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Entrevista
¿Es Juan Gabriel Vásquez el heredero de Vargas Llosa?
El escritor reconoció la influencia del nobel peruano y contó que una de sus novelas será llevada al cine.
El escritor bogotano reveló la importancia de Joseph Conrad en su vida, durante la charla 'El cine y yo', en la Feria Internacional del Libro de Bogotá. Foto: Sergio Cárdenas. EL TIEMPO
La presencia de Mario Vargas Llosa planeó siempre sobre la cabeza de Juan Gabriel Vásquez. Así lo demuestran las columnas que ha escrito el novelista colombiano, sus declaraciones tras la muerte del nobel peruano e incluso el reciente anuncio de varios medios internacionales, que aseguran que Vásquez ocupará la silla que dejó Vargas Llosa en la Real Academia Española.
A tal punto ha llegado esa correlación que, en un pódcast reciente publicado por 'El País' de Madrid hace dos semanas, un crítico ibérico asegura que solo dos escritores son herederos legítimos de Vargas Llosa: Javier Cercas y Juan Gabriel Vásquez.
“Ojalá yo mereciera esa generosa acusación –respondió Vásquez a EL TIEMPO durante la Feria del Libro de Bogotá–. Cuando yo comenzaba a escribir, a aceptar mi vocación y que eso era lo que realmente me interesaba en la vida, la figura de Vargas Llosa era un modelo para mí. Ese era el tipo de novelista que a mí me hablaba, que yo quería ser cuando fuera grande: un novelista que hace girar su oficio alrededor de la disciplina, del rigor, de la vocación apasionada. Las novelas que él escribía respondían un poco a las preguntas que yo me hacía, las que yo quería convertir en literatura. Y en particular a una: ¿qué ocurre en ese espacio donde las fuerzas de lo público se cruzan con nuestras vidas privadas? ¿Qué ocurre en ese espacio donde los demonios, los fantasmas de la historia, de la política, de la vida pública se meten en nuestras vidas íntimas y transforman nuestra manera de ser padres, de ser hijos, de ser pareja, de ser amigos?”
¿Qué título de Vargas Llosa lo conmovió en sus inicios?
Hay una novela de él que se llama ‘Conversación en La Catedral’ y tiene un epígrafe del novelista francés Honoré de Balzac. Dice: “Hay que haber escarbado en toda la vida social, porque la novela es la historia privada de las naciones”. Yo comprendí muy pronto que eso era lo que yo quería hacer con mis novelas: la historia privada de mi país.
¿Su historia privada ya estaba marcada por los grandes hechos?
Yo crecí en mi familia con una figura de autoridad que era un político conservador de los años 40, 50. Y por esa presencia, crecí rodeado de historias sobre la historia colombiana: de leyendas, de versiones sobre el asesinato de Gaitán, de teorías de la conspiración, de relatos encontrados sobre algún momento del pasado, de anécdotas que hicieron que la historia colombiana no fuera para mí una cosa muerta que está en los libros, sino una parte de mi presente. Casi personal.
¿Cuál fue el primer reconocimiento que recibió por sus textos?
Yo era un estudiante de Derecho que ya no quería ser estudiante de Derecho, que me pasaba la mitad del día ‘capando’ clase en los billares del centro bogotano, en los cafés y las librerías de segunda mano. Y en alguna de esas caminatas larguísimas con las que yo trataba de escaparme de las clases de derecho istrativo y de procesal civil, me encontré en un tablero de anuncios una convocatoria a un concurso de crítica cinematográfica que se hacía en Cali y cuyo jurado era Umberto Valverde, un crítico muy importante. Y entonces decidí hacer el intento: escribí un ensayo sobre ‘Pulp Fiction’. Eran diez páginas y yo siento que aprendí a hablar de cine de una manera distinta escribiendo ese ensayo. Y gané el concurso. Ese fue uno de los primeros espaldarazos que recibí como un joven que quiere hacer otra cosa y probar suerte.
Supongo que estudió derecho por influencia de sus padres, ¿cómo eran ellos?
Los dos eran abogados de la Universidad del Rosario y los dos, lectores también. Es decir, yo crecí en una casa con una gran biblioteca, en la que había esta idea absurda de que los escritores eran gente importante. Que a veces decían cosas interesantes y había que ponerles atención. Y como me alimentaron también con novelas, cuando a mitad de la carrera yo salí con la idea loca de que no quería ser abogado, sino que mi vocación era la literatura, no pudieron resistirse demasiado.
¿Alguna vez tuvo que ejercer el Derecho?
