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Noticia

El 'Tiburón' con el que Proyecto Uno trasgredió las leyes del merengue

El grupo se presentará en el próximo Estéreo Pícnic. Su fundador, Nelson Zapata, revela anécdotas.

De izquierda a derecha, Paolo Tondo, Nelson Zapata y Gabriel Torres (Kid G), integrantes actuales de Proyecto Uno.

De izquierda a derecha, Paolo Tondo, Nelson Zapata y Gabriel Torres (Kid G), integrantes actuales de Proyecto Uno. Foto: Cortesía Proyecto Uno

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PERIODISTA DE REPORTAJES MULTIMEDIAActualizado:

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La primera presentación masiva de Proyecto Uno que recuerda Nelson Zapata, uno de sus fundadores, fue en Guayaquil (Ecuador) ante más de 50.000 personas hace unos 32 años.
Al montarse a la tarima, su voz y sus piernas temblaron casi que en sincronía. Pero al cabo de unos segundos, el unísono de los asistentes coreando una de sus canciones le dio la seguridad que necesitaba para encender la fiesta. Muchos hasta lloraron. 
Desde entonces, cada vez que se escucha el nombre de esa agrupación en la mayoría de ciudades de América Latina, un interruptor de emoción se enciende. Al menos tres generaciones han escuchado, bailado o dedicado alguno de sus éxitos. El Tiburón, Another Night, Latinos, Está pegao y 25 horas han sonado en conciertos y hasta en celebraciones de cumpleaños y de empresas.
El “sancocho musical”, como lo define Zapata, surgió tras apostarle a tomar las bases del hiphop, dance y house que sonaban en Estados Unidos entre las décadas de los 70 y 80, y mezclarlos con el merengue que se oía en el Caribe y Nueva York. “Fue algo atrevido, una fusión de dos culturas”, asegura. 
Lo que comenzó con Ricky Echeverría y Pavel de Jesús se convirtió en una interesante revelación en los 90. Su música alcanzó incluso otras latitudes. Por sus filas han pasado José Medina, Anthony Galindo, Josué Cedeño, Johnny Salgado, Erick Morales y Magic Juan. Con este último, tuvieron serias diferencias personales en 2002. Hoy forman parte Kid G y Paolo Tondo.
Ellos fueron impulsores y pioneros de la expansión del ‘merenhouse’ de la Gran Manzana por todo el continente. Por la influencia de su movida surgieron grupos como Sandy & Papo, Fulanito, Ilegales, King África, El Símbolo, entre otros. 
Con el público colombiano han tenido una relación estrecha, tanto que en 1994, para el Mundial de Fútbol, hicieron una versión de una de sus grandes canciones para incluir la lista de jugadores, como el ‘Pibe’ Valderrama, y decir que “Colombia va a ganar”.
Tres décadas después se presentarán el viernes 22 de marzo de 2024 en el Festival Estéreo Pícnic, en el parque Simón Bolívar de Bogotá. En esta entrevista con EL TIEMPO, Nelson Zapata revela detalles de la presentación y hace un recuento de la historia de sus éxitos.

¿Cómo nace la idea de Proyecto Uno en 1989?

Fue algo peculiar. En esos años, yo estaba bien activo con el merengue, estaba en una agrupación musical. Y pasó algo gracioso y serio. El dueño de la orquesta tuvo diferencias conmigo porque él no quería que yo fuera el director musical porque teníamos un show muy importante con unos grupos de merengue, Los hermanos Rosario, éramos los teloneros en ese tiempo. Y él al decirme que esa noche no iba a marcar las canciones porque él iba a hacerlo, algo que era un sinsentido porque él no sabía marcar una canción. Yo le dije que si yo no lo podía hacer, entonces que pusiera a otra persona para hacerlo. Él me dijo: “Yo hago lo que me dé la gana porque es mi grupo”. Le respondí: “Esta es mi última noche con ustedes”. Fue una noche épica.

¿Y qué pasó?

Apostarles a ser diferentes
se refleja en cómo todo ha perdurado en el tiempo
Esa noche me quedé, hice la fiesta. Y al otro día me fui. Pero, todos los músicos dijeron que se iban conmigo porque querían tocar conmigo. Yo estaba desmotivado. Un amigo mío, llamado Carlos de Jesús, me dijo que hiciéramos un grupo. Entonces, empezamos a pensar en nombres y uno de esos era Proyecto Uno, porque iba a hacer el primer proyecto musical en el que yo no solo iba a ser el director sino el dueño de lo que estábamos haciendo. Así nace, como una orquesta de merengue en Nueva York, tocando en sitios pequeños, muchos restaurantes, sótanos, after hours. Había momentos en que empezábamos a tocar a las 5:30 de la mañana el primer set y el segundo, a las 10 de la mañana. Yo llegaba a mi casa a la una de la tarde. Teníamos que alquilar un transporte para cargar los instrumentos y yo mismo hacía las conexiones de micrófonos, parlantes y demás. Era agotador, pero una escuela gratificante porque tocaba trabajar, estudiar, ensayar y las fiestas los fines de semana. Aprendí muchísimo y la verdad no cambiaría nada de esa época. Eso sucedió a mitad del 89. 

