cumplió los 80 años.
“Ella ha jugado el papel de la Beatriz de Dante, solo que Gabo logró casarse con su Beatriz y vivir más de 50 años a su lado. Él ya era un genio cuando se casaron, pero sin Mercedes no habría logrado hacer todo lo que después consiguió en la literatura y en la vida”, le comentó a este diario el escritor inglés Gerald Martin, autor de la biografía Gabriel García Márquez: una vida.
Para el escritor y periodista Plinio Apuleyo Mendoza, amigo cercano de la pareja y padrino del primero de sus hijos, el cineasta Rodrigo García Barcha, el papel de Mercedes ha sido vital: “Ella se ocupa de la realidad que él no maneja, las finanzas, el hogar, la vida social, los viajes”.
Por eso, para el cineasta y documentalista Rodrigo Castaño Valencia, quien prácticamente creció en los pasillos de casa de la familia García Barcha debido a la estrecha amistad de sus padres, el periodista radial Álvaro Castaño y la presentadora de televisión Gloria Valencia de Castaño, “Mercedes es la gran novela de Gabo. Yo creo que ha sido completamente incondicional, pero con los pies en la tierra, mientras que Gabo, afortunadamente para todos, es la fantasía”.
Martin recuerda que mientras realizaba la investigación sobre la vida del autor de Cien años de soledad, tuvo la oportunidad de entrevistarse con Fidel Castro y Felipe González, entre otros. “Ambos coincidieron en que en esa pareja no fue Mercedes la afortunada sino Gabo, ganador de la lotería”.
Un regalo de la vida que Gabo conoció en Magangué (Bolívar), a principios de la década de 1940, cuando Mercedes era apenas una niña de 9 años, y él estaba próximo a irse a estudiar a Zipaquirá. Sus vidas han sido un sucesión de gratas coincidencias.
Mercedes Raquel Barcha Pardo nació el 6 de noviembre de 1932 y, al igual que Gabo –cuenta Martin en su biografía–, fue la primogénita de los seis hijos que tuvo Raquel Pardo López, descendiente de una familia de ganaderos, y el farmaceuta Demetrio Barcha Velilla, descendiente de emigrantes del Oriente Medio.
“De allí es de suponer la ‘sigilosa belleza de una serpiente del Nilo’, de Mercedes”, anota Martin, al aludir a la manera como Gabo describe a ‘Mercedes, la boticaria’ en Cien años de soledad: “la mujer sigilosa y silenciosa, de cuello esbelto y ojos adormecidos”.
El libro de Martin recrea escenas de su infancia: “En aquella época, ayudaba ya en la farmacia de la familia, y los niños García Márquez a menudo la veían cuando iban a hacerle recados a su padre. Todos ellos advirtieron, entonces y más adelante, que Mercedes tenía un fuerte concepto de sí misma y que ejercía una autoridad sosegada”.
El día en el que regresaron a Aracataca, Magdalenta. Foto:Archivo EL TIEMPO
‘Es muda’
De los días de su boda, Mendoza recuerda que su amigo ‘Gabito’ había pedido un permiso de ocho días a la revista venezolana Momento, en donde trabajaba. “Cuando apareció con ella, encontramos en el aeropuerto a una muchacha muy delgada, tímida, morena, de ojos rasgados, que hablaba muy poco. Tal vez quedó intimidada porque de pronto la introdujimos en nuestra familia (almorzaba en casa de mi papá con todos nosotros, desconocidos para ella). ‘Es muda’, decían mis hermanas. Pero su timidez desapareció cuando al domingo siguiente a su llegada los llevé, a ella y a Gabo, a un club de la playa. Almorzando, les dije: ‘Espero que estén dedicados a fabricar un niño’. Ella sonrió y habló por primera vez: ‘Sí, y tú vas a ser el padrino’ ”.
“Yo destacaría su inteligencia, la discreción, la elegancia, la dignidad, y –muy importante para Gabo, me imagino– ha sabido seguir siendo la niña que él conoció cuando tenía apenas 9 años”, agrega Martin.
“Considero que ‘La Gaba’ ha sido la esposa ejemplar, en el sentido de anticiparse siempre a complacer a Gabo con la palabra, con el pensamiento, con la conducta y con el silencio, sobre todo. Es una mujer enormemente discreta. Ha sabido desaparecer a tiempo para que Gabo se proyecte en su verdadera dimensión. Ella mide cuidadosamente la distancia, no ocupa posiciones que no le corresponden. Yo la he irado siempre por eso”, comenta su amigo Álvaro Castaño Castillo.
Quizás por eso, nunca ha sido amiga de las entrevistas. Son muy pocas las que ha dado en su vida, como recuerda Martin, quien tuvo el honor de lograr una.
“Llegué a hablar con ella en 1991. Cuando entró –como una carabela a todo vapor– a una fiesta familiar en Cartagena, su inesperada aparición me deslumbró y me aterró. Después estuve con ella en algún restaurante. Con diez o doce whiskies a bordo, me atreví a pedirle una entrevista. ‘Depende de Gabo’, me dijo. Dos días más tarde me informó que Gabo –desde Los Ángeles– le había respondido: ‘Bueno, supongo que finalmente voy a saber lo que piensas de mí’. Así que tuve tres horas de conversación, sin su esposo, en su propio apartamento en Cartagena, con una mujer hermosa, muy sexy y muy inteligente, cuyas opiniones –fuertes y perspicaces– me impactaron mucho y me sorprendieron”, comenta el biógrafo inglés.
Sin embargo, de puertas para adentro, en la intimidad de sus amigos y su familia, Mercedes deja aflorar por completo esa otra faceta alegre y rumbera de su personalidad costeña.
“Adema de discreta, Mercedes es una maravillosa madre de sus hijos, Rodrigo y Gonzalo, y una abuela generosísima. Pero, además, es la mejor amiga de sus amigos y la más desprendida de los objetos materiales. Feliz regala los zapatos que solo usó dos veces, porque es, ante todo, una recicladora de cariño”, anota Rodrigo Castaño.
Entre sus gustos, se destaca el ser una gran comensal y disfrutar los vinos finos, con su inseparable cigarrillo. Vive al tanto de todo lo que pasa en Colombia; desde muy temprano consulta la prensa nacional y tiene una gran red de buenos amigos que la mantienen informada de todo.
Además, ha sido siempre la primera lectora y la inspiración de Gabo, quien encontraba en ella la consejera principal de su trabajo.
La escritora mexicana Elena Poniatowska recuerda, en la biografía de Martin, que cuando iba a salir Cien años de soledad Gabo había sido invitado por el Ministerio de Asuntos Exteriores mexicano a dar una charla. En lugar de eso, el escritor cataquero aprovechó para ‘medirle la temperatura’ a su obra cumbre, leyendo un fragmento.
“Cuando terminé y bajé del escenario, la primera persona que me abrazó fue Mercedes, con una cara –yo tengo la impresión de que desde que me casé, ese es el único día en que me di cuenta de que Mercedes me quería– porque me miró ¡con una cara!... Ella tenía por lo menos un año de estar llevando los recursos de la casa para que yo pudiera escribir, y el día de la lectura la expresión en su rostro me dio la gran seguridad de que el libro iba por donde tenía que ir”, le comentó Gabo a su amiga Poniatowska.
Si hay algo que adora Mercedes es celebrar su cumpleaños. Por eso, ‘Gabito’, en varias oportunidades, le ha tenido de sorpresa más de una parranda vallenata rodeada de amigos y familiares. “Son la mejor pareja de baile”, dice Rodrigo Castaño, quien se gozó varias de esas veladas inolvidables.