No. Y eso lo digo con un orgullo… Mi decisión fue aceptar que la literatura no era un trabajo de fines de semana para mí. Hay gente que tiene un trabajo respetable y los fines de semana escribe novelas. Pero García Márquez llamaba a esto “novelas de hombres cansados”. Y él decía que no es la manera de escribir literatura.
Hay gente que tiene un trabajo respetable y los fines de semana escribe novelas. Pero García Márquez llamaba a esto “novelas de hombres cansados”
JUAN gABRIEL vÁSQUEZEscritor colombiano
Aunque hubo grandes novelistas que trabajaban en otras cosas…
Yo creo que se puede. Y lo han hecho muchos. Por ejemplo, en la poesía es más fácil. Hay una cantidad de poetas, como T.S. Eliot, que fueron funcionarios en un banco o agentes de seguros, como Kafka. Pero yo quería una vida organizada alrededor de mi pasión por la literatura. Y como esa revelación ocurrió justo en la mitad de la carrera, para cuando la terminé ya no había posibilidad de que yo ejerciera el Derecho. Me gradué solo por disciplina y escribí una tesis titulada ‘La venganza como prototipo legal en La Iliada’.
Frente a un público entusiasmado, Juan Gabriel Vásquez reveló las claves que dieron origen a sus grandes novelas durante la charla ‘El cine y yo’, que EL TIEMPO y la Cinemateca de Bogotá transmitirán el próximo jueves 8 de mayo a las 7 p. m. Allí, el escritor bogotano se despojó de su aura de éxito y confesó que tuvo una temprana crisis personal con las letras y con su oficio.
“Yo publiqué dos novelas siendo muy joven, tenía 23 y 25 años. Y tan pronto publiqué la segunda, me di cuenta de que ninguna de las dos me gustaba. No estaban a la altura de las novelas que me habían metido en la cabeza la vocación literaria. Y eso me lanzó a una crisis profunda. Parte de la razón era que yo no había sabido escribir sobre lo que realmente me interesaba, que era el pasado nuestro. Pero sentía que, como eran episodios oscuros, misteriosos y, en algunos casos, la historia oficial era flagrantemente mentirosa o nos había llegado de una manera distorsionada, yo no la entendía. Y, por lo tanto, no tenía autoridad para escribir sobre ella”.
Vásquez, de 52 años, lanzó el año pasado su novela 'Los nombres de Feliza'. Foto:Sergio Cárdenas. EL TIEMPO
¿Y cómo resolvió esa crisis?
Cuando yo tenía metido en la cabeza que uno escribe sobre lo que conoce, leí una novelita de 100 páginas que se llama ‘El corazón de las tinieblas’ de Joseph Conrad, un escritor polaco de nacimiento que escribía en inglés. Esa novela es el viaje que hace un hombre por un río hacia el corazón del continente africano. Y lo hace para rescatar a un colonialista que se ha enloquecido en el fondo de la selva y traerlo de vuelta a Europa. La novela está construida como un viaje a lo desconocido, nos pide a los lectores que acompañemos al narrador en ese viaje hacia un lugar que él no conoce. Yo leí esa novela y pensé: no conocer y no dominar el pasado de mi país no solo no es un problema, sino que es la mejor razón para escribir sobre ese pasado. Porque escribimos novelas, no para contarle al mundo lo que ya sabemos, sino para averiguar. No para dar respuestas, sino para formular preguntas. Cuando yo entendí eso, mi vida cambió y empecé a escribir los libros que ahora son los míos.
Y también tuvo una crisis de salud por esos años, ¿verdad?
Yo estaba en París estudiando literatura, tratando de ser escritor. Y tuve una enfermedad con la que los médicos no daban. Me pasé dos meses cruzando la ciudad, de médico en médico, haciendo exámenes, haciendo análisis y los médicos no daban con lo que yo tenía. Llegué a otro por una persona que conocía, y le dijo a esa persona en plan confidencial, violando varias reglas de la profesión, que había una posibilidad de que fuera cáncer linfático. Para mí fue un momento difícil pero por fortuna no era cáncer y encontramos la solución.
Yo llegué a Barcelona en el año 99, básicamente porque quería vivir en una ciudad donde pudiera ganarme la vida con lo único que me interesaba, que era la literatura. Y como mis libros no daban lo suficiente para ganarme la vida con ellos, tenía que hacer otros mil trabajos y necesitaba una ciudad donde la industria editorial fuera grande y sólida y permitiera eso. Así pasé muchos años en los que daba clases a alumnos norteamericanos, sobre todo, y al mismo tiempo editaba una revista que se llamaba Lateral, que ya desapareció. Y al mismo tiempo, hacía traducciones. Y al mismo tiempo escribía artículos de lo que me pidieran. Tenía que aceptar absolutamente cualquier cosa que se pudiera hacer desde un teclado. Por eso, llegué a escribir un pequeño libro sobre el cuidado del gato.
