Tapizada de techo a piso con fotos de niños y familias felices, la Casa de la Madre y el Niño evidencia todo lo que ha logrado tras 80 años de labores en una residencia del barrio Belalcázar en Bogotá cuyo aroma es el amor. Eso se siente al entrar, pero más cuando se conocen las historias de las vidas que han cambiado.
"Una vez conocimos a cinco niños en Antioquia. Uno ya tenía 17 años y su hermana ya era trabajadora sexual. Los tres más pequeños vivían en una familia sustituta en una comuna de Medellín. Recuerdo que se me acercó y me dijo: por favor, encuentre una familia para mis hermanos, ellos merecen un futuro distinto", contó Lorena Vargas, subdirectora de la institución sin ánimo de lucro, quien no olvida la canción que entonaron pidiendo una vida normal. Tiempo después todos fueron adoptados por una familia en Estados Unidos. Sus rumbos cambiaron.
Y esta es solo uno de un mar de finales felices que ha logrado esta fundación con incidencia en todo el país de la que se desprenden cuatro casas que nacieron con un objeto social diferente, cubrir todo el ciclo vital de un niño, su derecho a nacer, a la vida, a su crecimiento feliz hasta los 24 años y también las ayudas para las madres en conflicto.
A la Casa de la Madre y el Niño llegan menores de edad que han sido vulnerados y cuya situación ha sido definida previamente por un defensor o un juez de familia y sus derechos han sido reestablecidos. Hay capacidad para 145 de cero a 15 años. “Ellos vienen como víctimas de abuso sexual, maltrato, abandono. Cuando pisan esta casa nos encargamos de que sean felices y de que su futuro cambie”.
La idea es que vuelvan a su hogar, ayudarle al padre o a la madre con atención psicológica, que el ambiente sea sano para el crecimiento de un niño
La prioridad siempre es trabajar de la mano con las familias y lograr la reunificación. Siempre se agotan todas las posibilidades y para eso, además, trabajan de la mano con cinco universidades de Bogotá: Javeriana, Externado, Konrad Lorenz, Rosario y Sabana, todas investigando el impacto de un modelo que plantea no solo intervenir al niño sino transformar su entorno. “La idea es garantizar que cuando esos niños vuelvan sean respetados pues han sido los más vulnerados del país”.
Por eso, si se lograra en todos los casos intervenir a las familias sin satanizarlas, entender que estas también vienen de un ciclo de violencia y observar qué les pasa realmente se lograría una transformación de impacto. "La idea es que vuelvan a su hogar, ayudarle al padre o a la madre con atención psicológica, que el ambiente sea sano para el crecimiento de un niño".
Eso sí, cuando ya se han agotado todas las estrategias para que el niño vulnerado vuelva con su familia y no se logra un cambio, la Casa de La Madre y el Niño opta por iniciar el proceso de adopción nacional y en última instancia el internacional.
Imagina
Imagina es la segunda casa que se inspiró en un niño que se encontraba en el sistema de protección del Estado y que se había intentado suicidar. Dijo que desde que había nacido vivía en el ICBF. “Nunca le habían celebrado un cumpleaños”, contó Lorena quien dijo que ese día salió con la idea de que tenía que cambiar esa historia. Poco tiempo después encontró una familia.
Eso fue hace diez años y de ahí en adelante se fue perfeccionando este proyecto que busca que los niños en estado de adoptabilidad mayores de 11 años, grupos de hermanos o con enfermedades y necesidades especiales encuentren una familia.
Así han logrado que niños ciegos, con síndrome de Down, sordos y familias de jóvenes grandes puedan crecer en una familia. “Al año 150 de estos niños viaja a Estados Unidos y el 80 por ciento encuentra un hogar para toda la vida. Es espectacular”, contó Lorena.
Casa María
Consientes de las problemáticas que devienen del embarazo adolescente esta fundación decidió abrir un nuevo lugar que habilitó con 40 cupos para recibir niñas y jóvenes entre 11 y 17 años para que reciban un apoyo durante esta etapa, pero además para que aprendan a ser buenas madres.
Buscan que estos niños nazcan en un ambiente sano mientras sus progenitores reciben atención psicológica y reciben habilidades que les van a permitir hacerse cargo de sus hijos.
No solo reciben apoyo para que culminen sus estudios escolares sino capacitación en oficios como costura, peluquería, cocina, entre otros, que les permitan generar ingresos. “Es tan bonita esta casa que soñamos con poder recibir más niñas”. En esta casa también apoyan a mujeres con embarazos no deseados mayores de 18 años protegiendo el derecho a la vida de estas mamás y sus hijos. “Ellas son libres de decidir si los dan en adopción. Reciben apoyo psicológico para que sean fuertes y se empoderen pues son mujeres a las que la sociedad ha abandonado durante la gestación, que es una etapa vital tanto para la mamá como para el niño”.