Usted se influenció de la música de la colonia latina, el merengue revolucionado, el hiphop y el house...

Eran movimientos musicales que tenían mucha pegada en ese tiempo. Pero, me voy a ir un poco más atrás porque yo en República Dominicana, en los 70, tuve mucha influencia de música en inglés, de todos los géneros, sin saber qué era una cosa o la otra, pero escuchaba pop, rock, R&B, disco y todas las fusiones. Me mudo a Estados Unidos en los 80 y las cosas han cambiado un poco, aparece con fuerza la música hiphop. El primer tema comercial que escuché fue Rapper’s Delight (The Sugarhill Gang, 1979). Me la aprendí de pies y cabeza. Y después empieza a subir la música house. Todo eso fue lo que guardé en mi cabeza musicalmente para ponerlo en las nuevas canciones. 

Ustedes comenzaron tocando en vivo y después se dedicaron a crear éxitos, ¿qué puede contar de eso? 

Primero empezamos a tocar en vivo. Pero eran ideas que teníamos y algunos covers. Luego fuimos al estudio de grabación, donde empezamos a hacer cosas más de merengue, pero tenía la diferencia de que estábamos haciendo lo secuenciado. Eso fue gracias a un reencuentro con un amigo de la infancia llamado Pavel de Jesús, que estaba haciendo música house, con los padrinos del género, como Frankie Knuckles y David Morales. Entonces, lo que se me ocurrió fue decirle que sampleara —extraer sonidos y grabarlos para usarlos después— unas tamboras. Entonces busqué en mi colección de vinilos, soy coleccionista desde los 10 años, canciones que tuvieran tamboras para hacerle un loop —repetición—. Y así comenzaron los primeros temas.

Y entonces, llegan los 90 y ustedes ya tienen un sonido auténtico y su música se extiende por América Latina…

Sí, eso sucedió cuando empezamos a cambiar un poco las cosas, gracias a una canción en inglés que estaba muy de moda en ese tiempo del grupo Blackbox, llamada Everybody Everybody, e hicimos una versión merengue de ella, lo que nos llevó a cambiar el sonido mucho más. Queríamos hacer esa versión haciéndole justicia a la original (en español, se llama Todo el mundo). Con ese sonido se hizo la diferencia y logramos nuestro primer contrato disquero. El 6 de enero de 1991 se estrena y el mundo empieza a conocer nuestra música, y lo demás es historia.

Por ejemplo, acá en Colombia, en el 94, la canción Está pegao fue uno de sus grandes éxitos, por lo de la Selección…

Yo me acuerdo perfectamente cuando nos llamaron para hacer la versión para el Mundial. En Estados Unidos lo que más se movía era el béisbol y básquetbol, y no estábamos tan familiarizados con el fútbol. Pero nos llamaron y nos dijeron que querían una versión para el Mundial de Está Pega’o y nos mandaron una lista con los nombres de los jugadores y algunas frases para ponerlas. En ese momento no teníamos ni idea de lo que estábamos haciendo ni lo grandioso que iba a ser. Con el tiempo nos dimos cuenta del impacto.
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Hablemos ahora del Tiburón, que sin duda es una de las canciones icónicas, incluso VH1 la ubicó como uno de los grandes hits de los 90, ¿cuál fue la historia detrás?

La historia de esa canción tiene muchas raíces. En EE. UU., a veces cuando íbamos a un baile, se daba el caso que alguno de los chicos decía cuando venía alguien a interrumpir o a quitarle la chica con la que estaba bailando, decíamos, “ese es un tiburón”. En Suramérica, en Ecuador, nos pasó eso; por ejemplo, había un grupo que era nuestro telonero, venía de osado después a quitarnos las chicas en la pista de baile, con una media vuelta, y nosotros decíamos: “Ahí llegaron los tiburones”. Allá alguien nos escuchó y nos dijo que por qué no hacíamos una canción del tiburón. Nos quedó en la mente. Después, para la última etapa del álbum In Da House, nos faltaba una canción, y Pavel se acordó de la idea del tiburón y que se había soñado con una melodía. Para ese momento estábamos cambiando de integrantes. El rapero que estaba, que después salió, se encargó de unos versos y una parte del coro. Después con otros chicos sacamos el conocido “no pares, sigue, sigue” y el “con la mano arriba”. Toda la construcción fue separada. Después lo juntamos, lo escuchamos y le digo a Pavel: “Yo creo que podemos agregarle el parararán parararán (sic.)”, que era de otra canción diferente. Todo ese rompecabezas derivó en ese éxito. 