¿Y le quedaba tiempo para disfrutar de Barcelona?
Después de todo eso, mejoraron los trabajos que hacía. Yo llegué a Barcelona conociendo a una sola persona, un editor que había publicado una novela y se llamaba Enrique de Hériz. Él, que se acababa de separar, y su nueva pareja, Yolanda Cespedosa, que era también del mundo de la edición, se convirtieron para mí y para mi esposa no solo en el mejor comité de bienvenida que puede desear un ser humano, sino en amigos íntimos: eran hermanos, eran nuestra familia. Nos gustaba ir a los cines Méliès, una sala que quedaba en la calle Villarroel de Barcelona, en la cual proyectaban películas viejas, ciclos de clásicos.
El escritor bogotano reveló que se está adaptando al cine uno de sus libros más famosos. Foto:Sergio Cárdenas. EL TIEMPO
¿Cuál fue el origen de una novela como ‘Los informantes’?
Nació de una conversación. Casi todas mis novelas nacen de encuentros. Yo conocí en el año 99 a una mujer alemana judía que llegó a Colombia en el 38 y que, en algún momento de una conversación social, me contó cómo su padre, que era judío y que había salido de Alemania huyendo de Hitler, había estado a punto de perderlo todo en Colombia. Su patrimonio y también su libertad, porque las autoridades colombianas habían puesto un campo de confinamiento para ciudadanos enemigos y alguna autoridad despistada había creído que todos los alemanes eran nazis. A este hombre judío lo habían perseguido por el hecho de ser alemán, de hablar esa lengua, de tener libros en alemán, lo que fuera... Y de ahí nace esa novela, que publiqué en el 2004 y oficialmente es mi primera novela.
¿Y ‘El ruido de las cosas al caer’?
Es una novela, en cierto sentido, sobre mi generación. Los que somos nacidos a principios de los 70, que conocimos la transformación que llevó a cabo en nuestro país el poder de la mafia, la guerra del cartel de Medellín que nos agarró a los ciudadanos como carne de cañón, y mi ciudad, la Bogotá de los años 80 y 90, es una ciudad marcada por el terrorismo. Por la idea de salir una mañana y no volver, porque las bombas explotaban en los centros comerciales, en los aviones, en cualquier calle. Una de esas me tocó relativamente cerca. La que estalló en enero del 93 frente a la Cámara de Comercio, en el centro bogotano. Estalló frente a una papelería por la que yo había pasado 45 segundos antes para comprar unos libros de segunda mano. Le había dado la vuelta a la cuadra cuando estalló y me salvé por poco. La novela fue el intento de reflejar lo que ocurría en nuestras vidas privadas.
Luego, cambió un poco de tono en ‘Volver la vista atrás’…
Para mí, entre muchas otras cosas, significó descubrir las claves que hay detrás de las películas de Sergio Cabrera. Antes de ser cineasta, él tuvo una vida absolutamente apasionante, una vida convulsa que dejó muchas cicatrices en su vida y también muchos impulsos para su arte. Pero, en particular, cuando uno conoce esa trastienda de la vida de Sergio Cabrera, su película ‘La estrategia del caracol’ es, en realidad, una carta al padre. Es una carta de amor a Fausto Cabrera, quien en la película es el español anarquista que lidera la pequeña revolución popular. Y para montar ese personaje, Sergio tenía que tener presente el pasado de su padre como exiliado republicano, como perseguido por el franquismo, el pasado que lo llevó a convertirse en un revolucionario en Colombia. Unirse a la guerrilla del Epl, haberse vuelto un militante comunista de la más absoluta convicción en la China de Mao. Todo eso es lo que cuenta el libro.
¿Le han ofrecido llevar sus novelas al cine o a la televisión?
Ha habido ofertas que no se han concretado, salvo una: hay una que se está haciendo ya, que es 'El ruido de las cosas al caer'. Se está cocinando con un guion fantástico de un guionista italiano, Roberto Bentivegna, que es un enamorado de nuestro país. Por suerte, es también un enamorado de la novela y fue el guionista de La casa Gucci. Él está a cargo de mejorar mi novela para que se pueda ver.
*La charla completa de ‘El cine y yo’ con Juan Gabriel Vásquez se transmitirá por los canales de YouTube de EL TIEMPO y la Cinemateca de Bogotá el jueves 8 de mayo a las 7 p. m.