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Investigación
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Tortura farmacológica: la muerte silenciada que acecha a los jóvenes en Bogotá y que documentó doctora
Entre 2020 y 2023, una investigación documentó casos de 22 jóvenes que fueron asesinados.
El joven asesinó a sus padres y convivió con sus cadáveres durante varios días. Foto: iStock
Mientras Bogotá combatía la pandemia de Covid-19, en los barrios del sur de Bogotá comenzaba a gestarse una serie de crímenes silenciosos y macabros. Los datos del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses (INMLCF) fueron fundamentales para esta conclusión pues se registraron, entre 2020 y 2023, 22 casos de jóvenes cuyos cuerpos evidenciaban un patrón común: hematomas, punciones precisas en las venas, y restos de dos sustancias químicas letales que este diario prefiere no mencionar para evitar su uso en la comisión de delitos.
Estas drogas, usualmente reservadas para procedimientos veterinarios como la eutanasia, causan sedación profunda, coma y muerte en pocos minutos. “Nos llamó la atención que estos compuestos, usados alguna vez como ‘suero de la verdad’, aparecieran en víctimas sin antecedentes médicos que justificaran su presencia en el organismo”, explicó la doctora María Luisa Amador Salazar, especialista en Medicina Forense de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) y quie como docente autora del estudio encendió las alertas.
Nos llamó la atención que estos compuestos, usados alguna vez como ‘suero de la verdad’, aparecieran en víctimas sin antecedentes médicos que justificaran su presencia en el organismo
Los cuerpos de estas personas, sin documentos y hallados en zonas boscosas o vías remotas, provenían en su mayoría de localidades como Bosa, Usme, Ciudad Bolívar, Kennedy, Los Mártires y San Cristóbal.
Mapa de ubicación de casos. Foto:UNAL
De acuerdo con Amador, las primeras pistas surgieron de la morgue: “Vimos un aumento de cadáveres jóvenes con rastros de estas sustancias, algunos con disparos, otros estrangulados, y varios con señales de violencia sexual y ataduras”.
Vimos un aumento de cadáveres jóvenes con rastros de estas sustancias, algunos con disparos, otros estrangulados, y varios con señales de violencia sexual y ataduras
El equipo forense inició un rastreo minucioso en los archivos del Grupo de Patología de la Regional Bogotá, el Laboratorio de Toxicología Forense y el Grupo Nacional de Tecnologías de la Información. Así consolidaron una base de 599 muertes violentas ocurridas en Bogotá, que luego se redujo a 124 con posible presencia de barbitúricos.
Doctora María Luisa Amador Salazar, especialista en Medicina Forense de la Universidad Nacional. Foto:UNAL
Solo 22 casos encajaban con el patrón que había encontrado la experta: víctimas entre 18 y 41 años, en su mayoría sin antecedentes médicos ni criminales, y con condiciones que descartaban un consumo voluntario.
El 68% murió solo por el efecto de las drogas, pero en otros casos se usaron métodos adicionales como armas de fuego o asfixia
“El 68% murió solo por el efecto de las drogas, pero en otros casos se usaron métodos adicionales como armas de fuego o asfixia”, detalló la doctora Amador en su estudio. Además, ocho de las víctimas habían sido reportadas como desaparecidas, y cuando fueron halladas, sus objetos personales estaban intactos, aunque sin documentos de identidad.
Las pruebas de ADN y huellas dactilares revelaron que entre las víctimas había recicladores, comerciantes informales, habitantes de calle y peluqueros. “Catorce eran colombianos, siete venezolanos y uno aún está sin identificar”, agregó la forense.
Con sustancias de uso veterinario atacan a personas. Foto:UNAL
Los exámenes toxicológicos fueron determinantes. Las muestras sanguíneas, de orina y humor vítreo revelaron una intoxicación por inyección intravenosa, lo que implica no solo premeditación, sino también pericia médica o veterinaria. “Quien istró estas sustancias sabía lo que hacía. Sabía canalizar una vena y conocía las dosis letales”, afirmó Amador.
No solo estamos ante homicidios, sino ante un patrón de sedación, tortura y ejecución que no tiene precedentes conocidos en nuestra historia reciente
Según el estudio, en Colombia, las sustancias señaladas por la investigación no están aprobadas para uso humano por el INVIMA, y solo pueden ser adquiridos por veterinarios con autorización del Instituto Colombiano Agropecuario (ICA) y el Consejo Profesional de Medicina Veterinaria y Zootecnia (Comvezcol).Es decir, son exclusivas para eutanasia animal.
Este hallazgo llevó a la doctora Amador a acuñar el término 'tortura farmacológica' para describir un fenómeno de violencia inédita en el país. “No solo estamos ante homicidios, sino ante un patrón de sedación, tortura y ejecución que no tiene precedentes conocidos en nuestra historia reciente”.
Pinchazo de aguja de jeringa Foto:Archivo particular
El informe concluye que, por la precisión y el restringido a estas sustancias, es probable que los responsables pertenezcan a sectores con formación médica o veterinaria. Las víctimas, en su mayoría jóvenes vulnerables, fueron sometidas a un proceso sistemático de anulación física y psicológica antes de ser asesinadas.
Este estudio genera una alerta, sobre todo en los barrios donde ocurrieron los crímenes. La investigación continúa, pero lo cierto es que Bogotá ha sido escenario de una nueva forma de tortura en la que las drogas son las protagonistas.
Otras alertas
Hace pocos días fue también noticia una investigación de una tesis de maestría en química de la Universidad Nacional pues se volvieron las alarmas por las extrañas y peligrosas sustancias que se están encontrando en algunos preparados que se consumen en Bogotá. El trabajo se titula ‘Desarrollo de una metodología para el perfilamiento de drogas de síntesis y nuevas sustancias psicoactivas detectadas en Colombia’.
Según el investigador de la Universidad Nacional , se identificaron cinco grupos de sustancias de producción ilícita, entre las cuales se incluyen adulterantes y diluyentes, drogas sintéticas, drogas de origen natural, catinonas sintéticas, opioides y sustancias tipo fenciclidina y ketamina, por mencionar las más conocidas.
De acuerdo con el experto, la importancia del estudio es que lograron recolectar diferentes muestras de drogas sintéticas que se comercializan en las principales ciudades del país, incluida, Bogotá. En este se consiguió identificar los principales químicos que contienen.
Uno de los preparados que más se analizaron fue el tusi o el tusibi, así como los comprimidos que se suelen vender como éxtasis. “Cuando hicimos la caracterización, entre los principales hallazgos, pudimos evidenciar que están utilizando para la fabricación clandestina de estas drogas medicamentos de control especial, algunos de consumo masivo como el ibuprofeno, el acetaminofén y también medicamentos de uso veterinario como la ketamina”. Este último es un anestésico de efecto rápido que se utiliza tanto con seres humanos, como sedante en operaciones, como en animales, como tranquilizante en ciertas circunstancias.
Pero lo más grave, según Ocampo, es que se identificó una posible producción artesanal de ketamina que concuerda con los informes de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) que alertan que, en los países asiáticos, están produciendo mucho de este medicamento de uso veterinario pero, con fines ilícitos”.
Para el experto, ya es muy probable que estén utilizando ketamina, fabricada de forma clandestina, proveniente de países asiáticos, para lograr preparados como el tusibi en nuestro país. “Estas mezclas son muy peligrosas porque en una misma dosis encontramos hasta siete u ocho compuestos diferentes y esto en concentraciones altas puede ocasionar sobredosis, intoxicaciones e, inclusive, la muerte”.
CAROL MALAVER
SUBEDITORA BOGOTÁ
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