Ustedes sacaban un álbum casi que cada año y medio…

Y eso que la disquera nos presionaba para que grabáramos más rápido, pero por los conciertos y las giras, no se podía.

¿Cómo les salieron al paso a las críticas?

La gente decía que cómo se baila, esa tambora suena cruzada, que quién grabó eso. Sí había mucha observación de eso y asombro de cuan diferente sonaba. A mí una vez un DJ, al que le llevé un 12 pulgadas del grupo, cuando me fui, él cogió, lo escuchó y lo tiró a la basura.

En el 99 sale su álbum 4 y en él está incluida otra canción que se escuchó bastante: 25 horas...

Yo soy fiel irador de un grupo llamado La Familia André, de Fernando Echavarría. En un verso de la canción Marcela dice “del Sol a la Luna tengo tantas horas para amar, 24 no es bastante para yo poderte dar”. Entonces yo dije 24 no es bastante, entonces 25. Entonces tomé un papel y un lápiz, y empecé a escribir. Tenía una melodía, pero no estaba muy conforme con ella. Entonces llamé a mi primo Roy Tavaré, tremendo compositor de canciones famosas de Ricky Martín, Alejandro Sanz, Shakira, y él me saca una melodía, que la entrelazo con las letras, y así sale 25 horas.

Ya en el 2000 tienen buen pico de entrada al siglo, pero después hay una pausa hasta el 2010, ¿qué pasó?

En el 2002 lanzamos Pura gozadera, una producción que en el 2003 gana el primer renglón que se hizo de urbana en los Premios Lo Nuestro. De ahí se desprendieron varios sencillos en Venezuela, Ecuador y Centroamérica. En realidad ese fue un empate con El General, porque mencionaron el nombre del álbum y el del otro autor. Después decidimos hacer un pausa, se cambiaron los integrantes y en el 2010 se relanza, desde Miami, Proyecto Uno. Fue como empezar de cero. Había nuevas personas. Había corrido el rumor de que el grupo no existía. Pero nos reconocieron y escucharon el sonido. Y ya volvimos a posicionarnos. 
De izquierda a derecha, Paolo Tondo, Nelson Zapata y Gabriel Torres (Kid G), integrantes actuales de Proyecto Uno

De izquierda a derecha, Paolo Tondo, Nelson Zapata y Gabriel Torres (Kid G), integrantes actuales de Proyecto Uno Foto:Cortesía Proyecto Uno

¿Qué tanto se ha transformado su sonido tras 35 años?

Son más de tres décadas de sonido y tecnología. Ahora es más fácil lanzar un tema en el mundo. Con el caso del Tiburón, que nació en el 93, pero fue canción del verano en España y México en el 95. Duraban más las canciones por no existir las redes sociales. Hemos mantenido la esencia del grupo, aunque hemos incorporado nuevos sonidos que han aparecido.

¿Cuál es la fórmula para que sus canciones clásicas se mantengan en lo más alto de las plataformas digitales?

Eso se logró luego de habernos nutrido musicalmente de muchas cosas diferentes para tener una versión de algo que queríamos, diferente a la onda musical que estaba y a la moda. Apostarles a ser diferentes se refleja en cómo todo ha perdurado en el tiempo.

¿Qué expectativas tienen para Estéreo Pícnic 2024?

Para nosotros es un honor, un placer, algo que no nos estábamos esperando, una responsabilidad de la buena, de tener una reunión de generaciones: la que se vivió la cosa en vivo, la que le llegó después por un hermano o una tía y la sigue disfrutando, y la del público joven que no es noventero. En Bogotá hemos hecho cosas privadas. Pero ahora las expectativas son altísimas. Vamos a estar por lo menos ocho músicos en la tarima. Vamos a tener esa energía viva de siempre y mostrarle al público lo mejor de nuestro repertorio. 

¿Cuáles son las canciones infaltables?

Cada una tiene su gustito, uno se goza un Tiburón porque tiene una energía arriba. Con Latinos, la gente se emociona mucho. Con 25 horas, la gente se pone muy romántica. Con Another Night, la gente llora. Pero, en particular, 25 horas es muy especial para mí porque prediqué en esa canción. Cuando la escribí hay una estrofa que dice: “Vamos a tener una niña tan bella como usted” y yo tuve una niña después de nombre Marcela, y la canción en la que me inspiré se llama Marcela de la Familia André. 
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DAVID ALEJANDRO LÓPEZ BERMÚDEZ
Periodista de Reportajes Multimedia
En redes: @lopez03david

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