Casa sueños
Esta casa cierra el ciclo de las niñas que crecieron en el sistema de protección y nunca encontraron una familia. “Creemos que la educación es la herramienta más importante que van a tener ellas para afrontar el futuro, pues familia no tienen, entonces, en esta casa tenemos 24 niñas, que llevamos a la universidad”, dijo la subdirectora.
Muchas de estas jóvenes estarían sentenciadas a vivir en la calle o del trabajo sexual y, gracias a la formación que reciben, hoy ya se han graduado y trabajan en instituciones del Estado o en empresas privadas. Son 24 cupos que van rotando a medida que estas mujeres completan su ciclo.
Historia
Cuando adoptaron la primera niña fue un escándalo porque en esa época la adopción no era bien vista, pero ella siguió con su causa con amor
Doña María López Michelsen quedó conmovida en 1942 cuando como voluntaria del Hospital San José, se dio cuenta del futuro de los niños abandonados en Colombia. Eran depositados para siempre en manos de la Beneficencia hasta su mayoría de edad.
A partir de ese momento fundó la primera institución de adopción en Colombia, que le ha brindado a más de 8000 menores el derecho a crecer en una familia. “Cuando adoptaron la primera niña fue un escándalo porque en esa época la adopción no era bien vista, pero ella siguió con su causa con amor”.
En 1978 se inauguró la Casa de la Madre Soltera o Mujer Gestante para apoyar a aquellas que optan por la adopción como el mejor mecanismo para respetar el derecho a la vida de sus hijos.
Hoy es una de las instituciones privadas que gozan de mayor credibilidad y prestigio en el país por sus logros y contribución a la niñez abandonada colombiana.
Pese a todos estos logros Lorena sabe que el panorama es cada vez más difícil. “La situación es crítica. Sobre todo, en lo que se refiere a violencia intrafamiliar. Hace 10 o 20 años los niños llegaba porque no tenían qué comer y sus padres necesitaban trabajar y los dejaban solos, hoy llegan porque son violados o maltratados violentamente”.
Muchos han llegado a la fundación ciegos o con retardos por la severidad de los golpes. Sus entornos familiares son terribles y empeoraron en pandemia. Entre el 30% y el 40 % de los niños de la casa son abusados sexualmente “Un día vi salir un bus lleno de niños de la fundación y pregunté a donde se iban de paseo. Me dijeron que para una institución donde tratan a los niños abusados. Se me escurrieron las lágrimas. ¿A dónde está llegado este país?”.
Afortunadamente muchas de estas vidas cambian como la de un niño desahuciado por graves problemas en el corazón que lo mantenían débil todo el tiempo. “Ese niño siempre me sonreía. No podíamos creer que morir fuera su futuro. Entonces le hicimos un video espectacular y a través de un organismo internacional una familia lo adoptó. Hoy, no solo pudo ser intervenido por médicos expertos, sino que está vivo y con todo un futuro por delante. Más de 500 niños como él, con necesidades especiales, ahora tienen un hogar”.
Las barreras con las que se encuentra el equipo de trabajo de la institución nos son poca cosa. “El problema en este país es que a los niños los vuelven un papel, un folio grande con polvo. Lo que tenemos que hacer es sacudir esos casos y convertirlos en niños con rostros. Nosotros hemos sido la voz de muchos y se siente mucho dolor con sus historias”.
Cuenta que una vez trabajaron el caso de unas niñas abusadas por su padrastro en el que tres veces el sistema de protección le devolvió a la mamá a sus hijas. “Ella volvía con su pareja y este otra vez las ultrajaba. Nos tocó escribir en una tutela un testimonio desgarrador para que la juez se dignara a escucharlas”.
Y así, dando toda la pelea, día a día, esta fundación cumplió 80 años que celebrarán en próximo con toda una gran familia de personas que ahora tienen una vida feliz. Se han ganado todos los premios nacionales e internacionales, pero Lorena dice que para ellos el mejor premio en la sonrisa de un niño, una carta de agradecimiento, sin lugar a dudas. Ayudas, todas son bienvenidas, pero, sobre todo, la compañía y el amor que voluntarios les puedan dar a los niños y niñas de la casa. “En este lugar siempre hemos escuchado una frase: No hay un niño que no pueda ser adoptado y tener una familia”.
CAROL MALAVER
SUBEDITORA DE BOGOTÁ
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