“Estás invitada a la Infinity Dinner en Dubái” decía el mensaje que recibí por Instagram. Se trata de la cena más lujosa, costosa y exclusiva de la historia de esta ciudad en los Emiratos Árabes. Así comenzó un viaje surrealista, generoso e inolvidable.
¿Estaba soñando? Fue como vivir en una película. El set: un hotel de lujo, esplendoroso, One&Only One Za’abeel, del que muy poco salí. Los protagonistas: siete afamados chefs y sus premiados restaurantes, Anne-Sophie Pic, Dabiz Muñoz, Paco Morales, Tetsuya Wakuda, Mehmet Gürs, Bo Songvisava y Dylan Jones. La locación: un oasis entre el desierto y el mar.
Los espectadores: siete periodistas gastronómicos de diferentes partes del mundo. Yo, la única latinoamericana. Además de 13 comensales que pagaron una exorbitante suma para sentarse en esa irrepetible, pomposa y exclusiva mesa que resultó sabrosa y espectacular.
El guion: una semana viviendo la opulencia, la magia y la grandiosidad de uno de los países más ricos del mundo. Para nosotros, los afortunados espectadores, la cena duró siete días, casi que infinita. El aperitivo fue saborear las delicias de los restaurantes de estos chefs, para culminar, en la mesa de lujo, ubicada en un cubo de cristal a 100 metros de altura. Un mesero por persona iba sirviendo coreográficamente el menú de degustación creado por los chefs.
Mi hogar fue una habitación en el piso 41, con vista a una ciudad en la que el poder y el dinero se demuestran en la arquitectura de sus imponentes y modernos rascacielos. Pareciera diseñada por la inteligencia artificial. Un escenario gastronómico de realidad virtual.
Los ingredientes fueron los mejores: fresas silvestres de Francia, cangrejo de Alaska, baklavas con pistachos de Turquía y 17 capas de masa filo, trufas, caviar, paté, quesos, erizos, pato, langosta, mantequilla y pan. Bañado con champaña, vinos y sake. Cubiertos de plata, servilletas de lino, cristalería y vajillas con diseño.
Todo era perfecto, estético e impecable. De no ser por las personas que viven y trabajan en este mundo de ostentación, que son amables, sonrientes, cálidas y grandes anfitriones, podría ser el lugar más frío y moderno que he visitado a 40 ºC bajo el sol. Los lugares no son solo los espacios, sino también quienes los habitan.
Dijo el maestro Bernardo Salcedo: “Tuve un estudio en el páramo de las Papas, pero me tocó dejarlo porque el cielo azul me distraía”. Sin lugar a duda, la escenografía de Dubái distrae la mente y el paladar y por eso toma un tiempo decantar lo saboreado.
Agradecida desperté del sueño, regresé a Bogotá, era un día lluvioso y de trancones. Soy una colombiana que ha vivido entre el caos, la alegría, la espontaneidad, la recursividad y la tenacidad. Llegué irando, aún más, a los cocineros y empresarios gastronómicos de Colombia, que sin tantos medios financieros aprovechan la abundancia de los recursos para crear y abrir deliciosos restaurantes en nuestro maravilloso país.
Dubái, the infinity dinner, mucho talento, cariño y mil y un sabores. Buen provecho.
MARGARITA BERNAL
Para EL TIEMPO
En instagram: @MargaritaBernal