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Ruby Rumié: la mujer que mató 500 palomas en Cartagena de Indias
La obra de la artista es un espectáculo visual que nos hace saltar por encima de la muerte.
Ruby Rumié: y su exposición de palomas muertas Foto: Ruby Rumié y Roberto Benavente
Fue un golpe seco: poc. El taxi la atropelló y el conductor ignoró el impacto. La gente que estaba alrededor tampoco se dio por enterada. Ruby Rumié vio toda la escena en cámara lenta. El cuerpo de la paloma rebotó como una pelota hasta sus pies. Se agachó y la recogió. Rumié salía de su taller y la escena la dejó en shock. El cuerpo todavía estaba tibio. Sintió un impulso yentró con la paloma muerta a su estudio y comenzó a fotografiarla por todos los ángulos posibles.
Ruby Rumié: y su exposición de palomas muertas Foto:Ruby Rumié y Roberto Benavente
Había algo en la escena y en el animal muerto que la conectaban con su vida; su mamá estaba enferma, su mejor amigo había muerto; eran –además– todavía días de pandemia. Leía los libros de Byung-Chul Han, entre ellos La sociedad del cansancio, y notaba cómo las personas vivían cada vez más encerradas en sus burbujas y sin o con los otros, todos estaban cada vez más controlados –o vigilados– por sus jefes y sus empresas. “En Cartagena, en esos días, vi a un joven que iba por la calle con su laptop. Era como si tuviera el trabajo siempre entre los brazos. No veía nada a su alrededor”. En pocas palabras, podía aterrizar una paloma muerta en sus pies y solo la esquivaría.
Rumié encontró un símbolo en la paloma; en un comienzo no veía qué era. Y empezó a dibujarla, a pintarla, con las fotografías hizo modelos en 3D, las imprimió en tela especial y comenzó a trabajar sus esculturas; trabajó como una taxidermista. Entendió la anatomía de las palomas y el abanico de color de sus plumas. Hizo sus patas y sus muslos, los hizo cientos de veces hasta alcanzar la perfección, finalmente tuvo 500 palomas muertas y, tras una serie de permisos, en 2022, extendió sus cuerpos en la plaza de la Proclamación de Cartagena. Y fue un escándalo. Llamaron a la policía y un patrullero no podía creer que no fueran reales y le pidió que hablara con el sargento.
Se propagó el rumor de una matanza de palomas. Había gente que lloraba, hubo cámaras de noticieros, alguien la amenazó, un vendedor ambulante –que entendió que era una obra de arte– dio su propia interpretación: “Las palomas son los líderes comunitarios muertos”.
Ruby Rumié: y su exposición de palomas muertas Foto:Ruby Rumié y Roberto Benavente
Ahora sus palomas, sus dibujos, sus pinturas, el video con los poemas sobre la muerte y la indiferencia de los estudiantes de Literatura de la Universidad de Cartagena están en la Galería Alonso Garcés (cra. 5.ª n.º 26B-92). Y Ruby Rumié hizo su autorretrato para EL TIEMPO.
¿Cuál fue la primera obra de arte que vio en su vida?
Un collage elaborado por mi madre en mi habitación cuando yo era apenas una niñita. Estaba hecho con recortes de revistas que presentaban rostros hermosos, mascotas y flores en tonos rosa, y creaban una imagen aparentemente perfecta y serena para adornar la pared de un cuarto de niña. Sin embargo, este conjunto de láminas encerraba algo truculento. Hasta el día de hoy, experimento una emoción contradictoria (iración y miedo) al recordar y afirmar que las piezas adheridas a la pared cobraban vida y se movían durante la noche.
¿A qué artista vivo o muerto le encargaría que pintara su retrato?
Me gustaría que me fotografiara Shirin Neshat.
¿Cuál ha sido su peor crisis creativa?
Experimenté mi crisis creativa más significativa de una manera particular. Me dedicaba a pintar retratos al óleo por encargo, perfeccionaba constantemente mi técnica y acumulaba una larga lista de pedidos. A pesar del éxito en mi trabajo, un día desperté con una inquietud abrumadora, con un peso que no podía soportar. Me di cuenta de que ya no podía continuar haciendo lo mismo. Tomé la decisión de llamar a cada persona en mi lista de pedidos y cancelar todos los encargos. Aunque algunos pensaron que se trataba de un simple “arranque de artista”, esta transformación marcó un punto de inflexión en mi carrera, y ya han pasado más de treinta años desde entonces.
¿Recuerda quién compró su primera obra?
La venta de mi primera pintura tuvo lugar durante un intercambio cultural entre dos ciudades hermanas, Cartagena de Indias y Coral Gables. Acompañé a mi mamá a una exposición de arte en las calles de Miami. Tenía apenas 13 años y mi obra, un payaso, la expuse por insinuación de mi madre. Fue una sorpresa saber que mi trabajo podía gustar y venderse.
Ruby Rumié: y su exposición de palomas muertas Foto:Ruby Rumié y Roberto Benavente
¿Qué significa tener una obra pública?
La respuesta políticamente correcta sería: tener una obra pública como artista implica que tu creación se integra en el entorno urbano o comunitario, llegando a un público más amplio y diverso. Esto puede ofrecer oportunidades para el diálogo, la interacción y la apreciación por parte de la comunidad, convirtiéndose en un elemento tangible de la vida cotidiana de las personas. Infortunadamente, a estas piezas de arte se les da un mal mantenimiento y terminan deterioradas y vandalizadas. Tendríamos que hacer una reflexión inversa: ¿qué obras podríamos sacar del espacio público? La saturación visual en los entornos urbanos puede tener impactos significativos en la calidad de vida y la experiencia de las personas. Nuestros espacios públicos están saturados de objetos, obras y construcciones arquitectónicas deterioradas y con un precario o nulo mantenimiento. A todo lo anterior le sumamos la saturación publicitaria. Nuestras ciudades tienen mucho ruido auditivo y un gran ruido visual. Nos hemos ‘acostumbrado’ a tanta saturación que no resistimos el vacío ni en nuestro hogares. También los atiborramos de objetos.
Sí. Lloré frente a Las meninas de Velázquez. No me la esperaba y me golpeó totalmente. Un gran regalo.
¿Cuál es el artista que más la ha inspirado y el que más ha estudiado?
Mi fascinación persistente es Vermeer. Más allá de la maestría en la composición, la iluminación, la perspectiva, el color y los personajes presentes en sus obras, hay algo que va más allá, algo que me cautiva de manera hipnótica. En ocasiones, traspaso la línea de demarcación en los museos al intentar acercarme demasiado a sus obras.