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En calle de Buenaventura resisten a los escuadrones de la muerte

Espacio humanitario sufre por incursiones de grupos que reclutan a menores. Siguen extorsiones.

Puente Nayero, una comunidad acechada por grupos armados ilegales.

Puente Nayero, una comunidad acechada por grupos armados ilegales. Foto: Comunidad de Puente Nayero

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A Crispiano Angulo le duele la cicatriz por el disparo en el abdomen que hace tan solo cuatro meses lo mantuvo al filo de cruzar la orilla de la muerte.
La secuela de la herida les recuerda a este afrodescendiente y a sus demás vecinos de la calle Puente Nayero la valentía y el tesón que los motivan día a día a luchar por sus vidas, desde las casas que levantaron hace casi dos décadas sobre los miles de toneladas de basuras que aún se observan flotando bajo sus hogares palafíticos en medio del mar.  
Lo hicieron tomando esos desperdicios que les trae la marea para rellenar con piedras la calle con sus casas a lado y lado, y con ese mismo empuje, a pesar del miedo a que los mataran, cuando la mayoría llegó huyendo de los paramilitares que asesinaron a los suyos y a decenas de campesinos en ese recorrido macabro de la Semana Santa de 2001.
La masacre del Naya, en el norte del contiguo Cauca. La masacre del Naya, en el norte del contiguo Cauca, jamás se les borrará de sus memorias.
Es por ese episodio sangriento y uno de los más dolorosos de la historia del país que este corredor de miseria –pero rico en deseos de su gente por salir adelante– tiene el nombre de Puente Nayero o de los Nayeros.
De allí proviene buena parte de esta comunidad, la cual alcanza hoy unos 2.000 moradores de 600 familias en total. Cuando llegaron no pasaban de las 300 familias, y todas juntas construyeron la calle de rústicas casas con recovecos y pasadizos de tablas de madera y con esas mismas piedras que sacaron de las aguas del Pacífico.
Viven entre las dificultades económicas, sin contar con agua potable durante las 24 horas del día, ni alcantarillado o pozos sépticos.
Es la zona donde el miedo a los grandes escuadrones de la muerte se ha ido acomodando por la fuerza en su cotidianidad. Y es así como en las últimas noches y desde hace un poco más de un año, por las capturas de cabecillas de bandas en ese entonces, estos pelotones –armados hasta los dientes– salen con más ímpetu a recorrer las calles de barrios vulnerables de Buenaventura.
En Puente Nayero no solo amenazan o exigen pagos de vacunas a sus habitantes. Las bandas están ofreciendo 600.000 pesos a menores de edad y también pagos en dólares, de entre 170 y 200, para que sean campaneros, como informantes para poder enterarse de actividades que puedan conducir a sus capturas. 
La comunidad clama por mayor atención para sus necesidades.

La comunidad clama por mayor atención para sus necesidades. Foto:Comunidad de Puente Nayero

Por ello, los nayeros y la población en Buenaventura se confinaron más que por la pandemia por ese miedo en este sector de la comuna 4, una de las más violentas de las 12 en que se distribuye el distrito. Desde ese confinamiento, los nayeros escuchan balaceras, tratando de no musitar palabra ni de hacer algún ruido. Mantienen sus viviendas en la oscuridad, sin dejar de ser testigos de este régimen del terror.
No importan los nombres que tales grupos han llevado por estos casi 20 años desde que los nayeros arribaron desplazados a Buenaventura.
Estos escuadrones se han ido rearmando, una y otra vez, tras intereses por la droga y la minería ilegal, hasta cometer prolongados asesinatos con las más descomunales torturas y desmembramientos, que todavía siguen como hace casi siete años, cuando el puerto fue militarizado y se dio la demolición de las ‘casas de pique’.
No importa si estos pelotones que rondan Puente Nayero, llamada también calle de San Francisco, eran antes ‘los Úsuga’, luego el ‘clan del Golfo’ o ‘los Gaitanistas’. 
No importa si estos pelotones que rondan Puente Nayero, eran antes ‘los Úsuga’, luego el ‘clan del Golfo’ o ‘los Gaitanistas’ (...) Todos son los mismos paramilitares
Ahora llegan los de ‘la Local’, la banda que les juró lealtad a ‘los Úsuga’ desde hace 10 años para reforzar esa imposición de su propia ley. Para esta comunidad, todos son los mismos paramilitares y hoy los tienen más cercados que nunca y a los barrios aledaños, a pesar de que en 2014, estos porteños habían sacado toda su valentía a flote y les habían hecho frente para impedirles su paso.
Les habían marcado ese límite con el gigantesco letrero, aún en lo alto de la entrada, en el que se leen las palabras ‘Espacio humanitario’, como un territorio cuya gente pretendía ser libre de toda violencia. 
El líder Orlando Castillo lleva 37 amenazas de muerte. Pide al igual que la comunidad, verdadera atención a Buenaventura.

