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J.J. Benítez , sobre la vida y la muerte

En su libro En Blanca y negro, el autor narra los últimos días de su esposa, que murió de cáncer. 

El escritor español J.J. Benítez.

El escritor español J.J. Benítez. Foto: Archivo particular

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J. J. Benítez suele llevar un dado en el bolsillo izquierdo de su pantalón. Si tiene alguna decisión que tomar, lo lanza y analiza el mensaje que le envía el número que caiga. Es un ferviente seguidor de la numerología. También es uno de los escritores en español con más éxito de ventas, gracias a la saga que creó en los años 80: Caballo de Troya, que ha vendido millones de ejemplares. “El dado lo uso como un sistema de conversación con el Padre Azul —dice Benítez—. Cuando tengo una duda importante, lo lanzo. Si sale uno, dos o tres, significa sí; si sale cuatro, cinco o seis, significa no. Eso me ayuda”.
El Padre Azul, para Benítez, es Dios. Así lo nombra en su saga, que este año llegó a su fin con la entrega titulada Belén. Doce ‘Caballos de Troya’ en los que el escritor ofreció la que, según dice, es “la verdadera” historia de Jesús de Nazaret. La información incluida en los libros, ha explicado el escritor, le llegó de un oficial de las fuerzas armadas estadounidenses que le narró todos los detalles descubiertos tras haber realizado un viaje en el tiempo y llegado hasta el año 30, donde compartió los días de Jesús. Un argumento que suena a ficción, pero que Benítez defiende como verdad.
“La saga ya está terminada. No dispongo de más información —dice el escritor—. Por un lado, estoy asombrado de la cantidad de lectores que ha tenido. Por otro, siento alivio. Han sido más de cuarenta años dedicados a todas estas investigaciones”.
J. J. Benítez comenzó a perseguir historias de misterio desde cuando tenía poco más de 20 años. Graduado como periodista, una asignación para ir a investigar la supuesta aparición de un ovni en Burgos lo condujo a un camino que ya no abandonaría y que lo ha llevado a recorrer todo el planeta. Benítez dejó las salas de redacción y se concentró en escribir libros. El primero, publicado en 1975, fue Ovnis: S.O.S a la humanidad. Lo siguieron otros, como Cien mil kilómetros tras los ovnis o Los visitantes, y más recientes como Pactos y señales o Mis primos. Suma setenta. Hasta hoy.
De todos ellos, es posible suponer que el que más difícil le ha resultado escribir fue el que lanzó el año pasado con el título En Blanca y negro, en el que narra los últimos días de su esposa Blanca, que murió de cáncer. Benítez comenzó a escribirlo cuatro meses después de la muerte de su esposa, que durante casi cuarenta años había sido su compañera de vida y de viajes. En forma de diario, En Blanca y negro está cargado de dolor y también de amor. En él, Benítez se reconoce frágil y se pregunta cómo podrá seguir sin tener a su esposa a su lado.
—Usted ha explicado en sus libros su forma de ver la muerte. No la define como el final, sino como un paso “al otro lado”, “una vuelta a casa”. ¿Lo que vivió con su esposa cambió esa forma de verla?
—Me ha llevado a pensar que estoy viviendo la etapa más difícil de mi vida, sin comparación —responde Benítez—. Salvo escribir e investigar, no tengo prácticamente ninguna ilusión. La vida en sí misma para mí se ha terminado.
En varios apartes del libro se descubre a un J. J. que le implora a su Padre Azul que salve a su esposa, que la cure. Pero la enfermedad avanza y el escritor percibe que sus súplicas no son atendidas. “Me desmoraliza el silencio del Buen Dios”, escribe. Esto, sin embargo, no lo lleva a considerar que su fe está errada. “Sigo pensando totalmente igual respecto al Padre Azul —explica—. Por supuesto que le pedí que salvara a Blanca, incluso le ofrecí mi vida por ella. Ese silencio fue real, fue prologando, inexplicable para mí. Pero, bueno, el ser humano tiene un contrato y debe cumplirlo”.
El escritor J.J. Benítez y su esposa Blanca, imagen tomada en 1989.

El escritor J.J. Benítez y su esposa Blanca, imagen tomada en 1989. Foto:Archivo particular

