Chapinero Alto se ha convertido en una zona gastronómica muy potente en Bogotá. Se extiende desde la calle 61 hasta la 53 y desde la carrera 7.ª hasta la 3.ª, albergando una diversa comunidad de restaurantes, cafés y vinotecas que les compiten fuertemente a los clásicos de otras zonas de buena cocina en la ciudad.
Durante años, la escena de la alta gastronomía en Bogotá se concentró en unos sectores muy clásicos, como la carrera 13 entre 85 y 86A, la zona Rosa, la G y parque de la 93... Obviamente, con algunas excepciones. Sin embargo, durante la última década y muy sigilosamente, la parte alta de una de las localidades más importantes de la capital se ha venido robando el show con una propuesta fresca, original y muy variada.
Multitud de puntos de valet parking; carros parqueados por todos lados, como ya no sucede en ningún lado en la ciudad; peatones paseando perros y terrazas llenas con jóvenes tomando vino y café demuestran que Chapinero Alto dejó de ser el barrio residencial y tranquilo para convertirse en la nueva ‘zona caliente’ de restaurantes en el nororiente de la ciudad.
¡La oferta es impresionante! Recorriendo calles desprevenidamente se identifican al menos once restaurantes casuales de alta gastronomía, tres pizzerías que se la toman muy en serio, tres bares de vino que no se sabe cuál está mejor y una considerable cantidad de cafés —más de diez— que viven a reventar con extranjeros y locales, sentados en las mesas con sus audífonos y sus portátiles.
La escena evoca una especie de gentrificación positiva en la que los jóvenes se apoderan de un barrio casi sin vida para convertirlo en un lugar supremamente estimulante y con un cúmulo de oportunidades, sobre todo para emprendedores.
Me gusta tanto que se ha convertido en mi destino favorito cuando de ir a restaurantes se trata. Se llega fácil y sin trancones (por la 7.ª, por la 5.ª o por la Circunvalar) y el estilo de los sitios, dirigidos en su mayoría por una nueva generación de pilísimos chefs colombianos, es superagradable. A continuación, les dejo los que se llevan mis más sentidos elogios:
Salvo Patria y Libre
Alejandro Gutiérrez y Juan Manuel Ortiz son sin temor a equivocarme fundadores de la movida de Chapinero Alto y del enaltecimiento de la cocina de territorio. Su compromiso con la comida colombiana ha sido total y de ahí el nombre. Hace poco se cambiaron de casa y ahora operan en una bellísima locación sobre el parque de Portugal donde abrieron también Libre, un concepto derivado de la mesa del chef que operaba en su antiguo local y en la que se pueden ordenar platos a la carta y también un menú de degustación de nueve pasos. El ambiente es conversador y la carta de vinos, fenomenal. Para horarios y reservas visite: @librerestaurante y @salvopatria.
La Cocina de Pepina
Este restaurante de cocina de la sabana caribeña (léase Córdoba, Sucre y el sur de Bolívar) nació y aún existe en un pintoresco y diminuto local en Getsemaní, en Cartagena. Dicen las malas lenguas que durante años le estuvieron proponiendo a Christian, su propietario, sobrino de Pepina (q. e. p. d.), que vendiera franquicias, que lo montará en la Ciudad Vieja, en Bogotá o en todo el país, sin lograr persuadirlo. Hasta que bueno, algo le sonó con Chapinero Alto y se lanzó con la expansión de Pepina. Este lugar es una joya que vale toda la pena del mundo ir a visitar. Para reservas consulte: @lacocinadepepina.
Mesa Franca
Este restaurante de cocina colombiana contemporánea lleva ya años dando que hablar. La experiencia es brutal y yo considero que se debe al hecho de que tres de sus dueños trabajan de tiempo completo en el servicio del restaurante: María Paula como maitre y sommelier, Tom en el bar y la mixología e Iván en la cocina. El ambiente es animado, con muy buena música curada por Iván y una barra central que permanece llena, sobre todo los domingos en la tarde. La comida y la lista de vinos y coctelería son de sobresaliente nivel. Para reservas y horarios visite: @mesafranca.
Flora
Esta trattoria italiana hace parte de un grupo de restaurantes relativamente nuevo, dirigido por el chef Andrés Ortega, creador de conceptos como Insurgentes y El Buen Pastor. Es un restaurante con un interiorismo de muy buen gusto y una carta corta y sencilla donde predominan las pastas frescas hechas en casa y una lista de vinos muy estudiada y a precios que invitan a beber. El ambiente es tranquilo y un tanto romántico. Perfecto para una primera cita. Para saber más visite: @florachapinero.
Seiki Sushi
Seiki es un restaurante de auténtica comida japonesa que me recuerda al mítico Hatsuhana del señor Ono. No solo por su extraordinaria gastronomía, sino por la inusual disposición del comedor, en cuartos separados, privilegiando la privacidad. El ambiente se podría decir que es minimalista: decoración austera y música imperceptible, lo que permite concentrarse en el acto de comer y beber. Aparte de sushi, que en mi opinión es el mejor que sirven en la ciudad, el menú ofrece platillos exquisitos como unas berenjenas fritas y salteadas en miso rojo que no paro de adular. Para beber, sake japonés, algo que no se veía por estos lares hace tiempos. Para reservas y domicilios visite: @seikisushi.
Mr. Romano
Este negocio nació en la zona de la 93 como una pequeña pizzería de autoservicio con un enorme horno. El lugar era hermoso y su fachada parecía de otro continente. Cerró a causa de la pandemia y sus dueños, los esposos Andrea Pardo y Víctor Guerra, se tardaron un poco en volver a abrir. Entraron de nuevo pisando fuerte en una casa esquinera de arquitectura cincuentera, muy agradable y con una carta más extensa. Los chefs estudiaron en el Culinary Institute en Nueva York y en California, por lo que ya se imaginarán la calidad de la gastronomía. Para reservas visite: @mrromanobog.
Momentino
Este ha sido uno de mis últimos descubrimientos del barrio. Se trata de un restaurante y bar de vinos, propiedad de Tommaso Campione, un italiano con mucho swing. El lugar, decorado con avisos de neón y fotografías muy peculiares, es ultracasual y su ambiente, casi universitario. En la carta de comida predominan platos para picar, sencillos pero muy bien preparados, y la lista de vinos es mejor que la de cualquier restaurante a manteles de la ciudad. Ciento cincuenta referencias de al menos once países y una colección de vinos por copa que van rotando con buena periodicidad. La ñapa: música en vivo a partir de los jueves. Para reservas visite: @momentino.co.
Otros recomendados
Aparte de todas estas mencionadas maravillas, hay muchas otras que no puedo dejar por fuera, como Amen Ramen, la meca de la sopa asiática; Mini-Mal, los papás de la cocina colombiana moderna; Santa María, una diminuta pizzería de socios milaneses; el bar de vinos Atlas, y en cuanto a cafés, por supuesto Mistral, con ese toque francés que enamoró a los bogotanos; El Almendro, con su pastelería de calidad superior, y Café Diosa, donde es una delicia ir a trabajar.
MICHALLE MORALES
Para ELTIEMPO