El líder Orlando Castillo lleva 37 amenazas de muerte. Pide al igual que la comunidad, verdadera atención a Buenaventura. Foto:Juan Pablo Rueda. EL TIEMPO

Estos hechos de horror los recuerda Crispiano. Cerca de él está Orlando Castillo, uno de los fundadores de Puente Nayero y uno de los siete líderes en este corredor que tienen amenazas de muerte. Como Crispiano, el líder también pudo hacerle el quite a la muerte el año pasado. Eran sicarios en cinco motocicletas y que en el cruce de un semáforo dispararon contra el vehículo en el que se movilizaba Castillo.
(También: "Un día en Juan XXIII, uno de los barrios más violentos de Buenaventura)
El líder ya lleva en su letanía 37 intimidaciones. Las ha contado cuando la lucha y el clamor al Gobierno Nacional contra los armados se hicieron más evidentes en Buenaventura, en el 2014, cuando en el puerto estaban más visibles las ‘casas de pique’, quedando grabados los gritos desgarradores que la gente escuchaba.
Fue en una de las viviendas de Puente Nayero donde los habitantes oyeron a una mujer llamada Marisol, y a su pareja, implorando por sus vidas, pero fueron asesinados y sus cuerpos, mutilados. 
Fue en una de las viviendas de Puente Nayero donde los habitantes oyeron a una mujer llamada Marisol, y a su pareja, implorando por sus vidas, pero fueron asesinados y sus cuerpos, mutilados
La casa fue derribada después de la declaratoria de espacio humanitario y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos ordenó al Estado medidas cautelares de protección para que los nayeros no siguieran siendo amenazados y pudieran seguir con sus vidas en paz.
Desde entonces hay presencia de la Policía y de la Brigada Fluvial de la Infantería de Marina, pero ya no es suficiente. A Puente Nayero ingresan de día y de noche, hombres armados, como lo denuncian en la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz, exigiendo a la Fuerza Pública más controles.
La Policía y los soldados de la Armada que allí hacen vigilancia respondieron que se está actuando y de no ser así no, estarían aumentando las capturas de integrantes de las bandas en este año. 
La población de Buenaventura está cansada de ser víctima de una guerra sin cuartel. Esta fue una de las marchas realizada este año por aumento de asesinatos, amenazas y extorsiones.

La población de Buenaventura está cansada de ser víctima de una guerra sin cuartel. Esta fue una de las marchas realizada este año por aumento de asesinatos, amenazas y extorsiones. Foto:Santiago Saldarriaga. EL TIEMPO

Pero la bala que hirió a Crispiano, un hombre que lleva sustento a su familia de lo que vende en una tienda de abarrotes a seis metros de la entrada de Puente Nayero, también es una de las pruebas de que los violentos incursionan en esta comunidad.
Fue así como ese 17 de septiembre del año pasado dos sicarios en llegaron a esta calle y allí, en medio de una capacitación sobre derechos humanos que realizaban algunos integrantes de la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz, uno de ellos desenfundó un arma, le disparó a Crispiano, y con total calma y ante el estupor de la población que era testigo, el pistolero y su acompañante se fueron caminando. Como si nada.
Al parecer, Crispiano se habría resistido a pagar una extorsión y por eso le dispararon.

La vacuna y amenazas del ‘Whasón’

Sin embargo, las amenazas siguen y ahora Orlando Castillo también está siendo extorsionado desde el 31 de enero de este año.
Ese día recibió un mensaje por WhatsApp: “Buenas tardes, ¿cómo está? Vea, necesitamos hablar con usted antes de que sea demasiado tarde”. Al preguntar quién era su interlocutor, le contestó: “Somos del grupo K, habla con el señor ‘Whasón’. Necesitamos hablar con usted en Buenaventura.” (...) “Yo no quiero perjudicarte, por qué cuentos, pero usted trabaja con la ley u otro grupo, eso es delicado”. La amenaza continúa: “ (...) No sé, solo le digo eso, maneja corporaciones y se pone a hablar lo que no es, antes nos dicen que usted hizo coger un muchacho de nosotros”. 
Habla con el señor ‘Whasón’. Necesitamos hablar con usted en Buenaventura". (...) “Yo no quiero perjudicarte, por qué cuentos, pero usted trabaja con la ley u otro grupo, eso es delicado”
Esta denuncia fue hecha a la opinión pública por la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz.
“Arregle con los muchachos K (...). Vea, con todo respeto, creo que toca hablar personalmente con usted. Vamos a haber (sic) cómo hacemos (…). Vamos hacer (sic) algo, vamos, vamos a dejar que siga su trabajo, le puedo pedir un pequeño favor”. 
La comunidad vive en medio de basuras ante la indiferencia del Estado.

La comunidad vive en medio de basuras ante la indiferencia del Estado. Foto:Comunidad de Puente Nayero

Estas amenazas se suman otras a toda la comunidad. “Si colocan puertas, no nos dejen entrar, tumbamos las puertas y matamos a los que las colocan”. Se las dijeron a algunos líderes de Puente Nayero cuando rechazaron a extraños en el territorio para consumir y vender droga. 
Si colocan puertas, no nos dejen entrar, tumbamos las puertas y matamos a los que las colocan
En medio de esta encrucijada, las mujeres de Puente Nayero, las más longevas, se quedan en las puertas preparando sus alimentos en platones con el agua que recogen cada día de por medio, sin perder la esperanza dibujada en sus rostros, mientras algunos de los hombres se divierten con algún juego de mesa a pocos metros de la calle empedrada.
Este es Puente Nayero, con sus casas de palafitos sobre las basuras. Se mantiene el clamor, y sus 2.000 moradores continúan trabajando como lo han hecho con tesón, sosteniendo la frente en alto, pese al miedo a esos escuadrones que recorren las calles, entre los atemorizantes sonidos de disparos, como el que recibió Crispiano, recordándole que estuvo muy cerca de cruzar esa orilla de la muerte.
CAROLINA BOHÓRQUEZ
CORRESPONSAL DE EL TIEMPO
BUENAVENTURA

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