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'Protocolo del quebranto', una obra desgarradora basada en la guerra en Ucrania, es una de las joyas del próximo Fiav Bogotá
Se presentará en octubre, durante el Festival Internacional de Artes Vivas de Bogotá. Esto contó su director, el canario Mario Vega, sobre el origen de este montaje.
'Protocolo del Quebranto' recoge testimonios reales de víctimas de la guerra. Foto: Nacho González
Un padre que encontró a su hijo muerto en la mitad de la calle con la bala de un francotirador en la cabeza, y que tuvo que enterrarlo, con sus propias manos, en el jardín de su casa. Un cura en Bucha, una de las ciudades ucranianas más azotadas por la violencia, que les pidió permiso a los rusos para cavar una fosa común en su iglesia y enterrar allí 117 cadáveres. Vecinos que cubrían las cabezas de sus muertos con señales de tráfico para evitar que los animales domésticos se comieran su rostro, luego del éxodo que obligó a los ucranianos a dejar atrás a sus mascotas. Y una actriz que lleva más de dos años de guerra repitiendo la misma línea de su libreto: “Mientras yo esté viva, estaré luchando”.
Todos estos testimonios fueron recogidos en Ucrania por el director y dramaturgo Mario Vega. Después de sus obras Me llamo Suleimán, que trata el tema de la migración, y Moria, que ocurre en un campamento de refugiados, decidió narrar la guerra, que es, de alguna manera, el origen de sus dos obras anteriores. En febrero de 2023 viajó a Ucrania, en plena invasión rusa, acompañado de dos periodistas españoles. Allí conoció los testimonios de 19 víctimas, que luego usó para crear un espectáculo ficticio, con personajes “que tienen carne con tufo a realidad”, asegura el director.
“Yo no vi el bombardeo ni la muerte. Vi el dolor”, recuerda Vega de su visita a ciudades como Bucha o Irpín. Por eso no escribió una guerra roja, llena de sangre, parecida al infierno. En Protocolo del quebranto la guerra es azul, fría, llena de lluvia y cubierta de fango. “Quisimos cambiar los símbolos, y eso tiene que ver con el territorio del que partimos. El agua también es violenta, con ella se tortura, y el lodo está relacionado con una de nuestras premisas: vivir en el fango te convierte en fango también”.
El dramaturgo español Mario Vega, director de 'Protocolo del quebranto'. Foto:Ramón del Pino
Mientras estuvo en Ucrania no tuvo plena conciencia de lo que estaba sucediendo, pero cuando abandonó el país y llegó a Polonia se derrumbó. “Tomas conciencia a la salida porque cuando estás dentro solo puedes sobrevivir a la experiencia. Toda esta realidad, lo que te cuentan las víctimas, la información acumulada durante días se quedan en tu cuerpo. Por eso, cuando veo el resultado del espectáculo, sé que hay cosas que no he dirigido yo. Es la experiencia tomando decisiones creativas por mí”.
En sus obras anteriores, para las que también se hicieron entrevistas en terreno, el canario decidió no usar los casos más difíciles. “Era tal su nivel de dureza que ni siquiera podías contarlos; y si lo hacías, nadie les iba a creer”. Esta vez decidió utilizar la realidad sin decorados para crear un espectáculo ficticio, con personajes tan reales que pudieran llevar al público al extremo. Quería hacerlos sufrir el dolor, sentir el frío, escuchar el llanto, padecer la guerra y reflexionar sobre la condición humana.
Para lograrlo inventó a un fotoperiodista que sufrió heridas por una mina antipersona y lo obligó a buscar ayuda en una extraña pareja: un hombre que persigue los territorios en los que sucede la guerra y una mujer, casi monstruosa, que vive atrincherada con él. “No había otra forma de contar esta historia, tenía que ser desde la mirada del tercero, que también se vuelve cómplice. En el fondo, todos somos víctimas y victimarios porque la guerra es un cáncer que hace metástasis y corroe a todo el que se le acerca”, explica.
Por eso el nombre de la obra, porque la guerra sigue modelos que se repiten permanentemente, como un protocolo, y después de que suceden llega el quiebre. “Aunque la guerra es distinta en todas partes, el dolor siempre es el mismo”, advierte Vega, quien define el quebranto como un viejo dolor que se inocula, un virus contagioso del que uno no se libra nunca. “¿Cuántas generaciones de palestinos tienen que pasar para que no exista odio hacia Israel? Ahora, ¿cuántas generaciones de ucranianos tendrán que pasar para que no exista odio hacia Rusia? Ese es el quebranto como sociedad. No se va nunca, ya no necesitas haberlo vivido, pertenece a la historia de tu familia, de tu país, para siempre”.
“Yo no vi el bombardeo, ni la muerte. Vi el dolor”, recuerda Vega de su visita a ciudades como Bucha o Irpín, en Ucrania. Foto:Nacho González
Sin embargo, el arte puede ser un remedio paliativo. Mientras las noticias, los periódicos y la televisión hablan de cifras, muertos, invasiones, bombardeos, y olvidan que allí también había madres, hijos, hermanos, vecinos, “el teatro le pone nombres, apellidos y miradas a la historia y eso lo cambia todo”, dice Vega, optimista. “El teatro nos permite luchar contra el virus de la indiferencia. No vamos a cambiar el mundo con una obra, pero sí tenemos que intentarlo”.