Esta idea del contrato recorre la obra de J. J. Benítez. Un pacto que se hace antes de nacer y en el que se elige la trayectoria que se tendrá en la vida y las experiencias que se han de transitar. Incluso se define el momento de la muerte. Este contrato, dice Benítez, lo cumplen casi todos los seres humanos, porque otros vienen con misiones diferentes. De hecho, él ha afirmado que en su caso fue enviado “para abrir millones de mentes” y su plan es vivir hasta 2042 (nació en 1946, así que en ese año tendría 96). Cuando le pregunto por algún detalle de esta supuesta naturaleza suya, Benítez es rotundo: “No puedo darle ninguno por ahora”.
—Usted es un gran crítico de la Iglesia católica. En el libro En Blanca y negro dice que cada vez se siente mejor al haber dejado de pertenecer a ella. ¿Cree que es una institución que debería tener menos injerencia en la sociedad y en las vidas de las personas?
—Hay que decir que la Iglesia no fue creada por Jesús de Nazaret, ni se le pasó por la mente. Es un invento humano nacido a raíz del crecimiento de aquel grupo, que empezó a hacerse cada vez más grande y necesitó normas, jerarquías y dogmas. Su origen no es divino. La creó el hombre y eso desembocará algún día en su necesaria desaparición.
Su serie Caballo de Troya, en efecto, plantea que los evangelios, tal como los conocemos, no representan la vida de Jesús y no dicen la verdad. “Porque fueron escritos muchísimos años después de la muerte de Jesús. En ese lapso, cualquiera lo sabe, los hechos pueden ser modificados. Además, los mal llamados evangelistas los escribieron bajo los intereses de su grupo, de la naciente Iglesia católica. De esa manera, los textos se ajustan solo a su visión, pero no a la verdad”.
La verdad, según dice en sus libros, es la que recibió de los oficiales que hicieron la máquina del tiempo para viajar y conocer el entorno de Jesús. La obra de J. J. Benítez no está catalogada como ficción, si bien para muchos tendría que ser ese el lugar adecuado. Él ha sabido lidiar con las dudas que imperan a su alrededor sobre la veracidad de sus historias. Dentro de las páginas de En Blanca y negro, en las que, al mismo tiempo del avance de la enfermedad de su esposa, describe varias etapas de su relación; Blanca le pregunta si en realidad él recibió de los viajeros toda la información que ha depositado en sus libros. “Me gustaría saber qué hay de cierto en lo que cuentas en los Caballos”, le dice ella.
—¿A usted le sorprendió que en su esposa existiera esa duda?
—Pues no, no me sorprendió. De la misma manera que no me sorprende que otras personas en la actualidad me sigan preguntando lo mismo. Ella sabía que yo había recibido esa información de otras personas, pero me imagino que le quedaba la duda. Lo entiendo perfectamente.
J. J. Benítez lleva más de medio siglo persiguiendo misterios, en especial información sobre ovnis. Está convencido de que hay vida fuera de la Tierra. Incluso ha definido a Jesús como “el gran extraterrestre” y ha reunido en muchos de sus libros testimonios que están de acuerdo con su teoría de una vida más allá de la muerte. En Blanca y negro incluye una historia de ovnis que puede resultar curiosa para los lectores colombianos: Benítez cuenta que en una ocasión Gabriel García Márquez vio un ovni y que quizás llegó a ser “raptado” durante algún tiempo.
—¿Cómo es esta historia?
Benítez responde:
Quizás la grandiosa producción de Gabo pudo estar impulsada por su entrada en esa nave no humana.
—Puedo contar lo que me comentó Fabio Serpa, un investigador argentino ya fallecido, que fue quien interrogó a García Márquez hace muchos años. Gabo le contó lo que había sucedido en una playa de Cartagena de Indias. Y yo le creo. Pienso que Gabo pudo haber sido abducido, metido en la nave y sometido a algún tipo de experiencia de laboratorio. Más o menos en esas fechas, él empezó su creación literaria. Quizás no tuvo nada que ver, pero da que pensar. Quizás la grandiosa producción de Gabo pudo estar impulsada por su entrada en esa nave no humana.
Quien visite la página web de Benítez se va a encontrar con un conteo regresivo. “Faltan 1.507 días, 01 horas, 34 minutos, 59 segundos”, aparecía en el momento de escribir estas líneas. Se trata, según dice, del tiempo restante antes de que un meteorito se estrelle contra la Tierra y provoque una gran tragedia. “Suponiendo que yo esté acertado, que está por verse, ocurriría un impacto enorme, con muchísimos muertos y una catástrofe generalizada durante años”.
La muerte, sin embargo, es algo que para el escritor no tendría por qué inquietar, si se entiende que es “simplemente un paso hacia otro lugar”. Varios de sus libros, como Estoy bien, se han concentrado en reunir información y testimonios de personas que dicen haber recibido la visita de sus seres queridos muertos. Él mismo plantea la opción de hacer un “pacto” con la persona que va a morir, con el fin de que envíe un mensaje de vuelta. Sin embargo, él no hizo el pacto con su esposa.
—¿Por qué no pactó con ella?
—Dicen que en casa de herrero, cuchillo de palo. En aquellas circunstancias, en esos últimos 280 días de su vida, yo tenía la preocupación de que saliera adelante y viviera. Pensé en proponerle, pero no llegué nunca a decírselo. Cuando ella falleció, al cabo de unos días, recibí señales de que seguía, y de que sigue viva. Pocas semanas después, yo estaba solo en casa. Le preguntaba, en mis pensamientos, si me seguía queriendo igual. En ese momento se cayó un cuadro a mi espalda. Blanca había guardado un mensaje que yo le había dado en el año 90 y en el que decía: “Tan lejos y tan cerca, aquí también te amo”. El papel estaba detrás del cuadro que se cayó. Para mí, esa fue una señal.
—Muchas personas siguen sus libros, pero muchas otras no le creen. ¿Qué les dice a los que no están convencidos de lo que usted dice y escribe?
—Nada. Yo no discuto con nadie ni me peleo con nadie. Cada uno puede y debe pensar lo que considere oportuno. Así consta en el contrato de cada ser humano.
MARÍA PAULINA ORTIZ
Cronista de EL TIEMPO

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